Por Josué I. Hernández
EL ASUNTO
Son varias las voces que se han
levantado argumentando que los
cristianos no tienen que ofrendar únicamente el primer día de la semana,
porque, supuestamente, se puede ofrendar otros días también. Por lo tanto, a la vez que se niegan las
implicaciones divinas y la correcta inferencia, se asume que 1 Corintios 16:1-4 no es patrón para
nosotros ahora, lo cual en sí mismo es una negación del ejemplo aprobado y
el patrón bíblico para que la iglesia local reúna el dinero que se requiere
para que haga su obra.
Los
promotores de este error afirman que la
ofrenda descrita en 1 Corintios 16:1-4 fue un evento único para un necesidad
momentánea solamente, pero que no era una práctica continua o habitual de las
congregaciones de Cristo. Ciertamente,
semejante suposición jamás podrá ser probada.
La colecta dominical
para los santos pobres mencionada en
1 Corintios 16 no fue una ocasión singular, dicha colecta duró más de tres
años, pero la iglesia de Corinto todos los días tenía que cumplir con su labor
espiritual, su misión como iglesia local.
Todas las congregaciones de Cristo, tenían una misión que llevar a cabo
(la evangelización, la edificación, la adoración y la benevolencia limitada) y
para ello se requería constantemente de “dinero”
¿CÓMO Y CUÁNDO SE RECAUDABA EL DINERO?
Cuando las
varias iglesias de Judea sufrieron necesidad, ésta necesidad fue atendida por
el subsidio enviado por los hermanos de Antioquía (Hech. 11:27-30) por mano de
Bernabé y Saulo (Hech. 12:25). El dinero del subsidio se reunió de manera
decente y ordenada (1 Cor. 14:40), y por lo tanto, necesariamente hubo
organización inspirada para que tal dinero se obtuviera (Hech. 13:1).
Sabemos que Pablo
era apóstol inspirado y miembro de la congregación allí en Antioquía (Gal. 1:1,
11-12). El evangelio predicado por Pablo, y los demás apóstoles, era
enseñando de igual manera “en todas partes y en todas las iglesias” (1
Cor. 4:17). Por lo tanto, los medios empleados para la obtención del
dinero necesario para suplir la necesidad de los santos pobres era el mismo que
empleaban todas las congregaciones de Cristo.
Esto es una deducción, o inferencia necesaria, de la implicación divina
respecto a la ofrenda monetaria para la obra de la iglesia local.
Varios años
antes de la pobreza que afectó a Judea (Hech. 11:29-30), ya se había
manifestado gran necesidad en la congregación de Jerusalén. Esta pobreza
general de los santos de Jerusalén, se hizo patente desde el establecimiento de
esta congregación (Hech. 2:44-47) debido a lo cual “tenían en común
todas las cosas” (2:44) compartiendo de sus bienes materiales los unos
con los otros. El dinero recaudado era
distribuido ordenadamente “según la necesidad de cada uno” (Hech.
2:45). Entonces, preguntamos: ¿Cómo era recaudado aquel dinero? ¿Qué día
y en qué momento era recaudado aquel dinero? ¿Quienes organizaron tal
recaudación? ¿Dependía todo de la sabiduría humana o de la sabiduría de Dios?
Sabemos que
la recaudación y distribución del dinero fue organizada conforme al orden
doctrinal de los apóstoles inspirados (Hech. 2:42), por lo tanto también aquí
hubo organización y concierto para recaudar los fondos y distribuirlos
decentemente y con orden (1 Cor. 14:40) “según la necesidad de cada uno” (Hech.
2:45). Todo lo anterior lo sabemos porque Dios, es un Dios de orden (1
Cor. 14:33) y no dejó nada al azar en la organización y obra de la iglesia
local. Siempre hubo, y hay, un patrón de las sanas palabras (2
Tim. 1:13).
LA NECESIDAD FUE SUPLIDA CONFORME A UN PATRÓN
Lucas nos
informa “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un
alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían
todas las cosas en común” (Hech. 4:32; cf. 2:44-45). La
necesidad diariamente se manifestaba entre los miles de santos de Jerusalén, pero
la organización en la recaudación monetaria, bajo la dirección apostólica, fue
tan exitosa que no había entre ellos ningún necesitado “porque todos
los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo
vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno
según su necesidad” (4:34-35).
La necesidad
general de los santos en Jerusalén no fue suplida sin la dirección y el orden
establecidos por Dios (Hech. 2:42) conforme al cual el dinero de la venta de
propiedades era puesto a disposición de los apóstoles (4:35) para ser
distribuido “a cada uno según su necesidad” (4:35; 2:45).
Pero, ¿qué día fue reunido el dinero? ¿Habrá dejado Dios al capricho de
los hombres la elección del día de una colecta tan importante? ¿Era la doctrina
predicada por Pablo distinta a la predicada por los demás apóstoles inspirados
(Hech. 2:42; 1 Cor. 4:17)? ¿Acaso no hay sólo un evangelio uniforme para todos
(Gal. 1:7)? Recordemos que Jerusalén no
sería la única congregación que necesitaría dinero para hacer su obra.
TODAS LAS CONGREGACIONES REQUERÍAN DINERO
Sabemos que
cada iglesia local contaba con fondos para realizar su obra de evangelización,
edificación, adoración y benevolencia. El Nuevo Testamento nos informa de
esto. Se requirió dinero para que los
tesalonicenses predicasen el evangelio, “no sólo en Macedonia y Acaya, sino
que también en todo lugar” (1 Tes. 1:8). Se requirió dinero para
que los filipenses enviaran sostenimiento a Pablo “desde el primer día” (Fil.
1:5) a través de Epafrodito (2:25; 4:10-18). Se requirió dinero para que
la iglesia en Éfeso cuidara diariamente de sus viudas desvalidas (1 Tim. 1:3;
5:3-16). Se requirió dinero para que las iglesias sostuvieran a los
apóstoles, predicadores y maestros (Ef. 4:11; Hech. 6:2; 1 Tim. 5:18; 1 Cor.
9:1-14).
Todo buen
estudiante de la Biblia sabe que el Espíritu Santo implica que cada
congregación tenía un fondo o tesoro para sostener su trabajo (Ej. 2 Cor. 11:8;
Fil. 1:3-5; 4:15-17; 1 Cor. 9:11-14).
Entonces,
preguntamos: ¿Cómo se obtenía este dinero tan necesario? ¿Existía o no un patrón
establecido por Dios para que las congregaciones recaudaran fondos?
¿Había orden o desorden para reunir el dinero necesario?
EL PATRÓN
Sabemos que
el evangelio predicado que es uno sólo (Gal. 1:6-10) era predicado en todas
partes y en todas las iglesias de la misma manera (1 Cor. 4:17; 7:17; Hech.
2:42). Esto permitió que los santos tuvieran una misma base de
fundamento: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef.2:20). Dicho fundamento sólo es posible por la
predicación de la palabra de Cristo (Jn. 12:48; Col. 3:16, 2 Ped. 3:18).
Tanto así que: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo,
ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Jn. 9).
La doctrina
“de Cristo” es decir, “la doctrina originada por él” era, y es, uniformemente,
lo cual permitía, y permite, el diferenciar la verdad del error (1 Jn. 4:1,
6). Si hay verdad, hay error también (Jn. 8:32) y esto es aplicable
también en cuanto al dinero que se requiere para que la iglesia realice su obra
espiritual.
Cuando Pablo
escribió a los corintios, dejó bien claro un patrón de Dios para su
iglesia. Este patrón, modelo, dechado o forma involucraba una manera
ordenada y decente de reunir y distribuir los fondos colectados. ¡Esta no
era la primera vez que una congregación local debía reunir dinero para suplir
una necesidad!
Sabemos, por
la lectura de 1 Corintios 16:1-2, que el dinero colectado para la obra de la
iglesia es regular o periódico: “Cada primer día de la semana”.
Es personal o individual: “cada uno de vosotros”. Es
proporcional a los ingresos percibidos: “según haya prosperado”.
Y, es preventivo: “para que cuando yo llegue no se recojan entonces
ofrendas”.
Pablo habló
inspirado por el Espíritu Santo, todo conforme a un modelo ya practicado
conforme al patrón de las sanas palabras (2 Tim. 1:13) que eran predicadas por
los apóstoles (Hech. 2:42) en todas partes y en todas las iglesias (1 Cor.
4:17).
EL EJEMPLO APROBADO ES UN PATRÓN PARA NOSOTROS HOY
De la
congregación en Jerusalén se dice: “Y la multitud de los que habían
creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo
que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hech. 4:32) y
esto se debía a la gran necesidad general entre ellos. No siempre
sucedió lo mismo en todas las congregaciones de Cristo, la Escritura nos
informa de que esto sucedió solamente en Jerusalén.
Por ejemplo,
los tesalonicenses debían ocuparse en sus propios negocios (1 Tes. 4:11) y si
alguno no quería trabajar y ganar para su propio sustento entonces que no
comiera (2 Tes. 3:10-12). Los tesalonicenses no tenían “todas las
cosas en común” porque no existía la necesidad descrita en Jerusalén. Pero, si ocurriera necesidad semejante, como
la descrita en Jerusalén, los tesalonicenses y nosotros debiéramos hacer lo
mismo.
Así como
Hechos 2:42 es un patrón para nosotros, también lo es Hechos 2:44-45 en su
correspondiente aplicación.
LA COLECTA DOMINICAL
Las
Escrituras implican que las iglesia de Cristo colectaban dinero de sus miembros
cada primer día de la semana, 1 Corintios 16:1-2 lo confirma. No es
necesario que Dios repita en cada pasaje que el dinero se recaudaba el primer día de la semana.
La palabra de Cristo (Col. 3:16) es un patrón para el cristiano fiel (2 Tim.
1:13; 2:2). El Señor Jesucristo es un ejemplo del respeto que hemos de
tener frente a lo que está escrito. Cristo
nunca quebrantó la Escritura (Jn. 10:35). El siempre apelaba a la
autoridad de las Escrituras, y las cumplía (Mat. 4:4, 7, 10). Para
Cristo, el silencio de las Escrituras era prohibitivo.
SEAMOS LEGALISTAS
Legalismo es la preocupación por
respetar minuciosamente la letra de la ley (Larousse). Legalista
es aquel que antepone a toda consideración la aplicación literal de las leyes
(Ibíd.). Entonces Cristo durante
su ministerio terrenal era legalista porque dijo “No penséis
que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar,
sino para cumplir” (Mat. 5:17) y luego afirmó “Así está
escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los
muertos al tercer día” (Luc. 24:46). Incluso, él mandaba que se
escudriñasen las Escrituras (Jn. 5:39, 46-47) y apelaba constantemente a ellas
(Luc. 24:27).
A pesar de
la molestia de muchos, Dios es legalista,
Él reveló su voluntad de forma escrita (2 Tim. 3:16-17) para que leamos (Ef.
3:4) y entendamos (Ef. 5:17) y practiquemos (Ef. 4:1). Dios quiere que
obedezcamos la ley de Cristo (1 Cor. 9:21; Gal. 6:2; Heb. 9:15-18).
Cristo es autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb.
5:9). Los que obedecen a Cristo hacen la
voluntad del Padre (Mat. 7:21).
CONCLUSIÓN
¿Cuándo
deben ofrendar dinero los cristianos? “Cada
primer día de la semana” (1 Cor. 16:1-2). Este es un día especial
para los cristianos. Es el día de la semana en que Jesús resucitó (Mar.
16:9). Es el día de la semana en que la iglesia se estableció (Hech.
2:1-42). Es el día de la semana en que los discípulos se reunían para
participar de la cena del Señor (Hech. 20:7).
Las
Escrituras no autorizan otro día, ni otro medio, para que las congregaciones de
Cristo recauden dinero de sus miembros. Por esto las actividades
mundanales para reunir fondos son prohibidas, como también es prohibido el
recoger ofrendas otros días de la semana, solicitar dinero de los que no son
cristianos o realizar actividades sociales en el local de la congregación.
Dios, quien
reveló la Escritura (2 Tim. 3:16-17) dejó explicitado un día en particular para
que se recaude dinero (1 Cor. 16:1-2).
Debemos inferir
necesariamente que el primer día de la semana es el día autorizado por Dios (por
ejemplo e implicación) para que las congregaciones del Señor reúnan los fondos
necesarios para hacer su obra.