Por Josué I. Hernández
El mundo en el que vivimos facilita la deshonestidad en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, piense en lo fácil que es “hacer trampa” en los exámenes de la escuela, engañando al sistema para ser evaluado con una calificación no merecida. Es tanto el fraude que nos rodea, que debemos cuidarnos de no ser llevados por la corriente que nos invita a engañar a otros.
Muchos dicen: “todo el mundo lo hace ¿por qué yo no lo
haría?”, sin embargo, semejante proceder no busca lo correcto y verdadero,
sino lo popular y fraudulento. En cambio,
la Biblia dice: “No seguirás a los muchos
para hacer mal…” (Ex. 23:2). “Hijo mío, si los pecadores te quisieren
engañar, no consientas” (Prov. 1:10). “No mintáis los unos a los
otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Col. 3:9).
La clave para tomar las
decisiones correctas a pesar de las fuertes presiones, es darnos cuenta de que
el problema empieza y termina en nuestro propio corazón, y que el ejemplo de Jesús
ha de ser nuestro estándar en la vida. Aunque la equivocada mayoría nos presione
a defraudar, la decisión de hacer lo correcto, siempre está en nuestras manos.
Si queremos seguir el ejemplo
de Cristo y contar con su ayuda, hemos de esforzarnos por agradar a Dios, así
como Cristo lo hizo (cf. Jn. 8:29). Con una conciencia tranquila, todo
discípulo de Cristo puede vivir en paz a la vez que enfrenta las dificultades que
le rodean con integridad (Jn. 14:27). La paz de Cristo sólo es posible si lo ponemos
a él primero: “Entonces Jesús dijo a sus
discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el
que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mat. 16:24).
La deshonestidad no es parte
del carácter de un verdadero discípulo de Cristo. Por esto, nos instruye la
Escritura a procurar “lo bueno delante de todos
los hombres” (Rom. 12:17) para vivir “en toda piedad y honestidad” (1 Tim. 2:2), porque los que dan
fruto delante de Dios son los de “corazón bueno y recto” (Luc. 8:15). La integridad es
de grande estima delante de Dios.
¿Qué habría hecho Cristo si
hubiese tenido la oportunidad de hacer trampa en algunas clases durante su
infancia? ¿A caso creemos que él hubiera dicho: “todo el mundo lo hace ¿por qué yo no lo haría?”, para luego actuar
con deshonestidad?
Si usted es cristiano, así
como yo lo soy, entenderá la importancia de guiar nuestra vida por las normas
morales de Cristo, sin importar lo que la mayoría quiera o no de nosotros.
Nunca podríamos imaginar a Jesús enseñándonos a ser mentirosos, fraudulentos y
engañadores. Cristo jamás enseñó que “el fin justifica los medios”. Obviamente,
ningún buen fin, involucrará medios pecaminosos.
Cristo dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en
los cielos” (Mat. 5:16). Por lo tanto,
aunque hay diversas situaciones difíciles que se dan en el salón de clases, la
decisión nuestra girará en torno a la gran pregunta: “¿Qué haría Jesús en mi
lugar?”
En un mundo corrupto, es
difícil actuar legítimamente cuando lidiamos con las pruebas de la vida o bajo la
presión de la mayoría. Pero, siempre podemos hacer lo correcto.
Debido a que los días de
colegio son una oportunidad significativa para sentar las bases para una
fructífera vida adulta, no desaproveche su juventud haciendo trampa. Viva su
juventud en honestidad y piedad para la gloria de Dios.