Una caña sacudida por el viento



Por Josué I. Hernández


En Mateo 11 leemos que los discípulos de Juan preguntaron a Cristo, “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” (Mat. 11:3). 

“Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mat. 11:4-6).

“Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?” (Mat. 11:7). 

Esta fue la opinión de Cristo respecto a Juan. Un profeta de Dios, firme, inamovible. No importó lo fuerte que soplara el viento, Juan no se dobló, no fue sacudido. “Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (Luc. 3:7,8).

El hecho de que eran judíos  los que oían su predicación, no los eximía de la responsabilidad de arrepentirse. Debían volverse a Dios antes que fuera tarde.

Sabemos qué clase de hombre fue Juan. Pero, ¿qué clase de persona somos tú y yo? Vivimos en una época en la cual el viento secular sopla fuerte. Satanás está llevando a cabo un ataque total contra el pueblo de Dios. Nos ataca con materialismo, inmoralidad sexual, mundanalidad, liberalismo, y mucho más. Las tácticas son insidiosas. El diablo usa a la gente que nos rodea. Ellos son el viento que sopla sobre nuestras vidas. Algunos nos atraen con los placeres, otros nos amenazan con persecución. Pero, ¿seremos sacudidos por el viento o permaneceremos firmes?

Uno de los grandes vientos de la actualidad es la presión para aceptar la homosexualidad. Leyes y tribunales presionan para obtener privilegios para los homosexuales. Ellos no toleran que pensemos diferente, que opinemos diferente, que procuremos dialogar el asunto. Simplemente no toleran que tengamos una opinión que no les favorece.

Otro viento que sopla fuerte es la falta de convicciones de predicadores del evangelio. Hombres que hicieron gran bien en el pasado, han bajado las manos. Ya no son firmes como antes. Han sucumbido por el viento de la inmoralidad y el modernismo. Algunos dicen ser conservadores, pero tienen a hermanos liberales en plena comunión y practican cosas sin autorización divina. El viento los sacudió, y arrastran a varios con su influencia, a la vez que soplan contra el pueblo fiel de Dios.

Otro viento que sopla fuerte es el espíritu de contención de quienes dicen hablar la verdad en amor. Dicen defender la verdad con mansedumbre y reverencia, pero en lugar de prestar una solución al problema, son un viento que confunde y sacude al pueblo de Dios. Dicen aborrecer lo malo, mientras soplan en su herejía.

¿Qué haremos? ¿Seremos sacudidos por el viento mundano e infiel, o seguiremos el ejemplo de Juan el bautizador? Que estemos firmes en nuestra convicción de Jesucristo como Señor, y su ley como la única verdad libertadora (Jn. 8:24; 16:13; 17:17). El viento sopla fuerte, y podemos oír el silbido que dobla las cañas.  

Cada cual recibirá según sus obras. 
Dios recompensará a los fieles.