Por John R. Gibson
Creo que debo dejar
de conducir. No, no estoy
demasiado viejo para conducir y todavía puedo manejar la transmisión de 5
velocidades en mi camioneta, pero estoy cansado de las reglas. Hay muchas
normas que rigen el uso de los automóviles. Antes de que pueda girar la llave
esperan que tenga una licencia para conducir, placas, y los seguros. Una vez
que tenga todo eso me puedo poner el cinturón de seguridad (¡otra regla!) y
comenzar a conducir, pero ¿puedo conducir donde yo quiero? ¡Por supuesto que
no! A pesar de que me gustaría manejar por el lado izquierdo de la carretera,
estoy obligado a conducir por el lado derecho de la carretera, y al momento de
levantar la velocidad, el semáforo se pone roja y tengo que parar.
Podría seguir y
seguir con las normas sobre límites de velocidad, las líneas amarillas
continuas, intermitentes, la cantidad de la banda de rodadura de las llantas,
los reglamentos de estacionamiento, y una serie de otras normas. ¿Entiendes por
qué yo podría pensar que es hora de dejar de conducir?
Por supuesto que
no estoy realmente dando ninguna consideración a renunciar mi licencia y vender
mi carro, pues a pesar de todas estas reglas “restrictivas” todavía puedo
subirme en mi automóvil y conducir a lugares demasiado muy lejos para ir
caminando. No hace mucho tiempo me abroche el cinturón de seguridad y maneje en
el lado derecho de la carretera a West Virginia, y de allí me fui a Ohio, antes
de regresar a Alabama. Durante un período de 2 semanas viajé más de 2,000
millas a pesar de un montón de reglas. ¿Dije que a pesar de un montón de
reglas?
En realidad,
fueron las reglas que hacen posible una conducción segura. Debido a que las
reglas están hechas por seres humanos imperfectos, estoy seguro que algunas de
las reglas de la carretera no son necesarios, pero ¿se imagina conduciendo en
un mundo sin reglas? ¿Qué tan peligroso sería conducir en carreteras sin
semáforos, ni señales de alto, sin reglas sobre el derecho de paso, etc.? Puede
que no me hayan gustado las leyes del cinturón de seguridad cuando se aprobaron
hace algunos años, pero me he dado cuenta de que son para mi bien y continuaría
usándolo aunque se cambie la ley.
¿Ve a dónde voy
con esto? Muchos ven la Biblia como demasiadas reglas que limitan lo que pueden
hacer, adonde pueden ir, cómo pueden vestir, cómo deben adorar, etc. y no se
dan cuenta de que en las palabras de Moisés hace mucho tiempo, estas cosas se
ordenan "para que nos vaya bien
todos los días" (Deut. 6:24).
La mayor razón
para "obedecer las reglas" es el hecho de que la salvación eterna es
sólo para aquellos que obedecen al Señor Jesús y hacen la voluntad del Padre.
“Y
aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido
perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le
obedecen” (Heb. 5:8,9).
“No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21)
Pero más allá de
la necesidad de mantener las reglas porque se nos manda a hacerlo, piense en
que tan cruel y peligroso sería el mundo si nadie mantiene las leyes morales
que Dios ha establecido para el hombre.
Imaginemos un
mundo donde el robo, la violación y el asesinato no fueran crímenes de interés
periodístico, sino que fuesen comportamientos normales de una sociedad en la
que cada uno haga lo suyo. ¿Son las leyes de Dios sobre el matrimonio, restricciones
engorrosas o una gran bendición y fuerza estabilizadora en la sociedad cuando
se respetan?
Todos nosotros
estamos tentados a encontrar las leyes de Dios restrictiva a veces, pero estas
restricciones nos salvan. Los que obedecen las enseñanzas del Señor sobre la
moral sexual no están obligados a tomar decisiones apresuradas sobre el
matrimonio a causa del embarazo y nunca tienen que preocuparse por las
enfermedades de transmisión sexual. Sí, el Señor impone algunas restricciones
en mi manera de hablar, pero cuando cuido mi lengua en la manera que él espera
de mí, realmente no pierdo nada de valor. En cambio, me evito un montón de
problemas causados por
el enojo y el discurso hiriente.
Mucho como con las
leyes que regulan la conducción, hay veces que no entiendo por qué Dios ha
mandado algo, pero porque Él no es un ser humano imperfecto hay esta gran
diferencia: quizás no puedo entenderlo todo, pero sé que es por mí bien y sería
tonto en desobedecer.