La expiación limitada se deriva lógicamente de la elección incondicional, y
esta última de la depravación total hereditaria. Como podemos observar, la
estructura del calvinismo está conectada lógicamente desde su piedra
fundamental, la depravación total hereditaria. En fin, el calvinismo afirma que
la muerte de Cristo no fue motivada para salvar a los reprobados, sino
solamente a los individuos que fueron elegidos incondicionalmente por Dios: “Puesto que Dios ha designado a los elegidos para gloria, así también, por
el eterno y más libre propósito de su voluntad, ha ordenado todos los medios
para ello. Por lo cual, los que son elegidos, estando caídos en Adán, son
redimidos por Cristo, eficazmente llamados a la fe en Cristo por su Espíritu
que obra a su debido tiempo, justificados, adoptados, santificados y por su
poder son guardados para salvación por medio de la fe. No hay otros que sean
redimidos por Cristo, eficazmente llamados, justificados, adoptados,
santificados y salvos, sino solamente los elegidos” (Confesión de Westminster,
III 6). “Al resto de la humanidad por su pecado, agradó a Dios pasarla por alto y
destinarla a deshonra e ira, según el inescrutable consejo de su propia
voluntad, por el cual extiende o retiene misericordia como a él le place para
la gloria de su poder soberano sobre las criaturas, para la alabanza de su
gloriosa justicia” (Confesión de Westminster, III 7).
¿Quiere Dios que todos sean salvos?
El calvinismo niega que Cristo haya muerto por todos, a la vez que
argumenta que Dios no quiere que todos sean salvos. El lector puede observar
cómo esto se opone al carácter de Dios, quien “no hace acepción de personas”
(Hech. 10:34), y se opone a la palabra de Dios, donde leemos que Cristo “se
dio a sí mismo en rescate por todos” (1 Tim. 2:6). “La doctrina de la expiación limitada (también conocida como «expiación
definida» o «redención particular») dice que la expiación de Cristo se limitó
(en su alcance y objetivo) a los elegidos; Jesús no expió los pecados de todas
las personas del mundo” (R. C. Sproul, “¿Qué es la expiación limitada?”). “Dios decretó que salvaría a un cierto número de personas de la humanidad
caída, personas que la Biblia llama los elegidos. Para que ese plan de elección
se llevara a cabo en la historia, Dios envió a Su Hijo al mundo con el objetivo
específico de lograr la redención de los elegidos. Esto se cumplió
perfectamente, sin que se desperdiciara ni una gota de
la sangre de Cristo. Todos los que el Padre eligió para salvación son
salvos por medio de la expiación” (R. C. Sproul, “¿Qué es la expiación
limitada?”). Si el calvinismo tiene razón, Dios ha decretado soberanamente salvar a los
elegidos, y no salvar a los demás. Es decir, debido a que el ser humano no
puede escoger a Dios, será Dios quien escogerá por el hombre, salvando a unos,
los escogidos incondicionalmente, y desechando a los reprobados. En consideración de lo anterior, ¿qué sucederá con los niños, los recién
nacidos, y los bebés aún por nacer? En el calvinismo no hay mecanismo que
impida la condenación eterna de los reprobados, sin importar su edad.
Dios quiere que todos sean salvos
La Biblia enseña claramente que Dios envió a su santo Hijo para que el
mundo sea salvo por él, por lo cual el evangelio debe ser predicado a todos
(Mat. 28:19,20; Mar. 16:15,16; Luc. 24:46,47; Hech. 1:8; 8:4; Col. 1:5,6,23;
Apoc. 14:6). Esto no es un desperdicio de la sangre de Cristo, como implica R.
C. Sproul, esto es la bondad, el amor y la misericordia de Dios (Tito 3:4-7),
es decir, su “gracia” manifestada (Tito 2:11; 3:7). “El Señor no retarda su promesa, según algunos la
tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento”(2 Ped. 3:9). “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios
nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:3,4). Torciendo las sagradas Escrituras (2 Ped. 3:16), los calvinistas se
apresuran a indicar que la palabra “todos” se aplica solamente a los elegidos,
como si los apóstoles hubiesen dicho “todos los elegidos y no los reprobados”.
Sin embargo, una lectura cuidadosa indica que “todos” es precisamente eso,
“todos”, la totalidad de la humanidad. Piénselo detenidamente. Mientras el calvinismo afirma que Dios es activo en
la salvación de los elegidos, ¿por qué Dios está esperando con tanta paciencia (pasivamente)
a que los elegidos se arrepientan? Si la teología reformada enseña que los
elegidos no pueden escoger a Dios porque están depravados, y es Dios quien los
atrae irresistiblemente, ¿por qué Dios está esperando? Si Dios ordenó de
antemano todas las cosas y eligió soberanamente todo, ¿por qué necesita usar de
paciencia? Si la soberana voluntad de Dios es que todos se salven, ¿quién se lo
impide? ¿Está Dios teniendo paciencia consigo mismo? Por el contrario, si el hombre tiene libre albedrío pleno, y puede llegar a
escoger a Dios sujetándose al evangelio, entonces Dios es misericordioso al no
querer que ninguno perezca; es paciente, esperando que todos se arrepientan; y es
justo al condenar a “los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio
de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:8,9). Esta interpretación es
concordante con la evidencia bíblica, donde “todos” (1 Tim. 2:4,6; 2 Ped. 3:9) son
precisamente eso, “todos los hombres”, la humanidad que debe arrepentirse y
conocer la suprema verdad.
Conclusión
La Biblia dice que Dios envió a su Hijo “para que el mundo sea salvo por
él” (Jn. 3:14-17). Jesucristo “es la propiciación por nuestros pecados;
y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1
Jn. 2:2), “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn.
1:29). La expiación no fue limitada por Dios a individuos preseleccionados
incondicionalmente, por tal razón, no hay impedimento de parte de Dios para que
todo el mundo sea salvo.