Por Josué I. Hernández
Cientos de millones de personas en
todo el mundo se han enterado de la transformación de “Caitlyn Jenner” (el
antes “Bruce Jenner”). El interés en la historia ha sido tal, que rápidamente
ha logrado el codiciado #1 en el motor de búsqueda Google. Sin embargo, esto es
en realidad un triste testimonio de la situación cultural actual. Lo que Jenner
ha hecho no es “bueno” ni tampoco “valiente”, él no es un “héroe”, como ha sido
declarado jubilosamente por muchos de los “expertos” de los medios. Lo que él
ha hecho, sin duda es deshonroso y detestable.
Es difícil contemplar las influencias
de comportamiento a las cuales los jóvenes de nuestro tiempo están expuestos. Se
ha estimado que decenas de millones de dólares “Caitlyn” ganará con su “transformación”.
La fama y el dinero hacen que sus malas acciones sean aún más atractivas para
millones de personas equivocadas en nuestra sociedad.
Moisés escribió, “No vestirá la mujer
traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a
Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Deut. 22:5). Este
pasaje apunta directamente a la cuestión de la identidad sexual. Es detestable
a los ojos de Dios el que hombres y mujeres procuren vestirse y comportarse
como del sexo opuesto. No obstante, los recientes avances en la tecnología
médica han llevado a estas “transformaciones” a un nivel completamente nuevo,
mucho más allá de la mera vestimenta y comportamiento, directamente a las
cirugías de “cambio de sexo”. Bruce Jenner se sometió a una cirugía de “feminización
facial” y a terapias hormonales. Algunos informes hablan de sus implantes de
mama y cirugías en la manzana de Adán, y de los planes de él para someterse a
una cirugía radical de cambio de sexo.
A pesar de los procedimientos quirúrgicos
que han superado las advertencias particulares de Deuteronomio 22:5, la palabra
de Dios sigue hablando al mundo, y el principio de advertencia sigue en pie,
porque “desde el principio de la creación, varón y
hembra los hizo Dios” (Mar. 10:6; Gen.
2:24). Los hombres tienen cromosomas masculinos y las mujeres tienen cromosomas
femeninos. Los hombres tienen órganos sexuales masculinos y las mujeres tienen
órganos sexuales femeninos. La homosexualidad en cualquiera de sus formas sigue
siendo pecado, y por lo tanto, algo malo (Rom. 1:26,27; 1 Cor. 6:9), y los
procedimientos de “cambio de sexo” no son buenos.
Cuando se necesitan terapias
hormonales, éstas deben ser administradas en consonancia con el propio género
real del individuo, y no de una manera contraria a la verdadera identidad
sexual de la persona.