¿Qué dice la Biblia acerca de la oración del pecador?



Por Josué I. Hernández


La llamada “oración del pecador” para la salvación por la fe sola, es desconocida en las Escrituras. Según el registro inspirado, es imposible que el pecador sea salvo por alguna oración. Es más, la Biblia afirma que Dios no oye a los pecadores (Job 35:12; Sal. 18:41; 66:18; Prov. 15:29; 28:9; Isa. 1:15; 59:2; Jer. 11:11; 14:12; Ezeq. 8:18). El presente artículo trata de esto.

La oración del pecador es prácticamente desconocida antes de Billy Sunday quien comenzó a enseñar esta nueva doctrina en 1930. Pero, el responsable principal de la proliferación de esta novedosa práctica fue Billy Graham desde 1935. 

Ningún cristiano hablaba de alguna “oración del pecador” en el primer siglo, por esto no podemos encontrar ejemplo de esta práctica en el Nuevo Testamento. Y como el lector se informará, la práctica de “orar para ser salvo” es relativamente “nueva”, de la época contemporánea. 

La llamada “oración del pecador” no es de Dios sino de los hombres (Mat. 15:9). En vez de promover la salvación, la oración del pecador promueve el suicidio espiritual de muchos, quienes luego se “sentirán” seguros de ser salvos durante toda su vida. 

Ningún apóstol, profeta o evangelista, del primer siglo, mandó a los pecadores que orasen para alcanzar la justificación por la fe en Cristo. Podemos ver en el libro de los Hechos, en los casos bíblicos de conversión, que los que oían la predicación del evangelio y creían la palabra de Dios, eran persuadidos y motivados para que se arrepintieran de sus pecados, confesaran la deidad de Cristo como Señor y fueran bautizados para el perdón de sus pecados (Hech. 2:38, 41, 47; 8:37-38; 22:16). Nadie puede ser salvo sin el bautismo “para el perdón de los pecados” que Cristo mandó (Mar. 16:16; Gal. 3:26-27; 1 Ped. 3:21). 

Luego de la apostasía, (2 Tes. 2:3; 1 Tim. 4:1) la sabiduría humana dejó a un lado la revelación novo testamentaria para innovar e ir más allá de lo que el Espíritu Santo había revelado a través de los apóstoles. Ya no se hablaría conforme a las palabras de Dios (1 Ped. 4:11) sino al pensar de los hombres. 

Se sustituyó el bautismo de creyentes penitentes, por el bautismo de infantes, siendo este último “bautismo” no una inmersión (lo que la palabra significa) sino una “aspersión” sobre los recién nacidos, quienes según el Calvinismo heredan la naturaleza corrupta por la cual están depravados. Luego, con las reformas protestantes, el denominacionalismo resultante y la influencia del modernismo, la "oración del pecador" se estableció como la práctica oficial de muchas sectas y el caballo de batalla de varios “televangelistas” en sus “campañas” de predicación sectaria. 

Lo que se afirma comúnmente acerca de “la oración del pecador”

Cierto líder religioso afirma lo siguiente: Es una simple oración, de sólo tres partes. “Oh, Señor, por favor, perdona mis pecados. Por favor, entra en mi vida. Por favor, dame el regalo de la vida eterna.” Para muchos, esta oración fue el punto de cambio de sus vidas. Es aquí cuando aceptaron al Señor en sus vidas.  Ellos dijeron esta sencilla oración porque ellos fueron confrontados con la bondad y misericordia de Dios. Esa bondad era contrastada con sus pecados y ellos se humillaron a sí mismos ante el Señor. Por esto esta simple oración es a menudo llamada ‘La Oración del Pecador’.” 

Como el lector podrá constatar, la oración del pecador está constituida de partes esenciales para la salvación por la fe sola. Según la cita arriba, esta oración es el punto de cambio en la vida de la persona, cuando es confrontada con la bondad y la misericordia de Dios. ¡Pero esto es totalmente falso! No hay ejemplo bíblico en el Nuevo Testamento de un pecador siendo salvo por hacer dicha oración proveniente de la imaginación de los hombres. 

Nadie es confrontado con el amor, la bondad y la misericordia de Dios, es decir, su gracia (Tito 2:4-5, 11), sin prestar oído a la palabra de la gracia de Dios (Hech. 20:32), es decir, el evangelio de la gracia de Dios (Hech. 20:24). 

El pecador está muerto “en delitos y pecados” (Ef. 2:1) y por lo tanto está separado de Dios (Is. 59:2). La muerte es separación (Stgo. 2:26). En esta condición, el pecador no puede acceder a la presencia de Dios con Cristo como Sumo sacerdote (Heb. 4:14-16) y mediador (1 Tim. 2:5) ¿Cómo entonces tal pecador inconverso podría orar para su salvación? 

Jesucristo es Sumo sacerdote (Heb. 3:1; 7:24-25) de los que ya son sacerdotes (Heb. 3:6; 1 Ped. 2:9; Apoc. 1:6), el pecador ajeno al pueblo de Dios no es un sacerdote, pues no pertenece a éste pueblo santo, la iglesia de Cristo (Mat. 16:18; Hech. 2:38, 41, 47). Así como el gobierno reconoce una distinción entre el ciudadano y el extranjero, Dios también. El no-cristiano, es decir el pecador ajeno al pueblo de Dios, no puede disfrutar de los beneficios de la oración que son solamente para los cristianos. 

Realizar la oración del pecador no hace del pecador un cristiano, sino un miembro del sistema denominacional apóstata. Tanto los líderes religiosos como quienes los siguen están perdidos en su sistema de doctrinas humanas, y Cristo dijo: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mat. 15:13). 


La oración del pecador en la actualidad

Un ejemplo gráfico de “la oración del pecador” se encuentra en la tercera hoja de la Biblia de Estudio Harper Caribe, edición Reina Valera 1960, donde se instruye a los lectores a realizar dicha oración para ser salvos: “Crea en su corazón y confiéselo con su boca en una oración como ésta: “Señor Jesús, creo que eres el Hijo de Dios que murió por mis pecados y resucitó. Me arrepiento de mis pecados y te pido que me perdones. Envía ahora tu Espíritu Santo a mi corazón para darme el poder de rechazar lo malo y c aminar en tu voluntad. Gracias por haberme salvado y haberme hecho partícipe de tu reino en este día. Amén.” 

Párrafos como el anterior, están impresos en distintos materiales de estudio que afirman ser “bíblicos”, como también en diversas versiones de la Biblia. Lamentablemente, dichas “oraciones modelo” resultan ser un modelo que dirige a los lectores a suicidarse al recitar una “oración” que les asegura el perdón de los pecados, la guía sobrenatural del Espíritu Santo, la salvación por la fe y la participación en el reino. 

El apóstol Pedro no mandó a la multitud del día de Pentecostés: “levanten su mano y repitan esta oración…” 

La profecía de Joel decía: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hech. 2:21) y esto es precisamente lo que el apóstol Pedro enseñó cómo hacer, cuando dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38).

Lo mismo podemos ver en la conversión de Saulo, como en las demás conversiones en el libro de los Hechos. Saulo invocó el nombre del Señor cuando obedeció a las instrucciones de Ananías: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16).

A pesar de que Cristo no mandó que los pecadores oren, sino que obedezcan el evangelio (Mar. 16:15-16; Hech. 2:38, 41, 47; Gal. 3:26-27), la población general ha depositado su confianza en los hombres y no en Cristo, desobedeciendo las claras palabras del Señor para los pecadores inconversos: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Mar. 16:16).

La sencilla verdad es que muchos “estudiantes de la Biblia” son cómodos, pues no examinan las prácticas que sus líderes religiosos promueven (1 Tes. 5:21; Hech. 17:11) sino que entregan todo su amor a una determinada denominación que enseña “como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mat. 15:9) dónde sus líderes son “ciegos guías de ciegos” (Mat. 15:14).

¿Por qué es tan popular la oración del pecador?

La oración del pecador, aun siendo desconocida en las Escrituras, es abrazada por muchos como un medio eficaz para alcanzar la salvación por la fe ¿Cuál es la razón de ello? Y, si existe alguna razón, ¿es esta suficientemente poderosa como para invalidar la palabra de Dios? ¿Acaso dicha razón está disfrazada con textos bíblicos torcidos?

El calvinismo es el combustible que excita la llama de la oración del pecador y le da fuerza. El calvinismo, conocido también como teología reformada o fe reformada, es una corriente sincrética filosófico-religiosa que llegó a mimetizarse con el cristianismo en los primeros siglos de nuestra era de manera lenta y progresiva.

Según el calvinismo, el hombre es impotente de hacer algo y alcanzar la salvación, ya que es depravado desde el vientre de su madre, habiendo heredado una naturaleza corrupta. Por lo tanto, no pudiendo hacer algo, el hombre sólo debe creer para ser salvo por la fe sola.

Aquí encaja perfectamente la oración del pecador, la cual se vuelve coherente para quienes han abrazado los principios fundamentales del calvinismo. Sin embargo, pretender ser salvo por la oración del pecador no produce salvación para aquel que la recitó, seguirá perdido, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef. 2:12) a menos que obedezca el evangelio puro de Cristo (Mat. 16:15-16; Hech. 2:38, 41, 47) naciendo de nuevo (Jn. 3:3-5) siendo renacido por el evangelio de Cristo (1 Ped. 1:22-25) el cual es la semilla que produce cristianos (Luc. 8:15).

No es cuestión de llamar a Cristo “Señor” sino de obedecer su voluntad (Luc. 6:46). La salvación es condicional, y las condiciones han sido reveladas por el autor de la “eterna salvación” (Heb. 5:9; Mat. 7:21).

No importa lo popular que sea una práctica, lo importante es ¿ha sido esta doctrina revelada en las Escrituras para nosotros? La “oración del pecador” no supera la prueba, es desconocida en las Escrituras.