Por Josué I. Hernández
“Ciertamente
soy el más torpe de los hombres, y no tengo inteligencia humana” (Prov. 30:2,
LBLA).
Introducción
Agur se describió como “el más torpe” (“indocto”,
LXX). Sin embargo, este hombre demostró que poseía una valiosa visión y
sabiduría, tanto así que sus proverbios están incluidos en el canon de las
sagradas Escrituras. Por lo tanto, debemos seguir su ejemplo, y sus valiosos
consejos inspirados por Dios.
"Ciertamente soy el más torpe de los hombres, y no tengo inteligencia humana.
Y no he aprendido sabiduría, ni tengo conocimiento del Santo.
¿Quién subió al cielo y descendió? ¿Quién recogió los vientos en sus puños? ¿Quién envolvió las aguas en su manto? ¿Quién estableció todos los confines de la tierra? ¿Cuál es su nombre o el nombre de su hijo? Ciertamente tú lo sabes.
Probada es toda palabra de Dios; El es escudo para los que en El se refugian.
No añadas a sus palabras, no sea que El te reprenda y seas hallado mentiroso"
(Prov. 30:2-6, LBLA).
En estos versículos, tenemos varios ejemplos de
sabiduría que debemos atesorar. Consideremos algunas cosas que este “torpe”
hombre comprendió:
1. La humildad. Agur no era arrogante, reconoció sus deficiencias. La humildad es un
requisito imprescindible para la adquisición de la sabiduría (Prov. 11:2), ya
que nos pone en el camino (Prov. 1:7) proporcionándonos la mentalidad adecuada
para recibir la instrucción (Sant. 1:21). Procurar la sabiduría sin doblegarse
ante Dios es una necedad (Prov. 3:7; Rom. 12:16).
2. La grandeza de Dios. Dios es el Altísimo (Gen. 14:18-20,22; Dan. 4:25,34), quien tiene todo
el poder sobre su creación (Col. 1:16,17). Por lo tanto, sus caminos son
superiores (Is. 55:8,9; 1 Cor. 1:25).
3. La suficiencia y fidelidad de la palabra de
Dios. A pesar de los cambios culturales, el avance de
la tecnología, y las corrientes de pensamiento, la palabra de Dios permanece
para siempre (1 Ped. 1:25; Is. 40:8). La palabra de Dios es verdad, y siempre
será la verdad (Jn. 8:32; 17:17).
4. No podemos mejorar la palabra de Dios. El hombre en su “sabiduría” cree que ha inventado varias formas de
mejorar la palabra de Dios. Sin embargo, la palabra de Dios es suficiente, y es
verdadera, y no se podría mejorar (Prov. 30:5; Jn. 17:17). Añadir a la palabra
de Dios, o quitar de ella, es asegurarse la condenación (Apoc. 22:18,19; Hech.
20:7; Gal. 1:8,9). Sea Dios veraz, y que todo hombre sea mentiroso (Rom. 3:4).
5. La base de fortaleza está en Dios. Él es el escudo y refugio. No hay otro que pueda darnos aquella
seguridad y paz (2 Sam. 22:3). Al servir a Dios podemos tener la seguridad de
que él estará a nuestro lado, y por lo tanto, no debemos temer lo que venga
contra nosotros (Heb. 13:5,6; Mat. 10:28).
Conclusión
1. El primer pecado involucró obtener de manera
ilícita alguna sabiduría superior (Gen. 3:5,6).
2. Agur nos enseña cómo ser sabios realmente.
3. El camino de la sabiduría involucra reconocer
nuestra torpeza (1 Cor. 3:18).