Por Josué I. Hernández
A pesar de la creencia popular de que toda oración es oída y respondida
por Dios (sin importar que dicha oración sea contraria a su voluntad o
realizada por un pecador inconverso) la Biblia afirma algo totalmente distinto.
El presente artículo trata de esto.
Las Sagradas Escrituras afirman preciosas y grandísimas promesas como
respuesta a las oraciones de los cristianos, quienes tienen a Cristo como
mediador (1 Tim. 2:5) y Sumo sacerdote en los cielos (Heb. 4:14-16).
Dios está consciente de todo, del pensamiento, la conducta y las
palabras de los hombres (Mat. 12:36; Apoc. 20:12), porque no hay cosa creada
que no sea hecha manifiesta en su presencia (Heb. 4:13). Dios todo lo oye y lo
sabe. Pero este no es el punto en discusión.
“Dios me oye”
Muchos, emplean la frase "Dios me oye" para implicar que Dios
"responde" a sus oraciones sin importar lo pedido en la oración o que
el pecador no está haciendo la voluntad de Dios (1 Jn. 5:14,15). Pero no hay
prueba bíblica de que Dios responda las oraciones del pecador ajeno al pueblo
de Dios. La evidencia escritural apunta al contrario, Dios responde solamente
las oraciones de su pueblo santo para conceder las peticiones (1 Tim. 2:8; 1
Ped. 5:7; 2:9; Prov. 15:29; 1 Jn. 5:14,15).
En las Sagradas Escrituras, cuando Dios oye una oración, ésta oración ha
sido considerada para ser respondida (Sal. 32:6). Entonces, bíblicamente
hablando, decir que Dios oyó la oración, es decir que responderá dicha oración
(Jer. 29:12). Tenemos varios ejemplos de esto, en el libro de los Salmos
(Salmos 5:2; 17:1; 34:6; 34:17; 55:16; 102:1). A esta evidencia bíblica se
refería, el que había sido ciego, cuando dijo: “Y sabemos que Dios no
oye a los pecadores” (Jn. 9:31).
Cuando la Biblia dice que Dios no oirá la oración, afirma que no la
responderá (Is. 1:15). Aunque Dios está consciente de todo y todo lo sabe (Heb.
4:13; Sal. 33:13-15) él no oye (responde) al pecador aparte de obediencia del
pecador al evangelio.
La “oración del pecador”
La popular “oración del pecador” es una doctrina relativamente nueva,
iniciada en 1930 por Billy Sunday y popularizada por Billy Graham. Esta oración
es recitada para que el pecador sea justificado por la fe en Cristo y sea hecho
un hijo de Dios simplemente orando. Es procurar la salvación por la fe sola,
según la doctrina bautista. Pero, Cristo no mandó que los pecadores oren, sino
que obedezcan el evangelio (Mar. 16:15-16) y esto es precisamente lo que él
espera que los pecadores hagan. Nadie puede ser bendecido “en Cristo” sin
obedecer el evangelio (Hech. 2:38, 41, 47; Gal. 3:26-27; 1 Cor. 1:30-31; Ef.
1:3). La oración a Dios como Padre, es una bendición que pertenece solamente a
los cristianos (Mat. 7:7-12; 1Ped. 1:17).
En las campañas de predicación de los diversos grupos protestantes,
comúnmente el llamado “ministro” hace pasar adelante a los considerados
“pecadores inconversos” para que repitan una “oración” que él tiene preparada
para ellos. Dicha recitación es la “oración del pecador” a través de la cual el
pecador orando es, supuestamente, salvo por gracia. Esta “oración del pecador” también
es promovida a través de la radio y la televisión, cuando el llamado “ministro”
termina su predicación, él invita a los pecadores a que hagan esta oración y
repitan lo que deben pronunciar con sus propios labios. También, incluso, dicha
“oración del pecador” está escrita en varios materiales publicados, tanto así,
que varias Biblias y Nuevos Testamentos de las Sociedades Bíblicas Unidas
tienen la “oración del pecador” en una de las páginas iniciales o en las
finales.
No obstante, Dios no oye la oración del pecador para salvarle solamente
porque la persona sinceramente oró por la salvación, o por otra bendición que
sea condicional en el plan de Dios de salvación. En cambio, Dios sí “oye” (toma
nota de) las oraciones del pecador que busca la verdad y en su providencia Dios
ve que la persona halle lo que busca, que es la salvación por medio del
evangelio de Cristo (Mat. 7:7,8).
Argumentos a erróneos a la luz de las Escrituras
El Señor Jesús, durante su ministerio terrenal, pronunció una famosa
parábola sobre dos pecadores judíos, uno fariseo y otro publicano, que vivían
bajo la ley de Moisés (Luc. 18:10-14). Ambos eran del pueblo de Dios, pero
ambos habían pecado contra Dios. Cuando llegó la hora, ambos subieron al templo
a orar, pero la actitud manifestada por el publicano fue bendecida y la del
fariseo no.
Este texto es uno de los varios textos bíblicos usados, según la
doctrina protestante, para enseñar que el pecador solamente tiene que orar
humildemente a Dios pidiendo misericordia y perdón; pero, este publicano no es
ejemplo para los pecadores de la actualidad que nunca han obedecido al
evangelio de Cristo. El publicano de la parábola era judío, y desde su
nacimiento, era hijo de Dios. Decir lo contrario, es sacar este pasaje de su
contexto.
Varios textos bíblicos afirman que Dios no oye a los pecadores (Job 35:12;
Sal. 18:41; 66:18; Prov. 15:29; 28:9; Isa. 1:15; 59:2; Jer. 11:11; 14:12; Ezeq.
8:18). Entonces, ¿podrán los pecadores inconversos orar y recibir respuesta
divina a sus oraciones mientras siguen en su pecado? La Biblia no manda a que
los inconversos oren, no hay promesa de respuesta a tales oraciones a través de
Cristo como mediador.
Saulo de Tarso estaba orando, pero Ananías
le dijo, "¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus
pecados, invocando su nombre" (Hech. 22:16). Dios tomó nota de
los actos de arrepentimiento de parte de Pablo, pero lo que le faltaba hacer
fue obedecer las instrucciones de Ananías enviado por Dios. Pablo no estuvo
dependiendo de sus oraciones para salvarse.
Cornelio estaba orando (Hech. 10:2), pero
el ángel le dijo que debía enviar "hombres a Jope, y haz venir a Simón,
el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás
salvo tú, y toda tu casa" (Hech. 11:13, 14).
No hay base escritural para afirmar que Cornelio oraba y Dios respondía
sus oraciones para bendecirle con respuestas y salvarle. Si en oración Cornelio
pedía que Dios le permitiera hallar la verdad que él buscaba, Dios ciertamente
le otorgó la ocasión para conocer esa verdad (Mat. 7:7,8) por medio de la
predicación de Pedro (1 Cor. 1:21). Cornelio era “temeroso” pero
aun así necesitaba salvación (Hech. 11:14). La oración por sí sola no le
ayudaría, él necesitaba obedecer el evangelio. Cornelio era “justo” (Hech.
10:22) relativamente hablando, pero no era justo absolutamente, porque “no hay
justo, ni aun uno” (Rom. 3:10).
Conclusión
Todos debemos entender la voluntad de Dios (Ef. 5:17) leyendo la
Escritura (Ef. 3:4) respetando las afirmaciones de acuerdo a su contexto, para
hablar conforme a las palabras de Dios (1 Ped. 4:11) sin ir más allá de lo que
está escrito (1 Cor. 4:6). En base a esto sabemos que el pecador está
muerto “en delitos y pecados” (Ef. 2:1) y por lo tanto está
separado de Dios (Is. 59:2). La muerte es separación (Stgo. 2:26).
El pecador necesita obedecer el evangelio, recibiendo así el amor de la
verdad (2 Tes. 1:8; 2:10) y esto es precisamente lo que el Señor quiere que el
pecador haga (Mar. 16:16).