Repudio, divorcio, separación, abandono



Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (Mal. 2:16).


Por Josué Hernández


Para estar en sintonía con el corazón de Dios respecto a su aborrecimiento del repudio en general, debemos entender los propósitos que se logran por el matrimonio. Dios instituyó el matrimonio con propósitos específicos, los cuales son menospreciados por quienes acceden irreflexivamente al divorcio hoy en día. La tasa de divorcios continúa en ascenso, los males resultantes proliferan, y Satanás continúa ganando ventaja mientras nuestra sociedad mira el divorcio, o repudio, como algo cada vez más normal y el matrimonio como algo menospreciable.

Lo que Dios hace al unir en matrimonio

La acción divina al unir en matrimonio, permite varias bendiciones, las cuales podríamos enumerar de la siguiente manera: El compañerismo (Gen. 2:18). La felicidad (Prov. 18:22; cf. Ecles. 9:9). La satisfacción sexual (1 Cor. 7:2-5). La procreación (Gen. 1:28; 1 Tim. 2:15; 1 Tim. 5:14). La protección o refugio (1 Tim. 5:8; Tito 2:5). El desarrollo de la personalidad de cada miembro de la familia, y el bienestar de la sociedad en general.  

Para la existencia de dos personas en matrimonio, Dios ha hecho cierta cosa, la cual es descrita con los verbos “unir”, “juntar”, “sujetar” y “ligar”.
  • UNIR (gr. “proskolao”) y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne (Mat. 19:5).
  • JUNTAR (gr. “Suzeúgnumi”) Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mat. 19:6).
  • SUJETAR (gr. “Déo”) Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido (Rom. 7:2).
  • LIGAR (gr. “Déo”). ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estás libre de mujer? No procures casarte… La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor (1 Cor. 7:27,39).  
Al unir, juntar, sujetar, o ligar, Dios deja a un hombre y a una mujer responsabilizados de ser fieles a su pacto matrimonial (Prov. 2:17; Mal. 2:14). Es importante indicar aquí, que muchos “casados” no están “ligados”, porque Dios no los juntó porque no tener ellos el derecho de casarse (Mat. 5:32; 19:9; 1 Cor. 7:10-12; Rom. 7:2,3).

Lo que el repudio hace al destruir el matrimonio

El repudio atenta contra la obra de Dios en el matrimonio, y sus consecuencias afectan a la familia, a la iglesia, y a la sociedad. El repudio, o divorcio, separa lo que Dios juntó. Es importante enfatizar aquí que no hay distinción técnica entre “repudiar”, “separar”, “abandonar” (vea: Mat. 19:3,6; 1 Cor. 7:10,11). Es decir, repudiar es separar lo que Dios juntó, es abandonar al cónyuge. Si los cónyuges no están juntos, están separados (divorciados).

Es muy importante evitar la falsa doctrina enseñada por algunos de que “el apóstol Pablo permitía el separarse con tal que no se vuelva a casar”. El apóstol Pablo no dice tal cosa. Pablo condenó el repudio prohibiendo la separación (1 Cor. 7:10). Y cuando dijo y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer (1 Cor. 7:11), el apóstol no estaba dando un permiso que invalidaba el repudio, sino que estaba considerando un escenario en el cual ha ocurrido la separación y para el cual había dos opciones. Pero, esto no es permiso para repudiar a nuestros cónyuges y quedarnos todos sin casar. Es absurdo pensar que todos podemos divorciarnos y seguir separados de nuestros cónyuges por cualquier causa (cf. Mat. 5:32; 19:9).

Considerando los siguientes casos, veremos que cuando se propone un escenario posible esto no es un permiso: no te jactes… y si te jactas (Rom. 11:18). “os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado” (1 Jn. 2:1-2). “Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad” (Sant. 3:14).

Dios aborrece aquello que atenta contra sus sagrados y divinos propósitos, en este caso, el repudio. Específicamente, el repudio separa lo que Dios une o junta (Mat. 19:6), hace dos carnes (Mat. 19:6), destruye la protección contra la fornicación (1 Cor. 7:2-5,9; 10:13), destruye el hogar y mancha a la iglesia (Ef. 5:26,27) ejecutando lo que Dios aborrece (Mal. 2:14), y si amamos a Dios y le servimos, debemos amar lo que El ama y aborrecer lo que El aborrece. “Aborreced lo malo, seguid lo bueno” (Rom. 12:9). “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad” (Heb. 1:9).   

Conclusión

Aunque lo lamentamos, también entendemos, que el mundo en tinieblas aprecie el divorcio, o repudio, como una opción siempre viable. Sin embargo, esto no debe ser así para el pueblo de Dios. Simplemente, nadie debe hacer lo que Dios aborrece.

Si los cristianos tuvieran la mente de Dios, ni pensarían en el divorcio como “el remedio” a sus problemas matrimoniales (excepto en el caso de fornicación; Mat. 19:9; 5:32).

Que todos recordemos que lo que Dios juntó “no lo separe el hombre” (Mat. 19:6).