Por Josué I. Hernández
Lo que los
católicos llaman “el pecado original”, el protestantismo lo llama “la
depravación total hereditaria”. Agustín, el precursor de los reformadores,
afirmó y promovió la depravación total del hombre mucho antes que Calvino sistematizara
los cinco puntos de la teología reformada que lleva su nombre.
Estos filósofos y
pensadores, enfatizaron tanto cierta concepción de la “soberanía divina” que
esta doctrina bien puede ser considerada como el suelo en el que el calvinismo
florece y se mantiene. Pero, a la vez que la Biblia enseña que Dios es soberano
sobre la raza humana, también enseña que los seres humanos tienen libre
albedrío por la soberanía de Dios, incluso después de la caída en Génesis 3. La
soberanía de Dios nunca operó en el área de la salvación o la santificación
impidiendo el libre ejercicio de la voluntad humana.
El hombre siempre
ha sido abordado como activo y participante de su propia salvación (cf. Hech.
2:40,41; Fil. 2:12). Él siempre es señalado como capaz de oír, creer, arrepentirse,
confesar a Jesús como su Señor, y ser bautizado para el perdón de los pecados
(Mar. 16:15,16; Rom. 10:9,10; Hech. 2:37,38). Las Escrituras nunca presentan al
hombre como carente de capacidad, y necesitado de algún trabajo milagroso del
Espíritu Santo en su corazón, a causa de algún pecado heredado o depravación
hereditaria.
Cuando Jesús señaló
la incredulidad de los judios de su tiempo, él dijo que habían cerrado sus
propios ojos (Mat. 13:15; Is. 6:9,10). La condena del Señor en este pasaje,
revela que ellos mismos eran responsables de no percibir el mensaje proclamado,
como también sucedió en los tiempos del profeta Isaías. El Señor se esforzó en
la enseñanza de la palabra, y su predicación siempre dejaba clara la
responsabilidad del pecador para responder positivamente al mensaje de
salvación. Dios nunca opera contra la voluntad humana en el asunto de la
salvación si los pecadores no quieren (cf. Mat. 23:37; Jn. 5:40).
Son totalmente
desconocidos en las Escrituras los conceptos de “depravación total” o “pecado
original”. Las populares expresiones: “pecadores por naturaleza”, “naturaleza
corrupta” o “naturaleza pecaminosa”, ni siquiera son implicados en las sagradas
Escrituras. Jesucristo y sus apóstoles inspirados jamás enseñaron la
depravación total humana o el pecado original. Pero, esta es la base de todo el
sistema del calvinismo. Sin esta base, ninguna doctrina calvinista existiría.
Si refutamos esta doctrina humana, todo el sistema calvinista se desploma y cae
sobre su propio peso.
Las siguientes
doctrinas (dogmas – enseñanzas) son directamente atribuibles a la falsa noción
del pecado original: La predestinación, la imputación del pecado y de la
justicia, el bautismo de infantes, la obra directa del Espíritu Santo para la conversión,
que la Biblia es letra muerta sin el Espíritu Santo, la imposibilidad de la
apostasía y la Inmaculada concepción. Cada uno de estas doctrinas es el
resultado de una falta de comprensión de la naturaleza humana, y de la
naturaleza de la salvación en Cristo.
Refutación
del pecado original
1.
Base inadecuada.
Esta doctrina se basa en la supuesta naturaleza pecaminosa de Adán, transmitida
supuestamente para toda su descendencia, totalmente corrompida en su naturaleza,
e incapaz de servir a Dios sin la regeneración por la obra directa del Espíritu
Santo. La mayoría de sus proponentes ha argumentado que la imputación es
triple; el pecado de Adán a la humanidad; nuestros pecado a Jesús; y, la
justicia de Cristo a los elegidos. Los pasajes usados para esta doctrina falsa
(ej. Sal. 51:5; 58:3; Ef. 2:3) no logran el objetivo. El primer pasaje habla
poéticamente del ambiente de pecado que rodeaba a David y a nosotros, mientras
que el segundo utiliza la hipérbole para expresar la rápida entrada del pecado
en la vida de uno después del nacimiento. El tercer pasaje indica la naturaleza
adquirida por la práctica del pecado como un hábito (costumbre), no por
carácter hereditario. La palabra para la naturaleza (gr. physis) se aplica a
los gentiles que hicieron las cosas impuestas por la ley antes de su conversión
(Rom. 2:14,15). Debido a que los pasajes utilizados para reforzar esta doctrina
fallan, no hay ninguna razón para su aceptación.
2.
Contradice Biblia.
Esta doctrina no solo es desautorizada por la Biblia, sino que también enseña
principios contrarios a la misma. En Mateo 18:1-6 el Señor usó a un niño para
ejemplificar la humildad necesaria para entrar en el reino de Dios, y agregó
que debemos llegar a ser como niños. Si el niño es culpable del pecado
original, entonces Jesús animó a los pecadores a ser depravados. ¿Qué tipo de
conversión es esta? En Lucas 18:16 la enseñanza de Jesús se complementa. Aquí
Dijo que de los que son como niños es el reino de los cielos. Decir esto, si la
depravación total hereditaria fuese cierta, denigra, desacredita y degrada el
reino de los cielos. La Biblia realmente enseña la inocencia de los niños, no
su depravación (cf. Ez. 18:20; Mat. 19:13,14).
3.
Definición de “pecado”. La Biblia presenta al pecado como algo que
personalmente se hace o se deja de hacer (1 Jn. 3:4; Sant. 4:17; Rom. 14:23).
Nunca habla la Biblia del pecado como lo que uno hereda de otra persona. Los
pasajes que señalan la influencia del mal en las generaciones futuras, se citan
en vano para demostrar alguna depravación heredada (Ex. 20:5).
4.
Dios como autor del pecado. Debido a que el proponente del pecado original cree
que el espíritu del recién nacido está contaminado y depravado de manera total,
entonces, aquellos pasajes que atribuyen la formación del espíritu humano a
Dios hacen de Dios el autor del pecado (cf. Zac. 12:1; Heb. 12: 9).
5.
Jesús está incluido.
Según esta doctrina, Jesús fue depravado, pues él se hizo semejante a nosotros
(Heb. 2:14-18). El catolicismo romano inventó la doctrina de la “Inmaculada Concepción”
para escapar de esta consecuencia, pero las Escrituras no apoyan esta
especulación fantasiosa. Si Jesús estuvo exento de la depravación total
hereditaria, entonces Dios hizo acepción de personas (cf. Rom. 2:11).
Cuatro
hechos fatales para el Pecado Original
La doctrina del
pecado original afirma que cada persona nace en pecado. Supuestamente, debido
al pecado de Adán, todos los hombres son corruptos y culpables de pecado al
nacer. Considere el testimonio de la Confesión de Fe de Filadelfia:
“Por este pecado (comer del fruto prohibido) ellos (Adán
y Eva) cayeron de su justicia original y de su comunión con Dios, y así se
convirtieron en muertos en el pecado, y totalmente contaminados en todas sus
facultades y partes, tanto del alma como del cuerpo. Siendo ellos la raíz de
toda la humanidad, la culpa de este pecado fue imputada, y la misma muerte en
el pecado y naturaleza corrompida se transmitió a toda su posteridad que
desciende de ellos según la generación ordinaria. De esta corrupción original,
estamos totalmente indispuestos, discapacitados, y opuestos a todo lo bueno, y
totalmente inclinados a todo lo malo, de lo cual proceden todas las
transgresiones actuales” (Capítulo 6).
La doctrina del
pecado original, y depravación total heredada, es contraria a por lo menos
cuatro conceptos del evangelio de Cristo; a saber, el pecado, el perdón de Dios,
la muerte de Cristo, y el juicio de Dios.
1. El
concepto de pecado.
El apóstol Juan dijo que "el pecado
es infracción de la ley" (1 Jn. 3: 4), y dijo también que "Toda injusticia es pecado" (1
Jn. 5:17). Entonces, el que actúa o procede en contra de la revelada voluntad
de Dios es culpable de pecado. El que procede sin autorización divina, comete
pecado (Mat. 7:21-23). El pecado es el fruto de la concupiscencia. Cuando uno
es atraído y seducido por su propia concupiscencia, ésta concibe y da a luz el
pecado (Sant. 1:15). Estamos separados y alienados de Dios por las malas obras
que hacemos (Col. 1:21). Son nuestros propios pecados, producidos por el
cumplimiento de la voluntad de la carne y de los pensamientos, los que nos
condenan delante de Dios (Ef. 2:1-3; Col. 2:13). Este es el concepto de pecado
según el evangelio de Cristo. No hay Escritura que enseñe que el pecado se
hereda.
2. El
concepto de perdón.
La palabra de Dios no menciona algún “perdón de pecados heredados”, ni “el
perdón de la culpa del pecado original”. El Nuevo Testamento habla de pecados
propios de cada persona (Hech. 3:19; 22:16). Uno es perdonado de sus propios
actos de transgresión, iniquidad y desobediencia. "Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré
de sus pecados y de sus iniquidades" (Heb. 8:12).
Cuando Dios nos perdona, el cuerpo
pecaminoso personal es echado fuera (Col. 2:11-13). Así como los pecados son
transgresiones que cada uno comete, el perdón de Dios se aplica a esas
transgresiones que cada uno cometió. La Biblia no menciona algún perdón de
pecados heredados y cometidos por terceros.
3. El
concepto de la muerte de Cristo. Cristo fue entregado por nuestras
transgresiones (Rom. 4:25), y llevó nuestros pecados en su cuerpo (1 Ped.
2:24). Fue en su cuerpo de carne que Jesús nos reconcilió con Dios (Col.
1:21,22). Así, pues, Dios "muestra
su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros" (Romanos 5:8).
Cada individuo debe entender que Cristo
murió "por mí" (Gal. 2:20).
Debido a que son nuestros propios pecados
los que nos condenan, el perdón de Dios se extiende a nuestros pecados e
iniquidades (Heb. 8:12; Is. 59:1,2). Cristo murió por mi culpa, mi iniquidad,
mi transgresión. Cada pecador debe entender que “Cristo lo hizo por mí”. Nunca
se dice en la Biblia que la muerte de Cristo y el derramamiento de su sangre
fue para eliminar alguna iniquidad hereditaria, o pecado original. Sin embargo,
si el supuesto pecado original enseñado por los credos de los hombres es
universalmente generalizado, ¿no deberíamos encontrar alguna referencia en esos
credos que declarase que la muerte de Cristo quita el pecado original?
4. El
concepto de juicio.
Según el evangelio de Cristo, el hombre es responsabilizado y juzgado por la
forma en que ha vivido, por lo que ha hecho personalmente. Considere las
escenas de juicio en el relato del evangelio según Mateo (capítulos 5 al 7 y 13
al 25). Lea con atención Apocalipsis 20:10-15.
Escuche el consejo y advertencia solemne de
Gálatas 6:7-9, Mateo 16:27 y Apocalipsis 3:23. ¿Qué principio elemental
aprendemos en todos estos pasajes? Claramente aprendemos que los individuos son
juzgados por sus propias obras. Recompensados o condenados según sus propias
obras.
¿Hay alguna escena de juicio en el
evangelio de Cristo en la cual alguno sea condenado a causa de lo que hizo
Adán? ¿Hay alguien que haya sido amonestado por no librarse de la depravación
del pecado original? ¿No le parece extraño que ni una sola escena de juicio en
el evangelio de Cristo mencione criaturas perdidas a causa del pecado original?
Conclusión
La doctrina del pecado original, de ser
cierta, sería una parte innata, e inherente a la naturaleza del pecado, el
perdón de Dios, la muerte de Cristo y el juicio de Dios. Sin embargo, la Biblia
cuando trata estos cuatro temas, ni una sola vez los relaciona con algún
"pecado original".
Si la doctrina del pecado original fuese
cierta, la palabra de Cristo hizo una fatal omisión. Sin embargo, la verdad es
otra, ya que la omisión bíblica respecto a estos cuatro hechos es patente, hay
aquí un golpe fatal para la falsa doctrina del pecado original y depravación
total heredada.