Por Josué I. Hernández
Una nueva
ocasión de división se está levantando por hermanos errados que quieren forzar
su escrúpulo. De los tales, algunos incluso afirman que se discipline a todo
cristiano que se case con un incrédulo, a la vez que están levantando muros de
división por la insistencia hereje. Estos hermanos
equivocados llaman convenientemente “matrimonio mixto” al matrimonio que
involucra a un inconverso, no porque Cristo o alguno de sus apóstoles lo
designaran como tal, sino porque tal etiqueta favorece su posición errada.
Que tengamos
cuidado, y que hablemos como la Biblia habla (1 Ped. 4:11) sin pensar más allá
de lo que está escrito (1 Cor. 4:6). Esta ha sido siempre la exigencia de Dios
(2 Tim. 2:15)
Según la ley
de Cristo, un matrimonio será pecaminoso solamente si uno de sus integrantes,
sino los dos, está ligado a un cónyuge anterior (Mat. 5:32; 19:9) contra quien
no tuvo causa bíblica (Mat. 10:11,12). A la vez, debemos recordar que el
apóstol Pablo, un varón inspirado, dijo que el cristiano no se separe de su
cónyuge inconverso (1 Cor. 7:12,13) lo cual es una legislación muy clara de la
ley de Cristo (1 Cor. 7:10)
Como hemos expuesto
en varias ocasiones, de forma pública y privada, no recomendamos, ni animamos, al
pueblo de Dios a que se case con los incrédulos, en lugar de aquello, animamos el
matrimonio entre cristianos fieles y maduros como una relación matrimonial inmensamente
ventajosa.
A su vez, no
podemos señalar como “pecado” el matrimonio con un inconverso llegando al punto
de disciplinar a los hermanos que entren en tal pacto matrimonial, o que
incluso entren en una relación de noviazgo con un incrédulo. No queremos trazar
mal la palabra de verdad (cf. 2 Tim. 2:15) y torcer la Escritura para nuestra propia perdición (2 Ped. 3:16).
Consecuencias de esta doctrina
Los
hermanos que insisten en designar como pecaminoso el matrimonio que ellos
llaman con desdén “matrimonio mixto”, deben torcer varios pasajes bíblicos y
proceder sin autorización bíblica legislando donde Dios ha guardado silencio. Veamos
algunas curiosidades de esta doctrina que no es del cielo, sino de los hombres
(cf. Mat. 21:25).
Pensar más de lo que está escrito, dictaminar una opinión personal como
si fuera una revelación de Dios, torcer las Escrituras
El asunto es
serio, y estamos preocupados por las almas de los hermanos que no se sujetan al
patrón de las sanas palabras (1 Cor. 4:17; 2 Tim. 1:13) y de quienes los oyen (cf.
1 Tim. 4:16). Tales hermanos están pensando más de lo que está escrito (1 Cor.
4:6), hablan palabras de hombre como si fueran una revelación de Dios (1 Ped.
4:11) y están torciendo las sagradas Escrituras para su propia perdición (2
Tim. 2:15; 2 Ped. 3:16). Ellos no son dignos de subir al púlpito para abrir las
Escrituras y deben ser señalados por su espíritu divisionista (Rom. 16:17,18;
Tito 3:10).
No
hay autorización bíblica para disciplinar a un cristiano por el sólo hecho de
que se haya casado con persona del mundo, ni designar como pecaminosa su unión
y demandar algún tipo de arrepentimiento ante la iglesia.
Dios se muestra condenando lo que él mismo juntó
Una evidente consecuencia
de esta doctrina humana es dejar a Dios como obrando un absurdo, primero
uniendo en matrimonio y luego condenando lo que él mismo juntó. ¿Acaso no es
Dios quien une en matrimonio (Mat. 19:6)? ¿No es también el mismo Dios quien
condena el pecado (cf. 1 Jn. 3:4; Rom. 3:23)? ¿Cómo es posible que Dios condene
lo que él mismo juntó? ¿Tendrá que arrepentirse Dios según esta falsa doctrina?
Si no, ¿por qué no?
Algunos podrán
decir que fueron las personas quienes se casaron entrando libremente en el
pacto del matrimonio, pero no pueden escapar de la fuerza de las palabras de
Cristo quien dijo: “lo que Dios juntó no
lo separe el hombre” (Mat. 19:6). Todos sabemos que el pacto matrimonial
involucra a Dios (cf. Prov. 4:17; Mal. 2:16; Mat. 19:6), por lo tanto, todo
cónyuge en un “matrimonio mixto” puede responsabilizar a Dios de haberle unido
a un matrimonio ilícito.
Dejar dos clases de matrimonios “mixtos”, y condenar solamente una
clase
Si un “matrimonio
mixto” no es pecado porque al momento de la boda ambos eran mundanos y luego
uno de ellos llegó a Cristo quedando como inocente, y solamente se debe condenar
a todos los ahora cristianos que se casen con los del mundo, entonces resulta
en secuencia lógica dos clases de “matrimonios mixtos”, uno aprobado y otro
reprobado. Con esta
legislación humana, será mejor obedecer el evangelio luego del matrimonio para
que no te condenen por haberte casado con inconverso.
Deben separarse todos los cristianos unidos con un cónyuge incrédulo
Esta es una
consecuencia lógica de este error (y por años los que insisten con este
escrúpulo han procurado huir de la fuerza de esta consecuencia), pues todo
matrimonio con un incrédulo debe ser pecaminoso, sin importar si el matrimonio
ocurrió antes o después de que uno de los cónyuges obedeciera al evangelio.
Si el pecado
debe ser abandonado, y debemos dar frutos de arrepentimiento, entonces los
cristianos deben dejar a sus cónyuges inconversos de una vez, como en el tiempo
de Esdras y Nehemías (Esd. 9:1-10:44; Neh. 13:23-29) cuando había una clara
legislación que impedía tales matrimonios en la ley de Moisés (cf. Deut. 7:1-4;
Ex. 34:15,16). Como sabemos, la ley de Cristo contempla una sola causa para
repudiar sin pecar (Mat. 19:9; Mar. 10:11,12).
Algunos pueden
insistir que los “matrimonios mixtos” deben quedarse así como están, siempre y
cuando sus bodas ocurran antes de que el ahora cónyuge cristiano haya obedecido
el evangelio, lo cual es una ley inexistente en el Nuevo Testamento (“Enseñando como doctrinas, mandamientos de
hombres”, Mat. 15:9). Sin embargo, siempre quedan con el problema de
explicarnos cómo ocurre el arrepentimiento del cristiano que se casó con
persona del mundo, ¿cómo dará fruto digno de arrepentimiento continuando a la
vez en un pacto pecaminoso?
Medítese en lo
siguiente: ¿Puede un pacto pecaminoso e ilícito transformarse en bueno y lícito
solamente confesando algún pecado pero continuando en ése pacto? Por ejemplo,
¿pueden dos personas hacer pacto para robar, pero sólo uno de ellos confesar lo
malo de aquel pacto, y siempre continuar robando juntos, y por aquella
confesión dejar santificado su robo mutuo de por vida? Si no, ¿por qué no? ¿No
debiera el ladrón abandonar el pacto y dejar a su compañero de robo? Entonces,
¿por qué alguno dirá que un matrimonio es pecaminoso pero se transforma en
lícito solamente por una confesión, sin necesidad de abandonar al compañero de
tal matrimonio ilícito?
Dejar dos clases de noviazgo, y condenar solamente uno
Ya que el
noviazgo antecede al matrimonio, la consecuencia de esta falsa doctrina dejará
como pecaminosos a todos los noviazgos de cristianos con incrédulos, siendo
dignos de disciplina todos los novios cristianos, por la sóla razón de haberse
enamorado y formalizado una relación con quienes no son del pueblo de Dios.
Lea bien aquí,
según esta doctrina, un joven cristiano debe ser disciplinado aunque no sea
lascivo, inmundo o fornicario, sino por la razón de ser novio de una
inconversa.
A la vez, ya
que se animará y aprobará sólo una clase de noviazgo, por el sólo hecho de
estar compuesto de “cristianos”, habrá como consecuencia dos clases de
noviazgos, un “noviazgo-mixto-reprobado” y otro “noviazgo aprobado” por la
iglesia aunque este último no sea idealmente entre fieles y maduros hijos de
Dios.
División
Es imposible
que la división no suceda cuando los proponentes de este error insistan en
aplicar su escrúpulo a la hermandad. Los fieles quedamos como errados, y se nos
negará la comunión. Como todo error es de las tinieblas (1 Jn. 1:5) y no de
Dios (1 Ped. 1:16) las consecuencias morales de insistir en tal escrúpulo
ocasionarán mucho daño a la obra del Señor.
Conclusión
Si
el cristiano se casa con persona del mundo no quedará sin consecuencias, busca
problemas, y los hallará. El efecto de tal decisión puede durar toda la vida, a
menos que el cónyuge sea ganado para Cristo.
No
recomendamos el matrimonio con inconverso, y advertimos a los cristianos de
todo lo que la Biblia implica que sucederá. Sin embargo, tampoco podemos
sentarnos en el trono del Señor para legislar un aspecto del matrimonio, y de
la obra de la iglesia local, que no han sido revelados en las páginas del Nuevo
Testamento.
Los
hermanos escrupulosos que están forzando una división por predicar que “es
pecado casarse con un incrédulo”, no tienen Biblia para lo que creen, dicen y
hacen. No tienen ejemplo bíblico aprobado, mandamiento directo o implicación
divina, de apóstoles, profetas o predicadores señalando el llamado “matrimonio
mixto” como algo pecaminoso y animando disciplinar a los cristianos casados con
incrédulos.