Los “lazos de comunión” no se estrechan con convivios



Por Josué Hernández


Reconocemos la importancia de que los individuos cristianos se asocien perseverando en ello, y además lo recomendamos, “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hech. 2:46). Sin embargo, el presente artículo apunta al hecho de usar los convivios como medio de acercar a la comunión a quien no acepta todo lo revelado por Dios en su palabra. 

Hay diversas reuniones que se están realizando continuamente entre hermanos, pero aquí nos referimos específicamente a convivios como un mecanismo para “estrechar lazos de comunión”. ¿Es bíblico hacer esto?

No son pocos los que piensan que los lazos de “comunión en Cristo se estrechan con convivios. Quien se expresa así no ha comprendido la realidad bíblica acerca de lo que es la comunión en Cristo, como entramos a ella y como nos mantenemos en ella. No podemos solucionar temas doctrinales con comida y diversión, como si el sólo hecho de “comer juntos” acercará a errado al conservadurismo doctrinal en la luz del Señor (cf. Ef. 5:8-11; 1 Jn. 1:5-7). Este es el punto en discusión.

“El cristiano no debe tener comunión con el pecado. Algunos hermanos dicen que no están de acuerdo con los que enseñan error sobre el divorcio y nuevas nupcias, sobre la Deidad de Cristo, sobre la Creación, etc., y aun enseñan la verdad y denuncian estos errores, pero todo es en vano si van tomados del brazo, teniendo comunión con los proponentes de estos errores. La influencia de todo evangelista, anciano, maestro, etc. no va con su predicación sino con su comunión; es decir, si enseña la verdad, pero persiste en recibir y tener comunión con el hermano que enseñe error (o la iglesia que enseñe o practique el error) su influencia  no apoya la verdad sino el error. Esta sencilla verdad se ha observado en muchos casos a través de los años. Por correctos que sean en su predicación todo es en vano si tienen comunión con hermanos infieles” (Wayne Partain, Unidad en la Diversidad).

El sustantivo “comunión” (gr. “koinonia”) es una de las palabras clave del evangelio de Cristo. Es un término muy significativo, pues abarca todo lo que tenemos “en común” como cristianos, es decir, todo lo que compartimos, todo aquello en que participamos por el evangelio en Cristo, el cual es la base de nuestra comunión (cf. Jn. 17:6,8,14,17; 1 Jn. 1:3,6,7). Pero, una comida no puede acercar a la comunión a quien no comulga con todo lo que deriva del Espíritu Santo (cf. 2 Cor. 13:14). Cristo no envió a los apóstoles a comer para convencer, sino a predicar la verdad (Mat. 28:20; Luc. 24:47; Hech. 1:8), y los problemas doctrinales que surgieron en el primer siglo no fueron solucionados con comida, sino con una apelación a la palabra de Dios (cf. Hech. 15:1-21; 2 Tim. 4:2).

Desde luego, hermanos fieles procuran ser más cercanos, comen juntos, participan juntos en deportes, y viajan juntos, etc., pero el sustantivo griego “koinonia”, que se usa para distinguir la coparticipación en Cristo, no se usa de tales actividades sociales. La palabra “comunión” (gr. “koinonia”) bíblicamente se usa de: La cena del Señor (1 Cor. 10:16); la ofrenda para santos necesitados (Hech. 2:44;4:32; 1 Cor.16:1,2; Heb. 13:16); la comunión en el evangelio (Fil. 1:5; 4:15, 16); sufrir juntos por Cristo, etc. Pero jamás el Espíritu Santo reveló que los “lazos de comunión se estrechan con convivios”. En una ocasión, el apóstol Pablo comió con varios inconversos (Hech. 27:34-36), ¿tuvo comunión con ellos al hacer esto?

Alguno dirá, “pero los cristianos de Jerusalén comían juntos para estrechar lazos de comunión (Hech. 2:46)”, pero esto no es verdad. Lucas no registró que ellos comían para crear y estrechar la comunión en Cristo. El verbo griego “metalambano” (“comían juntos”, Hech. 2:46) no es “koinonia”, aquella palabra usada de la coparticipación en Cristo. 

Que hablemos como la Biblia habla. Los convivios y paseos son divertidos, y son buenos entre cristianos fieles. Pero, la comunión en Cristo no se crea ni se fortalece por comer. La sincera fidelidad a Cristo no es divertida (entretenida), pero es para vida eterna, y la comida y la diversión no la reemplazan.