Membresía en la iglesia local



Por Josué Hernández


Algunos hermanos creen que pueden ser miembros de la iglesia universal sin poner su membresía en un grupo local, es decir, una congregación de una determinada localidad, lo que comúnmente llamamos, “iglesia local”.

Las razones para rehusar adherirse como miembro a una congregación de Cristo pueden ser variadas. Por ejemplo, una razón podría ser la de evitar la responsabilidad asociada con la membresía, y la disciplina que seguramente se ejercería. Otra razón podría ser la desinformación algo extendida sobre lo que es la membresía en la iglesia local según el plan de Dios revelado en el Nuevo Testamento.

Hermanos afirman que la Biblia no demanda que uno deba ser miembro de una determinada congregación del Señor y adherirse al acuerdo que la conforma. Sin embargo, ser miembro de una iglesia de Cristo es asunto imprescindible según leemos en las sagradas Escrituras.

Membresía

La idea de “membresía” la obtenemos de la ilustración de los diferentes “miembros” que componen un “cuerpo” (Rom. 12:3; 1 Cor. 12:27). El concepto de membresía, por lo tanto, indica un conjunto, o colectivo, compuesto de varias unidades, donde cada unidad, es decir, cada miembro, trabaja en beneficio del conjunto (cf. Ef. 4:16; 1 Cor. 12:25,26).

La ilustración del cuerpo humano (1 Cor. 12:14, y sig.), enfatiza la necesidad de que todos los miembros trabajen juntos, en total concordia, completamente interrelacionados. Obviamente, uno no podrá hacer esto si no es “miembro” de una congregación de Cristo.

¿Quién puede ser miembro?

La cabeza del cuerpo, es decir, Cristo, determina esto (Ef. 1:22,23; 4:15: 1 Cor. 12:12). En consecuencia, quien no sigue las instrucciones de la cabeza no puede ser miembro del cuerpo.

¿Qué implica la membresía?

La membresía indica la adhesión a un acuerdo (cf. Hech. 9:26,28) para trabajar unidos en una obra divinamente establecida (cf. Hech. 2:42) en la cual responsablemente cada uno hará su parte (Ef. 4:12,16). 

Una característica propia de los miembros de una determinada iglesia de Cristo es el congregarse (cf. 1 Cor. 11:20; 14:23,26; Heb. 10:25). Otra característica distintiva es la sujeción a los ancianos locales (Hech. 20:17,28; 1 Ped. 5:1,2).

Entonces, ¿debo adherirme a un grupo de hermanos?

Esta pregunta común es claramente respondida por el registro bíblico. A Pablo le preocupaba encontrar al pueblo de Dios y adherirse a una iglesia local (Hech. 9:26, y sig.) ¿Por qué? Los pasajes que implementan la ilustración del cuerpo humano son elocuentes (Rom. 12; 1 Cor. 12; Ef. 4:16).

No hubiesen existido iglesias locales si los cristianos en el primer siglo no se hubiesen organizado según se les mandaba (cf. Hech. 2:42). Y si ellos agradaron a Dios siguiendo este patrón, su ejemplo debe implementarse en el presente siglo para que agrademos a Dios también.

Las epístolas del Nuevo Testamento indican la existencia de muchos grupos de ciertas localidades definidas, donde cada grupo tenía una misión distintiva que llevar adelante, en la cual cada miembro debía comprometerse de corazón. Debido a esto, es comprensible que una iglesia se congregara como tal (cf. 1 Cor. 11:18; Heb. 10:24,25) o disciplinase a uno de sus miembros (cf. 1 Cor. 5:1-13; 2 Tes. 3:6,14).

Poner membresía

Hermanos rechazan esta terminología como “no bíblica”. Dicen “no leemos de alguno poniendo su membresía en el Nuevo Testamento”. Sin embargo, tampoco leemos de locales de la iglesia, púlpitos, bautisterios, sillas, luz eléctrica, sistema de amplificación, etc.

A la luz de las Escrituras, poner membresía es terminología basada en un sólido principio bíblico. De esto leemos, nuevamente, en el ejemplo de Pablo (Hech. 9:26).

¿Cómo podrían los demás miembros de la congregación saber que alguno es miembro con ellos? ¿No se debe dar a conocer formalmente el deseo de poner membresía con los demás?

El hecho de que alguno sea miembro de la iglesia universal, y se mude a una localidad, no significa un compromiso automático de unidad en una relación mutuamente aceptada. Esta relación de asociación es el compañerismo del que gozan los miembros de una iglesia del Señor.