Por Josué I. Hernández
Aunque el tabaquismo fue desconocido durante las
épocas en que la Biblia estaba siendo escrita, las sagradas Escrituras proporcionan enseñanza pertinente acerca de este mal hábito relativamente moderno.
En 1 Corintios 6:19-20, el apóstol Pablo escribió: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo
del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no
sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a
Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
La Biblia claramente afirma, lo que muchos
por negligencia ignoran, que el propósito del cuerpo es uno espiritual, para
glorificar a Dios en él. El cuerpo no es para que la persona haga cualquier uso
de él según sus gustos, deseos y/o cultura.
Tiene que usarlo según los dictámenes del Señor, “quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hech. 17:25).
La evidencia que presenta la ciencia moderna, es
concluyente, e incluso se exhibe públicamente en cada cajetilla de cigarrillos algún tipo de advertencia gráfica. Algo tan peligroso para la salud, y que
literalmente “mata lentamente”, no podría ser bueno para el individuo, la familia y la sociedad. Fumar es un hábito
contrario a las prácticas saludables, pues debilita y destruye la obra maestra física de Dios,
nuestro propio cuerpo.
Piense detenidamente en lo que apóstol Pablo escribió: “Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada
en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite” (Rom. 14:21). Luego, él afirmó: “Así que, los que somos fuertes debemos
soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada
uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación”
(Rom. 15:1-2).
Usando nuestro mejor entendimiento, comprendemos que la Biblia enseña que cada cual debe esforzarse por agradar “a su prójimo
en lo que es bueno” para que sean salvos (cf. 1 Cor. 10:32-33). Si con temas de opinión debemos mantener el amor,
renunciando al capricho y egoísmo, ¿cuánto más con un hábito que
destruye el cuerpo?
¿Sabía usted que una madre fumadora, sólo por su contacto cotidiano, hará que sus hijos fumen
alrededor de 60 cigarrillos al año? Sencillamente, fumar no es un acto de amor. Sin embargo,
la Biblia dice “El amor sea sin
fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”
(Rom. 12:9).
Además de todo lo anterior, bien sabemos que fumar
es un desperdicio de dinero. Es una pérdida acumulativa. Los cristianos deben ser fieles
mayordomos (Mat. 25:14-30), ellos se han informado que hasta su tiempo y su
dinero proviene del Señor.
¿Sabía usted que más del 90% de todas las
víctimas de cáncer de pulmón son fumadores? Los estudios científicos han
demostrado que los fumadores tienen más de tres veces mayor cantidad de ataques
al corazón.
No hay manera de justificar la destrucción deliberada del cuerpo, el cual debe ser “guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”
(1 Tes. 5:23).
La mayoría de los fumadores
morirá fumando, sin dejar su hábito morboso. Sin embargo, el fumador que ama a
Cristo encontrará en la Biblia muchas buenas razones para dejar de fumar.
Y, sobre todo, encontrará la fuerza para vencer el mal hábito (cf. 1 Cor. 6:11; Fil. 4:13).
Si usted desea dejar de fumar,
podrá hallar en Cristo toda la ayuda para hacerlo. Algunos fumadores
pueden dejar de fumar con alguna facilidad, mientras que a otros les resultará más difícil. Si usted está lidiando con este mal hábito, soporte las molestias del proceso recordando lo que Cristo sufrió por usted,
su agonía es pequeña en comparación con lo que Cristo sufrió para salvarnos.
Usted puede dejar de fumar por la causa de Cristo, por amor a su propia alma, y por el bien de todos los que se ven afectados por su ejemplo.