Por Josué I. Hernández
Dios hizo
tres promesas a Abraham. Haría de él una gran nación, a su descendencia le
daría la tierra de Canaán, y en su simiente serían bendecidas todas las
naciones.
"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu
nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te
maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la
tierra" (Gen. 12:2,3).
“Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta
tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido” (Gen. 12:7).
“Porque toda la tierra que
ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Gen 13:15).
“Y te daré a ti, y a tu
descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en
heredad perpetua; y seré el Dios de ellos” (Gen.
17:8).
“…habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser
benditas en él todas las naciones de la tierra?” (Gen. 18:18).
“En tu simiente serán
benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gen. 22:18).
Sabemos, por el comentario de la propia Escritura, que Jehová Dios
cumplió las primeras dos promesas hechas a Abraham en el tiempo
antiguotestamentario, pues hizo de Abraham una gran nación, Israel, y les dio
la tierra de Canaán por heredad:
“No faltó palabra de todas
las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se
cumplió” (Jos. 21:45).
“y hallaste fiel su
corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo,
del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a
su descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo” (Neh. 9:8).
La promesa en la simiente de Abraham,
quien es Cristo (Gal. 3:16), no fue cumplida a través de la ley mosaica; el
propósito de la ley no fue justificar a los hombres por la fe en Cristo, sino llevar a los hombres a
Cristo (vea: Gal. 3:17-29).
Los premilenaristas se confunden cuando tratan las promesas y propósitos de Dios para con Abraham (Gen. 12:2,3,7), para con David (2 Sam. 7:12-17) y para con los judíos en general (Neh. 9:13,14; Gal. 3:24).
Esta lección se centrará en cómo Jesús ha cumplido la promesa hecha siglos antes a David (2 Sam. 7:12-17). Jesús ya se ha sentado sobre el trono de David y reina con poder. Jesús ya ha edificado la “casa” y el “trono de su reino” es firme y estable para siempre.
Los premilenaristas se confunden cuando tratan las promesas y propósitos de Dios para con Abraham (Gen. 12:2,3,7), para con David (2 Sam. 7:12-17) y para con los judíos en general (Neh. 9:13,14; Gal. 3:24).
Esta lección se centrará en cómo Jesús ha cumplido la promesa hecha siglos antes a David (2 Sam. 7:12-17). Jesús ya se ha sentado sobre el trono de David y reina con poder. Jesús ya ha edificado la “casa” y el “trono de su reino” es firme y estable para siempre.
Jesús es el descendiente de David
Ningún estudiante serio de las
Escrituras negaría que Cristo sea descendiente, en cuanto a la carne, de David.
El apóstol Mateo comenzó su libro diciendo “Libro
de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mat. 1:1).
El doctor Lucas, también nos informó de lo mismo cuando registró la genealogía
de Cristo con una línea ininterrumpida entre él y David (Luc. 3:23-38). Siglos
antes, el profeta Isaías, habló por el Espíritu lo siguiente: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un
vástago retoñará de sus raíces” (Is. 11:1). Aquél vástago, o renuevo, sería
Jesucristo (Is. 11:2-10; Luc. 1:32).
Antes de continuar, quitemos de en medio, todos los temas secundarios a este estudio. Lo siguiente, nosotros no lo ponemos en duda:
·
Jesús es
descendiente de David.
·
A Jesús fue
prometido el trono de David.
·
Dios cumple sus
promesas.
Las preguntas que debemos hacer son:
¿Regresará Jesús a la tierra, en algún momento futuro, para sentarse en el
trono físico de David en Jerusalén? ¿Qué dice la Escritura al respecto? He ahí el tema en discusión.
Jesús no reina
en Judá sino en el cielo
Comencemos con una profecía del
Antiguo Testamento que trata del reinado de Cristo: “Y háblale, diciendo: "Así dice el SEÑOR de los ejércitos:
'He aquí un hombre cuyo nombre es Renuevo, porque El brotará del lugar donde
está y reedificará el templo del SEÑOR.
'Sí, El reedificará el templo del SEÑOR, y El llevará gloria y se
sentará y gobernará en su trono. Será sacerdote sobre su trono y habrá consejo
de paz entre los dos oficios.” (Zac. 6:12-13, LBLA).
Zacarías habló de la coronación del
hombre cuyo nombre es Renuevo (“El Vástago”, Versión Moderna), y quien
edificaría el templo de Jehová, se sentaría y regiría como rey, y serviría como
sacerdote sobre su trono, al mismo tiempo. Habría consejo de paz entre los dos
oficios que el Renuevo ejercería, de rey y de sumo sacerdote, los cuales él
ocuparía a la vez. Esto es simbólico del Mesías, quien une en sí mismo el
oficio de rey y el de sacerdote, quien edificó el templo (iglesia) de Jehová, y
quien lleva la gloria y proclama la paz.
Sabemos que Cristo es sacerdote ahora
mismo (Heb. 8:1) en el cielo, en la presencia del Padre Celestial (Heb. 9:12).
Cristo ya se ha sentado a la diestra de Dios (Heb. 10:12), “Porque es preciso que él reine hasta que haya puesto a todos sus
enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:25). Jesús no sólo es sumo
sacerdote ahora mismo, también es rey ahora mismo. Cristo ya se sentó a la diestra de la
Majestad en las alturas (Heb. 1:3).
Otra profecía, ya cumplida por
Cristo, tiene mucha importancia para nuestro estudio. Lea cuidadosamente: “¿Es este hombre Conías una vasija despreciada y quebrada? ¿Es un
trasto que nadie estima? ¿Por qué fueron arrojados él y su generación, y
echados a tierra que no habían conocido? ¡Tierra, tierra, tierra! oye palabra
de Jehová. Así ha dicho Jehová: Escribid lo que sucederá a este hombre privado
de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su
vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de
David, ni reinar sobre Judá” (Jer. 22:28-30).
Sabemos que Conías tuvo varios hijos
(1 Cron. 3:17,18). En Mateo 1:12 es mencionado uno de los hijos de Conías,
Salatiel, como uno de los ancestros de Cristo.
Considere lo siguiente, la profecía de Jeremías es muy clara, Dios ha
expresado su voluntad, diciendo que ninguno de la descendencia de Conías “logrará sentarse sobre el trono de David, ni
reinar sobre Judá” (Jer. 22:30).
Jerusalén está en Judá. Jesús
nunca reinará en Judá, Él jamás contradecirá las Escrituras ni quebrantará las
profecías de su reinado.
¡Jesús ya está reinando!
Jesús ya está reinando, “Porque preciso es que él reine hasta que
haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que
será destruido es la muerte” (1 Cor. 15:25,26).
No cabe duda de que Jesús ya se ha sentado en el trono de su reino a la diestra del Padre en los cielos, porque “…habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3), “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10:12). Según la explicación del apóstol Pedro, Cristo ya se ha sentado en el trono de su gloria y ha cumplido la profecía respecto a su reinado (Hech. 2:30-36).
Pero, todo lo anterior, nos deja con la interrogante ¿en cuál trono está sentado Jesús? ¿De quién es el trono en el cual Cristo se sentó? Según el premilenarismo, Jesús ahora está sentado en el trono de Dios, pero cuando vuelva él se sentará en el trono de David, con esto el premilenarista hace distinción entre los dos tronos. Semejante exégesis resulta en un absurdo, las Escrituras afirman algo totalmente contrario.
No cabe duda de que Jesús ya se ha sentado en el trono de su reino a la diestra del Padre en los cielos, porque “…habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3), “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10:12). Según la explicación del apóstol Pedro, Cristo ya se ha sentado en el trono de su gloria y ha cumplido la profecía respecto a su reinado (Hech. 2:30-36).
Pero, todo lo anterior, nos deja con la interrogante ¿en cuál trono está sentado Jesús? ¿De quién es el trono en el cual Cristo se sentó? Según el premilenarismo, Jesús ahora está sentado en el trono de Dios, pero cuando vuelva él se sentará en el trono de David, con esto el premilenarista hace distinción entre los dos tronos. Semejante exégesis resulta en un absurdo, las Escrituras afirman algo totalmente contrario.
“También Salomón se ha sentado en el trono del reino” (1 Rey. 1:46, énfasis nuestro).
“Además el rey ha dicho así: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que ha
dado hoy quien se siente en mi trono, viéndolo mis ojos” (1 Rey. 1:48, énfasis nuestro).
“Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino
fue firme en gran manera” (1 Rey. 2:12,
énfasis nuestro).
“Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de
David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel” (1 Cron. 29:23, énfasis nuestro).
Según los pasajes anteriores el trono
de David, que luego fue el trono de Salomón, era el trono de Dios.
Según VINE, el significado básico de “trono”
(kisee'), en el Antiguo
Testamento es “asiento de honor”. Kisee' aparece 130 veces en el Antiguo Testamento hebraico y, como era de
esperarse, es más frecuente en los libros históricos que en los proféticos. Pocas veces se halla en el Pentateuco. La palabra Kisee' también se usó para
representar la monarquía y la sucesión para ocupar éste cargo.
Ahora bien, el problema que los premilenaristas
tienen aquí es que automáticamente piensan en un “mueble”, un silla física y
literal, cuando leen la palabra “trono”.
A ellos les preguntamos ¿Dios está sentado sobre una “silla física” (un
mueble)? Si no, ¿cómo explican los
varios textos donde Dios aparece en un trono?
Por ejemplo: “Reinó Dios sobre las
naciones; Se sentó Dios sobre su santo trono” (Sal. 47:8). “Al que venciere, le daré
que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con
mi Padre en su trono” (Apoc. 3:21).
Este último pasaje nos indica que todos los
cristianos vencedores, estamos entronizados con Jesús y con el Padre en un
trono… ¿Un “mueble” físico?
El sustantivo “trono” hace referencia al derecho para regir, y sólo Jehová Dios
puede otorgar semejante privilegio. Siempre es
el mismo trono para quienquiera que esté sentado en él.
Jesús está ahora sentado
sobre el trono de David
Lo que hemos visto, hasta
ahora, debiera ser suficiente como para convencer a todo noble corazón de que
Jesús ya está reinando con poder y gloria. Pero, si usted todavía tiene dudas
consideremos las palabras del inspirado apóstol Pedro:
“Varones hermanos, se os
puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su
sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado
que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se
sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su
alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos
nosotros somos testigos. Así que,
exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del
Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él
mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de
Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho
Señor y Cristo. Al oír esto, se
compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones
hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para
vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro
Dios llamare” (Hech.
2:29-39)
¿Cuál es la promesa referida en Hechos 2:39? O más bien, ¿qué promesa se mencionó en el
contexto y que está conectada con el perdón de los pecados?
Dios le había jurado a David que de su descendencia, en cuanto a la
carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono (Hech. 2:30). A este Jesús resucitó Dios, de lo cual los
apóstoles son testigos (Hech. 2:32). Porque Jesús “…habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de
sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3;
cf. 10:12).
La promesa referida (Hech. 2:39) es la salvación por gracia por medio
de la fe en Jesús como el Cristo, el Rey Redentor. ¡Jesús está ahora sentado
sobre el trono de David! Y por él es posible el perdón de los pecados y la
salvación eterna.
Conclusión
¿Regresará Jesús a la tierra para reinar por mil años desde el trono
literal de David en Jerusalén? Según hemos aprendido, Jesús no puede regresar a
la tierra para establecer un reino físico. La profecía lo prohíbe. Y Jesús,
quien es Dios, no contradice su palabra.
Además Jesús nunca afirmó que establecería un reino terrenal, el afirmó
todo lo contario: “Mi reino no es de este
mundo” (Jn. 18:36).
Jesús está ahora sentado en el trono de David, en el cielo. El trono
de David en realidad es el trono de Jehová (1 Cron. 29:23). Como dijo el
inspirado apóstol Pablo “la cual operó en
Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo
nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”
(Ef. 1:20,21).