Por Josué Hernández
En su segunda
epístola, el apóstol Juan ha hecho gran énfasis en la importancia de la verdad
y el amor. Cuatro veces, en los primeros seis versículos el apóstol habla del
amor. Cinco veces en estos mismos versículos menciona la verdad. Es más, en los
versículos cuatro al seis, Juan habla de caminar en la verdad (v.4) y de
caminar en amor (v.5,6).
Entonces, ¿qué
hacer cuando alguien viene a nosotros con doctrina errada? ¿Nos permite Jesucristo
que en nuestro “caminar en amor” recibamos a los falsos maestros y
solidaricemos con ellos? ¿Podemos recibir a los falsos maestros y continuar “en
la verdad”? ¿Qué nos dice “el apóstol del amor”?
El apóstol
Juan es muy explícito para responder nuestras dudas. Él nos dice que nos
cuidemos de los engañadores y anticristos (v.7), para que nos perdamos el fruto
de nuestro trabajo (v.8). Juan nos informa de la diligencia que debemos ejercer
perseverantemente para permanecer en la doctrina de Cristo (v.9), y que no
podemos apoyar a los maestros que no enseñen la doctrina originada por Cristo,
sin ser participantes de sus malas obras (v.10,11).
"Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras"
Advertencias de falsos maestros
El Señor
Jesucristo y sus apóstoles, nos advierten una y otra vez, para que tengamos
cuidado con los engañadores. Unos pocos ejemplos. El Señor advirtió en el sermón
del monte (Mat. 7:15), y en el discurso de los olivos (Mat. 24:11,23-25). Pablo
advirtió a los ancianos de Éfeso (Hech. 20:29-31) y a Timoteo (1 Tim. 4:1-3).
Pedro advirtió al pueblo disperso de Dios (2 Ped. 2:1-3).
No es extraño,
por lo tanto, que el apóstol Juan suene la trompeta de alarma. Engañadores
habían salido por el mundo (2 Jn. 7), y no eran pocos (1 Jn. 4:1), quienes eran
anticristos (1 Jn. 4:3; 2 Jn. 7).
Con tantas
advertencias del peligro de los falsos maestros, los cuales circulaban en los
días de Juan, no debemos sorprendernos al saber de tantos engañadores y
anticristos hoy. Entonces, ¿qué hacer? Juan nos dice que la responsabilidad
comienza con el individuo.
Mire por usted mismo
Muchas veces se
dice al individuo que cuide de sí, que se mantenga sobrio, y esté velando. Cristo
solía decirlo una y otra vez (ej. Mat. 13:5,9,23,33). Pablo seguía este ejemplo
(2 Cor. 13:5).
Debemos estar atentos, velando, y mirando por nosotros mismos, porque podemos perder el fruto de nuestro trabajo en Cristo (2 Jn. 8). Es posible caer de la gracia y perder el reposo celestial (Heb. 3:1-12; 4:1-16). No hay asunto tan grave, no hay ocupación tan urgente. El peligro es real. Y sólo la permanencia en la doctrina de Cristo nos asegurará la recompensa eterna (cf. Heb. 5:9).
Permanezca en la doctrina de Cristo
Algunos
han argumentado que la doctrina indicada aquí (2 Jn. 9) es la “doctrina acerca
de Cristo”, y nada más que aquello. Sin embargo, Juan no lo dice así.
Ciertamente debemos mantener el enfoque apropiado, es decir, bíblico, acerca de
Cristo (2 Jn. 7) y obedecer sus mandamientos (1 Jn. 3:24). La “doctrina de
Cristo” es la doctrina de la cual él es su autor (cf. Apoc. 2:13; 14:12).
Sin permanecer en la doctrina de Cristo no tenemos a Dios (cf. 1 Jn. 1:6; 2:3-5). En cambio, todos los que permanecen en la doctrina de Cristo tienen comunión con el Padre y el Hijo (cf. Jn. 14:21,23).
Por lo tanto, mientras permanezcamos en la doctrina de Cristo, guardando fielmente su palabra, no daremos ocasión al falso maestro para engañarnos, ni perderemos nuestra recompensa.
Sin permanecer en la doctrina de Cristo no tenemos a Dios (cf. 1 Jn. 1:6; 2:3-5). En cambio, todos los que permanecen en la doctrina de Cristo tienen comunión con el Padre y el Hijo (cf. Jn. 14:21,23).
Por lo tanto, mientras permanezcamos en la doctrina de Cristo, guardando fielmente su palabra, no daremos ocasión al falso maestro para engañarnos, ni perderemos nuestra recompensa.
No reciba a los falsos maestros
Por
el contexto, entendemos que Juan condena el apoyar y solidarizar con los que
enseñan el error. La hospitalidad que ofrecemos no la damos a los que enseñan
falsa doctrina (cf. Fil. 22; 3 Jn. 5-7). Apoyar al que enseña error es compartir
con él de sus malas obras, haciéndose compañero en su trabajo, ayudándole a que
siga adelante, y sin lugar a dudas, alentándole en su predicación. Así también,
al apoyar y solidarizar con los predicadores de la verdad, uno trabaja para, y
por, la verdad (3 Jn. 8).
Cuando
la enseñanza de alguno es contraria a la palabra de Cristo, el tal es un falso
maestro. Apoyar a un maestro del error es compartir sus malas acciones en su
ministerio por Satanás (cf. 2 Jn. 11; 2 Cor. 11:13-15).
Ciertamente, debemos predicar la palabra a todos los que están en error y procurar salvarles, pero nunca debemos recibir a los maestros que sólo buscan aceptación de su doctrina y extensión de su error.
Conclusión
Necesitamos
urgentemente caminar en amor, caminar en la verdad, y perseverar en la doctrina
de Cristo, mientras el peligro de los falsos maestros persiste. Haciendo lo que
Juan dice, simplemente, no tenemos tiempo, ni interés, para los falsos
maestros. Una vez señalados, sabiendo que andan en error por el contraste de su
enseñanza con la palabra de Cristo, las puertas de nuestro corazón, y hogar, se
han cerrado para ellos.