Por Josué I. Hernández
A veces los musulmanes también niegan que Jesús haya dicho ser el “Hijo de Dios”. En fin, todas estas afirmaciones, y otras semejantes, son un ejemplo notable de cómo el Islam está dispuesto a fabricar teorías de su agrado, dejando a un lado todas la evidencia pertinente a la cuestión.
Es innegable, que cuando los musulmanes presentan estos argumentos ellos dan a conocer elocuentemente la visión islamista respecto a Jesucristo. Ellos dicen que “Jesús nunca dijo ser Dios o el Hijo de Dios…” y sostienen que Cristo fue sólo “un siervo y apóstol de Dios en el mismo sentido que lo han sido varios otros como Moisés”.
En el presente artículo, nos vemos obligados a comentar estas aseveraciones absurdas, y de paso, defender la verdad del evangelio del ataque fraudulento del Islam.
Profecías del
Antiguo Testamento cumplidas por Cristo
¿Hay alguna evidencia en el cuerpo escritural del Antiguo Testamento de que Dios vendría a este mundo en forma humana?
El profeta Isaías declaró: “la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is. 7:14), y sabemos que Emanuel “traducido es: Dios con nosotros” (Mat. 1:23). Entonces, tenemos una profecía cumplida de aquel que en forma humana poseería la naturaleza de Dios. Emanuel no sería el nombre propio del Hijo de Dios (Mat. 1:21) sino un claro indicativo de divinidad, Dios en forma humana (Jn. 1:1, 14).
Isaías también anunció: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Is. 9:6). Aquí vemos que la humanidad del Mesías es indicada por los términos “niño” e “hijo”, y a la vez, su divinidad es indicada por los términos “Dios Fuerte”, “Padre Eterno” y “Príncipe de Paz”. Semejante lenguaje sólo puede ser aplicado a aquel que es Dios en la carne.
El profeta Miqueas escribió: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miq. 5:2). Que esto también fue cumplido por Cristo no admite duda (Mat. 2:6).
La naturaleza humana de Jesús es sugerida porque su nacimiento fue en Belén, a su vez, su naturaleza divina es claramente indicada en la frase “Señor en Israel… desde los días de la eternidad”. Sólo Jehová posee semejantes características y “sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.
La noche que fue entregado, Cristo citó a Zacarías y lo aplicó así mismo. Zacarías había dicho: “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas; y haré volver mi mano contra los pequeñitos” (Zac. 13:7; Mat. 26:31; Mar. 14:27).
Dos puntos son de especial interés para nuestro estudio. En primer lugar, el pastor sería un hombre condenado a muerte. En segundo lugar, este pastor sería compañero (prójimo) de Jehová de los ejércitos, revelándose la íntima relación de este hombre con la Deidad. Y éste último término (“compañero” = “prójimo”) se utiliza comúnmente en el libro de Levítico para señalar a un prójimo en igualdad de condición con aquel que tiene en frente (Lev. 6:2; 18:20). El hecho de que el Mesías sería “prójimo” de Jehová es un testimonio elocuente de su incuestionable divinidad, el Mesías sería el Hijo de Dios, es decir “Dios el Hijo”.
Jesús, el Hijo de
Dios
Vamos a considerar el argumento islamista de que “Jesús jamás afirmó ser el Hijo de Dios”. Una afirmación totalmente irresponsable - que nos desafía a presentar una explicación y evidencia racional – porque existe una amplia evidencia en los Cuatro relatos del Evangelio, de lo contrario.
- El apóstol Mateo registró a Cristo afirmando que Dios era su Padre, “mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21; cf. 10:32; 16:17). Lo mismo lo vemos, por ejemplo, en la parábola de la fiesta de bodas (Mat. 22:1 y sig.) En esto es importante destacar que cuando Cristo afirmó su relación con Dios como su Padre, a la vez hizo una distinción entre la relación de él con el Padre y la de otros con el Padre: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn. 20:17; cf. 5:17-18). Cristo no es “un hijo de Dios” como lo soy yo, Cristo es “El Hijo de Dios”.
- Cristo se describe como el “Hijo amado” en la parábola de los labradores malvados, según fue registrado en Marcos 12:6. Además, bajo juramento ante el sumo sacerdote, Jesús confesó que él era el Hijo del Bendito (Mar. 14:61-62).
- Lucas señala que Cristo reconoció a Dios como su Padre – de una manera única - cuando sólo tenía doce años: “… ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Luc. 2:49). Además, debemos observar lo que Cristo expresó cuando dijo: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Luc. 10:22).
- Varias veces en el relato del Evangelio Según Juan, Cristo, se refiere a sí mismo como “el Hijo de Dios” (5:25; 9:35; 10:36; 11:4, etc). Incluso, Cristo afirmó “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30). El término griego traducido “uno” es una forma neutra, lo que indica que Cristo y el Padre comparten la misma naturaleza. La evidencia es aún más contundente cuando leemos “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18), y luego, recordemos que Cristo también dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9).
Conclusión