El Baile Moderno y la Biblia



Por Josué I. Hernández


La palabra “baile” deja en la mente un panorama amplio que debemos definir, ya que puede incluir la simple actividad de expresar sentimientos de alegría y entusiasmo, hasta los movimientos de cadencia y lascivia. 

Tenemos numerosos ejemplos de “danza” en el Antiguo Testamento, que se dieron como expresión de regocijo religioso y entusiasmo por alguna victoria o gran logro. Tal es el caso de María, la profetiza hermana de Aarón y Moisés, que luego de experimentar la victoria sobre Faraón y su ejército, luego del cruce del Mar Rojo, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas (Ex. 15:20). Algo similar vemos en la hija de Jefté, cuando su padre volvía de la victoria sobre los amonitas, y he aquí su hija que salía a recibirle con panderos y danzas (Jue. 11:34).

El mismo rey David danzó delante de Jehová, cuando traían el arca del pacto a la ciudad de Jerusalén: Y David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová; y estaba David vestido con un efod de lino (2 Sam. 6:14). Así, también, el salmista escribió: “Alabadle con pandero y danza; alabadle con cuerdas y flautas” (Sal. 150:4). Tales expresiones de alegría y entusiasmo, fueron manifestadas bajo el Antiguo Pacto como una sobria alabanza de regocijo por Dios.

Dado que el sustantivo “baile” y el verbo “bailar” pueden expresar una gama amplia de actividades en la mente del hombre, como ya dijimos, también puede retratar los movimientos lascivos y pecaminosos. Por ejemplo, Moisés después de recibir la ley de Dios, al descender del monte Sinaí cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés… el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido… (Ex. 32:19, 25).  Algo similar se ve en el baile de la hija de Herodías, que bailó para el deleite carnal de un grupo de hombres, apelando con movimientos impúdicos al deseo carnal de Herodes (Mar. 6:21-23), y fue en base a la lascivia que Herodes dijo: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino (Mar. 6:23).

Ahora bien, “baile moderno” es una frase con la cual procuramos definir las danzas seculares, en ambientes de lascivia, donde hay contacto físico con otros, y donde cada cual se mueve en cadencia del ritmo y la letra de canciones que glorifican el pecado. Esta clase de “baile” es muy diferente a la practicada por el pueblo fiel de Dios en los tiempos del Antiguo Testamento. El “baile moderno” involucra a mujeres y hombres, desenfrenándose al compás de un ritmo sensual y una letra que estimula la carnalidad.

No es extraño que el baile moderno esté íntimamente relacionado con catálogos de pecado como el siguiente: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gal. 5:19-21).

Alguien podría decir “pero, Pablo no dijo ‘no bailarás’ en este pasaje”. Sin embargo, tal argumento es una ridiculez, siempre podemos distinguir que Pablo dijo “los que practican tales cosas, es decir, cosas semejantes a éstas. El adjetivo griego “toioutos”, siempre se usa para denotar “tales cosas” o “cosas semejantes” (cf. “semejante” Ef. 5:27; Stgo. 4:16). En su epístola a los gálatas, Pablo no quiso dar una lista completa de los pecados del mundo, sin embargo, su listado condena todos los pecados “semejantes”, a los descritos aquí. En este caso, el baile moderno.

La “lascivia” (Gr. “aselgeia”) mencionada en Gálatas 5:19, bien se aplica al baile moderno, pues debe ser entendida como “exceso, licencia, ausencia de freno, sin dominio propio, indecencia, disolución” (cf. Rom. 13:13; 2 Cor. 12:21). La lascivia describe los movimientos indecentes del cuerpo (exhibición), como también el roce de los cuerpos y el manoseo estimulado por los ritmos modernos de baile.

¿Quién honestamente puede negar que el baile moderno conduzca inevitablemente a la excitación sexual? Es cosa de considerar la letra, el ritmo, el ambiente, los intérpretes y los promotores, para darnos cuenta de que el mensaje que están transmitiendo es el de “fornicar”. No es impresionante, entonces, que los que se deleitan en el baile moderno son sexualmente estimulados y viven de acuerdo a como bailan.

Entendemos, por supuesto, que el impulso sexual es un don de Dios, y no es pecaminoso en sí. Dicho de otra manera, el sexo en sí no es malo, sino el mal uso del sexo, y no puede haber buen uso del sexo fuera del matrimonio. Por lo tanto, debemos usar de dominio propio para restringirnos por los límites señalados por Dios. Los límites son buenos. Los mandamientos de Dios “no son gravosos” (1 Jn. 5:3).

La satisfacción del impulso sexual debe cumplirse en el matrimonio (1 Cor. 7:1-9). A su vez, todo lo que promueva el deseo sexual debe existir solamente entre los cónyuges (ej. Cant. 4:1-6; 5:1). En cambio, la participación de una actividad que promueve emociones lascivas y excitación sexual solo impulsará a la orgía, es decir, al desenfreno (Gal. 5:21), y nada bueno puede resultar de ello. 

No os engañéis (Gal. 6:7), la base del baile moderno es la excitación sexual. Obviamente, no toda persona que participe de un baile terminará como prostituta o fornicario, sin embargo, siempre será afectado por la experiencia desenfrenada que ha vivido. Probablemente, la gratificación obtenida lo moverá a buscar más. Muchos se han vuelto perversos y corruptos, impulsados por el baile.

No os engañéis (Gal. 6:7), el fruto del baile moderno no ha fomentado la espiritualidad ni la pureza en el mundo, sino que ha destruido el camino a la pureza, la felicidad y la vida eterna.