Por Josué I. Hernández
La fe en
Cristo es esencial para la salvación, aunque el pluralismo lo niegue. La verdad no es popular, no depende de la mayoría; la verdad es de Dios, y por ella somos libertados, santificados y renacidos (Jn. 8:32; 17:17; Sant. 1:18; 1 Ped. 1:23). La verdad no se establece por la cantidad de adeptos. La verdad siempre será verdad, aunque solo unos pocos, o incluso, nadie, la crea; siempre será verdad, aunque el mundo la rechace. La palabra verdadera del evangelio nos enseña que la
fe en Cristo es esencial para salvación eterna (cf. Col. 1:4,5; 1 Ped. 1:4-9).
Jesús dijo: “Por eso os dije que moriréis en vuestros
pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn.
8:24).
Jesucristo es el gran Yo Soy (Jn. 8:58; cf. Ex. 3:14) y el único Salvador (Hech. 4:12),
quien siendo Dios en carne humana dio su vida para liberarnos del pecado (Mat.
1:23; Jn. 1:1,14,29; Heb. 2:14), y siendo exaltado está sentado a la diestra de Dios (Heb. 1:3; cf. Hech. 2:36) y
regresará para juzgar a la humanidad (Heb. 1:1-3; Hech. 17:30,31). Cualquiera
que niegue estos hechos fundamentales, no podrá ser salvo.
La fe en Jesucristo es
esencial, sin ella no podemos agradar a Dios (Jn. 14:1; cf. Heb. 11:6). Esta fe, no viene al corazón por alguna intervención milagrosa, se produce por la predicación del evangelio (cf. Hech. 15:7; Rom. 10:17). El evangelio señala a Cristo como Señor y Salvador (cf. Hech. 2:36; 8:37), y la fe en Cristo, resucitado y glorificado, se completa o realiza al obedecer su voluntad (cf. Sant. 2:20-24; Heb. 5:9). Es necesario obedecer a las demandas del evangelio por la fe en Cristo Jesús (cf. Rom. 10:16; 2 Tes. 1:8).
¿Está usted obedeciendo a Cristo?