Por Wayne Partain
Hay hermanos sinceros que persisten en apoyar la práctica de enviar dinero de
los fondos de la iglesia para edificar y mantener instituciones para cuidar de
niños, y la defensa que hacen es ésta: "La Biblia no nos dice cómo hacer
esta obra y creemos que nuestro método es bueno". Luego se emplea la
ilustración de que Jesús les envió a sus apóstoles a predicar el evangelio; se
afirma que Jesús no les dijo cómo ir, que solamente les dijo que fueran (a pie,
en barco, a caballo, etc., según la conveniencia de ellos), y que cualquier
método o manera de ir era aceptable a Dios. Usan esta ilustración para
"probar" que las iglesias pueden establecer orfanatos para cuidar de
niños, diciendo que "la Biblia no dice cómo hacer la obra benévola de la
iglesia".
Desde luego esta ilustración es correcta con respecto al mandamiento de ir a
predicar, pero no tiene nada que ver con la cuestión de instituciones para
hacer la obra de la iglesia. No son nada paralelos estos dos asuntos. Las
instituciones no son "medios de hacer la obra", sino otras
organizaciones aparte de la iglesia. Un orfanato no es simplemente un edificio
o unos edificios, sino una organización que utiliza edificios y personal para
cuidar de niños.
¿Iglesia o
individuos?
En primer lugar, es preciso establecer la cuestión de responsabilidad; ¿es
responsable la congregación de hacer la obra de cuidar de niños? En este primer
punto la cuestión ya está resuelta, porque es imposible probar que la iglesia
local tenga esta responsabilidad. La persona que no distingue entre la
responsabilidad de la iglesia local y la responsabilidad del cristiano (que
hace alguna obra buena como individuo) no hace frente al estudio de la
naturaleza y función (obra) de la iglesia.
Como consecuencia de esta confusión, los hermanos institucionales, al leer
Sant. 1:27, concluyen erróneamente que la Biblia requiere que la congregación
se encargue de los niños. Pero léase con cuidado el texto, en su contexto, para
ver que la enseñanza es para individuos: "Si alguno se cree religioso
entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión
del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es
esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse
sin mancha del mundo" (vv. 26, 27). Obsérvense las palabras:
"Alguno", "su lengua", "su corazón", "del
tal"; en fin, todo el párrafo, comenzando desde el v. 19 lleva el encabezado
correcto de "Hacedores de la palabra" y dice "todo hombre"
(v. 19), "si alguno" (v. 23); "él" (v. 24), y "el
que" (v. 25). Es fácil ver que en este texto Santiago está enseñando los
deberes de cada uno de nosotros y no está pensando en la ofrenda de alguna
iglesia local, tema que se trata en 1 Cor. 16:1, 2; 2 Cor. 8 & 9; Rom.
15:25-27.
Gálatas 6:10
Este texto dice "así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a
todos, y mayormente a los de la familia de la fe". Otra vez observamos
el contexto: v. 1, "si alguno ... tú también"; v. 3, "el que se
cree"; v. 4, "cada uno"; v. 5, "cada uno"; v. 6,
"El que"; v. 8, "el que siembra". Se hace muy claro que los
deberes individuales se enfatizan en este texto. En el v. 15 se refiere a la
circuncisión (práctica no congregacional sino individual). Pero muchos
tropiezan diciendo que esta carta se dirige a "las iglesias de
Galacia" (1:2) y, por lo tanto, que todo mandamiento dado en esta carta es
para las iglesias y que, por eso, éstas deben ayudar con dinero a los
inconversos. Era el deber de los hermanos leer esta carta en las congregaciones,
por supuesto, pero se trata de muchos deberes individuales. Así también las
cartas dirigidas a Timoteo y a Tito dan muchas instrucciones para la
congregación, aunque fueron escritas a individuos.
El cuidar de
niños
¿Qué es lo que necesitan los niños destituidos? Necesitan hogar; necesitan
permanecer con su madre si ella vive. Sant. 1:27 habla del caso de alguna viuda
con huérfanos, o sea, una familia que perdió al esposo y padre. No conviene
que los niños pierdan también a su madre, o si la madre muere, no conviene que
pierdan a su padre. Lo mismo en casos del divorcio. Necesitan, por lo menos,
uno de sus padres. Pero los hermanos institucionales son muy crueles hacia los
niños destituidos: quieren sacarlos de su hogar natural -- ya medio destruido
por la muerte o el divorcio -- y despojarles aun más, separándolos de su hogar
natural y dejándolos sin nada de padres naturales. Dice Santiago que si
queremos practicar la religión pura, tenemos que ayudar a tal viuda para que
provea para sus hijos para que el hogar quede íntegro y los niños no estén
esparcidos entre parientes ni mucho menos colocados en asilos.
Todo niño normal urgentemente necesita de hogar y no necesita de institución.
Es acto cruel e inhumano colocar a niños normales en tales lugares. Puede haber
en la institución personal responsable y benévolo que cuiden bien de ellos en
cuanto a comida, ropa, educación secular, etc., pero tal institución no es
hogar. Es institución, y nada más. Tiene ambiente de institución. No se emplean
reglas de hogar sino de institución. La atención que los niños reciben no es
atención de hogar sino de institución.
Sus "padres" y "madres" son más bien guardianes, aunque
trabajen con gran sacrificio y dedicación. No se niega que éstos amen a los
niños. En las instituciones edificadas por las iglesias de Cristo, hay hermanos
completamente dedicados a su tarea. Pero este amor y devoción no cambia el
hecho de que una institución no es un hogar. Se llaman "hogares",
pero si a una vaca se le llama caballo, no llega a ser caballo. Se puede
cambiar la etiqueta, pero la etiqueta no es garantía de la autenticidad de la
mercancía.
Todos los niños necesitan de familia, en el sentido normal de la familia.
Necesitan ambiente de hogar y familia normal, no institucional. Necesitan la
atención y la disciplina especial de hogar. Toda esto demanda hogar. La
iglesia no es hogar y no provee hogares y no puede establecer hogares.
Los ancianos no son padres para disciplinar a los niños que se entreguen a su
cuidado. El trabajo de los ancianos se explica en Hech. 20:28-29; Heb. 13:17; 1
Ped. 5:1-3.
Es necesario que todo niño tenga no solamente alimentos y techo, sino también
la disciplina. Los ancianos no tienen autoridad para disciplinar niños.
Tampoco puede hacerlo el personal de los orfanatos.
Los niños son carne y sangre; no son propiedad de la iglesia. Si mueren los dos
padres -- por ejemplo, en un accidente -- sus hijos pertenecen a sus
familiares. No son propiedad de la iglesia.
La iglesia no tiene derechos ni deberes en el caso, según la enseñanza bíblica.