“No bebas más agua sola,
sino usa de un poco de vino, a causa de tu estómago, y de tus frecuentes
enfermedades” (1 Tim. 5:23, VM).
Por Josué I. Hernández
Todos podemos reconocer lo que indicó el apóstol Pablo a Timoteo como “receta” para tratar sus frecuentes enfermedades estomacales. Pero, el problema se genera cuando algunos intentan justificar el beber el licor destilado moderno según las costumbres y propósitos modernos. Lo más paradójico de todo esto, y es algo muy extraño, es el hecho de que algunos defiendan las bebidas alcohólicas citando de paso las palabras de Pablo a Timoteo fuera de su contexto, mal explicadas y corrompidas, y todo para satisfacer sus deseos carnales por el licor.
Debemos preguntar: ¿Qué dice la Escritura acerca del consumo de alcohol?
¿Debe el cristiano abstenerse o tiene el derecho de beber alcohol si lo
decide? ¿Qué dice Dios al respecto?
En primer lugar, lo que Pablo dijo a Timoteo no tiene aplicación directa
para la gente de hoy. La razón es obvia,
la condición de salud de Timoteo era tal que él ya no podía beber solamente agua, y debía hacer algo
urgente al respecto.
Quienes han viajado al extranjero saben que hay lugares donde el
tratamiento de las aguas es prácticamente inexistente, dichas aguas no se
pueden beber directamente por los gérmenes y bacterias que contienen. Si alguien bebe de dichas aguas se enfermará
del estómago y podría arriesgar incluso su vida. Así es como varios predicadores del evangelio
cargan algunas medicinas para su estómago en caso de enfermarse por beber agua
contaminada. Un cuadro semejante rodeaba
la salud de Timoteo, en aquellos días no existían los avances médicos de
hoy. Entonces la receta que Pablo proporcionó a Timoteo no tiene nada que ver con
el tomar diversas bebidas alcohólicas hoy en día.
En segundo lugar, el vino recomendado por el apóstol Pablo sería utilizado
con un estricto fin medicinal, como bien leemos, Pablo dijo “Ya no bebas agua sola, sino usa un poco de vino por
causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Tim. 5:23, LBLA). La receta del
apóstol era “por causa de tu estómago”,
no había ningún otro fin involucrado para el uso del vino recomendado por Pablo.
¿Cuántas personas beben agua mezclada con un poco de vino por causa de sus
estómagos? Bien sabemos que hay excelentes medicinas para curar diversos
males estomacales, y tomamos medicinas para ello hasta cuando el problema cesa. Lo mismo sería cierto en el caso de Timoteo.
Una vez que la enfermedad desapareciera Timoteo podría dejar de mezclar el agua con vino, tal como lo
haríamos hoy con alguna otra medicina prescrita por el médico.
En tercer lugar, hay una pequeña
palabra griega que muchos pasan por alto cuando leen el texto. La palabra es “oligos” traducida
“un poco” en nuestras versiones. Según
VINE, oligos debe entenderse así: “usado de número, cantidad,
y tamaño, denota pocos, pequeño, ligero… (Lo opuesto a polus, mucho)”.
¿Cuánto medicamento se toma cuando
estamos enfermos? ¿A caso no es una “pequeña” cantidad en comparación a
cualquier otra cosa? Todos sabemos de
recomendaciones médicas tales como “una cucharadita o dos… cada 8 horas…” Y sabemos que todos los que abogan por
consumir bebidas embriagantes no se conformarían con “una cucharadita o dos”,
ellos quieren más y sin restricción reglamentaria, salvo la que dicte su capricho.
Hay algo más que debemos considerar
aquí, pues varios licores modernos son capaces de elevar el alcohol en la
sangre casi instantáneamente, en cosa de segundos, aun cuando se beba una o dos
cucharaditas de ellos. Ni pensar en lo
que haría un vaso de tales bebidas alcohólicas destiladas. Es más, según los estimados más estrictos, el
vino fermentado de los días de Pablo, tendría que haberse bebido en galones
para embriagar al nivel que lo hacen los vinos modernos fortificados en cosa de
minutos.
En cuarto lugar, debemos mirar la
manera en que fue engañada Eva. Ella
sabía que Dios les mandó no comer del
fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal; había una advertencia
clara y una consecuencia si desobedecían.
Pero Satanás dijo a Eva “No moriréis; sino que sabe
Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como
Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gen. 3:4-5).
Satanás tentó a Eva con una astuta
mentira, y ella lo creyó. El engaño
surtió efecto, hubo un cambio en la mente de Eva, y el mismo árbol prohibido
ahora parecía tan seductoramente deseable, “Y vio la mujer que el
árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable
para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su
marido, el cual comió así como ella” (Gen 3:6). Del mismo modo Satanás engaña a las
personas que nos rodean para que beban los diversos licores del mercado, los
cuales son exhibidos en las mejores vitrinas y presentados de la manera más
seductora posible. Pero Dios dijo “El vino es escarnecedor, la sidra
alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio” (Prov.
20:1).
Vea también las advertencias sobre
los efectos morales y espirituales que acarrea el beber alcohol, y considere el
efecto morboso que producen: “¿Para quién
será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las
quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos?
Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la
mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará
dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades.
Serás como el que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un
mastelero. Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí;
cuando despertare, aún lo volveré a buscar” (Prov. 23:29-35).
Las Bodas de Caná
Ya que estamos en el tema del engaño, vamos a observar lo sucedido en las bodas de Caná de Galilea, donde Jesús convirtió el agua en “vino” (Jn. 2:1-11).
Muchos opinan, debido a que han sido
engañados por Satanás a través de sus propias concupiscencias (Stgo. 1:13-15), que
el Santo Hijo de Dios convirtió el
agua en alguna especie de “cabernet sauvignon” para que los hombres y mujeres
pudieran relajarse mientras se emborrachaban (cf. Gal. 5:19-21). Pero, ¿es posible afirmar que Cristo contradiría
la enseñanza de su Padre y el tenor de todas las Escrituras para producir algún
tipo de licor embriagador que dañaría moral y espiritualmente a quienes lo
consumieran?
No hay fundamento escritural para
sustentar la aprobación de Cristo para el consumo de bebidas alcohólicas. Jesús nunca cometió acto inmoral alguno, y es
totalmente ridículo creer lo contrario, pero esta es la inconsecuencia de los
que pretenden agradar a Dios con una Biblia en una mano y una copa de licor en
la otra.
En los tiempos de Cristo una fiesta
de matrimonio duraba siete días, y los huéspedes llegaban a diario. Por lo tanto, diariamente los asistentes
bebían “refresco”. Y si la familia no
podía atender adecuadamente a los invitados, dicha familia caía en una
vergüenza social, sin considerar los reclamos a la familia del novio. Una dificultad así, tan vergonzosa, jamás
sería olvidada y perseguiría a los recién casados a lo largo de sus vidas. En este contexto encontramos el clamor de
María cuando dijo: “No tienen vino” (Jn. 2:3).
Era un momento terrible, una
humillación que amenazaba a los recién casados.
Se había acabado el suministro de refresco
para los invitados, y ya no había nada que ofrecerles sin él.
Aquí queremos dejar una cosa muy
clara, los rabinos judíos condenaban la ebriedad en todos sus grados (si el
vino que se bebía hubiese sido fermentado, entonces varios de los asistentes ya
estarían ebrios de tanto tomar y Cristo hubiera prolongado su pecado). La tradición común y el método aceptado era
el diluir una parte de vino en tres partes de agua, de ahí que llamamos al vino
mezclado “refresco”, porque no se bebía el vino solo.
Los invitados, por lo general,
tomaban su lugar en la fiesta de acuerdo a su edad y rango, y comían por turno
siguiendo éste mismo orden y costumbre social.
Comúnmente la cena de una boda consistía en un cordero guisado con arroz
o cebada, además del vino que se bebía en la comida. Además de la conversación, se participaba y
se oía la recitación de algunos versos y se entonaban algunas canciones como
sana diversión social. Lo importante
aquí es que sepamos que los asistentes no se sentaban a beber durante todo el
día. Sin embargo, muchos tienen grabado
en la retina que la fiesta de las bodas de Caná fue una especie de orgía y
borrachera donde hombres y mujeres bebieron por una semana. Tal cosa no fue así. Sólo una mente perversa podría imaginar que
Cristo apoyaría una juerga de borrachos usando su poder divino para potenciar
la destrucción espiritual y física de los invitados a las bodas. El propósito de las señales de Cristo debe
distinguirse en todo milagro que el realizaba (Jn. 20:30-31).
La gente de hoy no puede usar el
registro bíblico del milagro en Caná para justificar las bebidas embriagantes
que desean beber debido a sus concupiscencias.
Cristo no contradice su Nuevo Pacto donde que condena la embriaguez y la
borrachera (Rom. 13:12-14; Gal. 5:19-21)
Obviamente el maestresala (Jn. 2:8)
no estaba para nada ebrio cuando probó “el
buen vino” que Cristo produjo con su poder, él supo la diferencia entre el
vino que antes había probado y el vino que Cristo produjo, tal discernimiento
da a conocer la sobriedad del maestresala durante los días de fiesta. A propósito, según VINE, el maestresala fue “el maestro de ceremonias en un convite… el
encargado de cuidar de que la mesa y los reclinatorios estuvieran bien
dispuestos, la comida en orden, y de gustar los alimentos y el vino…”.
Debemos entender bien la palabra “vino”, la cual es
usada por Juan para registrar la sustancia producida por Cristo (Jn. 2:1-11), y
el “medicamento” aconsejado por Pablo para tratar los males estomacales de
Timoteo (1 Tim. 5:23). En ambos textos
el sustantivo griego es el mismo (oínos); de esta palabra griega obtenemos la
vaga traducción “vino”, que muchos equivocados creen que fue algún tipo de “cabernet sauvignon” o algo parecido. Pero tal cosas
no es así. El “vino” que se bebió en las
bodas de Caná fue jugo de uvas, el cual se mezcló con agua para crear un
refresco común y apetecido en la época.
Las palabras del maestresala deben ser entendidas conforme al contexto
de la época y la santidad de Jesucristo.
Consideremos lo que éste maestro de ceremonias dijo al esposo: “Todo hombre sirve primero el buen vino, y
cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen
vino hasta ahora” (Jn. 2:10).
Nótese que el maestresala dijo “…y
cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior”. Con estas palabras él hizo referencia a la
costumbre común de aquella época, él no dijo que todos en la fiesta ya estaban ebrios, tal cosa es una deducción
fallida. Por lo tanto, la frase “cuando ya han bebido mucho” puede hacer
alusión directa a la saciedad de los invitados, o simplemente, según la
experiencia del maestresala, a la poca agudeza del gusto de los que no podrían
distinguir lo bueno de lo peor de los vinos involucrados.
Considérese, además, las siguientes deducciones
de Juan 2:10:
1. El maestresala no se refirió a los “invitados a las bodas” (Jn. 2:2) cuando expresó su parecer al
esposo, él sólo habló de lo que sabía por experiencia según la costumbre común
de las gentes de aquella época.
2. No son las palabras de Cristo las que fueron registradas por Juan aquí,
sino la opinión del maestro de ceremonias.
3. El maestro de ceremonias no intervino en ningún momento el “vino”
producido por Cristo, ni tampoco era el dueño del “vino” que antes ya se había
bebido. Según se ve, el responsable del
“vino” fue el esposo, a quien Cristo indirectamente benefició al obrar un
milagro que le aprobaría directamente en las fiestas de bodas delante de muchos.
4. Simplemente, no hay prueba alguna de intemperancia, borrachera o
excesos en la fiesta. No hay indicio de
alcohol, ni en los grados más bajos, en el vino bebido durante la fiesta.
5. El “buen vino” era el jugo
de uvas más reciente, más suave y sabroso, no el más potente de los destilados
de hoy.
En el griego clásico, “oínos” fue utilizado tanto para designar a la propia uva, como al jugo dentro de ella, el zumo prensado y las bebidas intoxicantes. Una palabra correspondiente en el idioma hebreo es “yayin”, la cual fue traducida por los eruditos hebreos del Antiguo Testamento con la palabra “oínos” en la versión Septuaginta. En fin, la palabra oínos se usa en la Septuaginta como un término genérico para designar al vino nuevo, al jugo de uva y al vino fermentado (cf. Num. 6:4; Jue. 13:4). Considérese, además, que el propio Mishná (el cuerpo exegético de tradiciones judías compiladas) indicó que los judíos tenían el hábito de usar el vino hervido para prevenir la fermentación del jugo, pero siempre le llamaban vino.
Según las Escrituras, el “vino” se podía “recoger” directamente de la
vid: “todos estos judíos regresaron
entonces de todos los lugares adonde habían sido echados, y vinieron a tierra
de Judá, a Gedalías en Mizpa; y recogieron vino y abundantes frutos” (Jer.
40:12).
Lo anterior es comprensible cuando entendemos que “vino” es una
referencia a la uva y a todos sus derivados, por esto el “vino” estaba sobre
los montes: “Y llamé la sequía sobre esta
tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite,
sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y
sobre todo trabajo de manos” (Hag. 1:11).
Varios autores clásicos mencionaron el “oínos” que no intoxicaba. Por
ejemplo, Plinio el Viejo, (23-79 D.C.), dijo: “Algunos vinos romanos eran tan espesos como la miel... El vino Albano
era muy dulce o delicioso y tomó el tercer lugar entre todos los vinos”. Así también, Quinto Horacio Flaco, conocido
simplemente como “Horacio” (nacido en 65 A.C.) dijo: “No hay ningún vino más dulce para beber que
el Lesbiano; que era como el néctar y más parecido a la ambrosía que al vino;
que era perfectamente inofensivo, y no produciría la intoxicación” (Pag.
220 de Anti-Bacchus).
Augustine Calmet (nacido en 1672) dijo: “los antiguos poseyeron el secreto de preservar los vinos dulces a
través del año entero” (Diccionario de la Biblia). Herman Boerhave (nacido en
1668) afirmó: “Al hervirse, el jugo de
las uvas más ricas pierde toda su capacidad para la fermentación, y se puede
preservar luego por años sin experimentar ningún cambio adicional” (Elementos
de la Química).
Varias otras declaraciones similares a las anteriores también son
proporcionadas por Aristóteles, Columella, Varro y Cato, entre varios otros,
quienes dan a conocer diversas “recetas” del vino no intoxicante, que era un
refresco de uvas en la Antigüedad.
En conclusión, no se debe usar el milagro de Jesús en las bodas de
Caná para justificar el consumo de bebidas alcohólicas embriagantes, como tampoco
se debe usar el sustantivo “oínos” como exclusivamente aplicado al vino
fermentado.
El permiso para tomar bebidas alcohólicas
Entendemos que muchos quieren tomar bebidas alcohólicas y defienden su consumo. Así también muchos son deshonestos al no admitir su pasión por el licor embriagante, escudándose en pasajes bíblicos que tuercen para mantener un aura de piedad.
Los pasajes bíblicos más utilizados por los defensores de las bebidas
destiladas y embriagantes son los que hemos visto arriba (Jn. 2:1-11, 1 Tim. 5:23). Pero el lector ha podido observar que no hay
autorización bíblica para consumir bebidas alcohólicas.
Ciertamente, hay varios “medicamentos” recetados por los doctores que
contienen una cierta cantidad de alcohol, y dicho alcohol forma parte de una
“receta” que va al sistema digestivo y de ahí a la sangre, para aliviar al
paciente. No podemos decir que es pecado
el uso de tal medicina necesaria. Pero, sólo sería pecado si se utiliza cuando
la enfermedad no está presente y los efectos secundarios del medicamente se
buscan para “relajar” a quien los toma.
Así también se debe ejercer cuidado con los diversos jugos naturales preparados en casa,
éstos también se pueden fermentar con el paso de los días, y causar una
intoxicación y embriaguez. Así mismo,
pocos se cuidan de una tarta de frutas almacenada en un lugar inadecuado,
muchos piensan que sólo es fruta, pocos saben que dichas frutas y levadura de
la masa se pueden fermentar a un nivel considerable con los días.
El Espíritu Santo inspiró a Pablo para recomendar a Timoteo: “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de
vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Tim.
5:23). El el vino que Timoteo mezclaría
con agua no tenía alcohol (el alcohol dañaría aun más el estómago de
Timoteo), pero dicho jugo tomaría alrededor de un año para fermentar en un
grado de 14%, considerando las condiciones de la época. Aquí vemos el límite de la fermentación
natural, el cuidado que hay que observar con los jugos frutales, y la
perversión del hombre al potenciar la fermentación por medio de la destilación
moderna.
La naturaleza no provee de licor destilado para el hombre, éste es
producido artificialmente mediante en un sistema contra-natural para crear un
producto con un alto nivel de alcohol que contradice la naturaleza que Dios
creó en el principio.
Pedro dijo por el Espíritu “Baste
ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en
lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables
idolatrías” (1 Ped. 4:3). Este
versículo contiene tres palabras que bien describen el pecado involucrado en el
consumo de las bebidas embriagantes, y nótese que aún no existía la destilación
moderna la cual sería más fervientemente condenada.
- Embriagueces: (Gr. “oinoflugia”), “embriaguez (oinos, vino; fluo, burbujear, borbollar, rebosar)” (VINE). “El vocablo griego es compuesto de dos palabras: vino y abundancia. La borrachera viene del vino abundante. La voluntad de las naciones dondequiera es la de usar mucho alcohol para emborracharse” (Bill. H. Reeves, Notas sobre 1 de Pedro).
- Orgías: (Gr. “komos”), “orgía, desenfreno, lo que acompaña y es consecuencia de la embriaguez” (VINE). “…bebida, en el sentido de una sesión de bebida. Significa, no meramente un banquete, sino darse excesivamente a la bebida” (VINE). “Orgía donde se bebe en exceso” (A. E. Tuggy).
- Disipación: (Gr. “potos”) “bebida, en el sentido de una sesión de bebida. Significa, no meramente un banquete, sino darse excesivamente a la bebida” (VINE). “El vocablo griego potos tiene que ver con "beber"; significa "partidas de beber" (Ver. N.M.), "excesos en el beber" (Ver. H.A., y la Mod.), "beberes" (Ver. P.B.), "excesos en las bebidas" (Ver. T.A.), o "concursos de bebedores" (Ver. B.A., margen). Hoy en día son populares las fiestas de cerveza. La referencia es a concursos en que la actividad principal, y esto con competencia, es la de beber intoxicantes” (Bill. H. Reeves, Notas sobre 1 de Pedro).
Conclusión
Dijo el apóstol Pablo “ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6:10, énfasis agregado).
Hoy en día, muchos tienen que aplicar a su propia vida lo que
dijeron los apóstoles “Es necesario obedecer a
Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29) porque es necesario obedecer
a Dios antes que los hombres o a las propias pasiones (Gal. 5:19-25; Col.
3:5-10).
Dios ya lo dijo “El vino es escarnecedor” y “como serpiente morderá” y bien sucede hoy cuando vemos que “Veneno de serpientes es su vino” (Prov. 20:1; 23:32; Deut. 32:33). Por este motivo, el licor embriagante es
usado como emblema de la ira del Dios Todopoderoso (Jer. 25:15).
Cualquier persona con sentido común podrá ver que el mundo ha
sido engañado por el Diablo al mirar el licor embriagante como algo codiciable
y precioso.