El silencio de la mujer



Por Josué Hernández


Por siglos ha existido controversia entre los estudiantes de la Biblia acerca del papel, o rol, de la mujer en el trabajo y la adoración de la iglesia local. Y, podemos identificar dos posiciones extremas:

  • En un extremo, encontramos a quienes han concluido que la Biblia autoriza que las mujeres prediquen y ocupen puestos de autoridad dentro de la iglesia local. Lo cual está en armonía con el movimiento secular de liberación de la mujer.
  • En el extremo opuesto, están algunos que han concluido que la Biblia no autoriza a las mujeres a que hablen, y por lo tanto, no pueden hablar en absoluto en las asambleas de la iglesia. Incluso, hay quienes afirman que las mujeres ni siquiera pueden cantar o decir el amén.
Estas posiciones extremas son el resultado del rechazo de las declaraciones y mandamientos de Dios en su contexto.

Hay otros que no tienen ninguna de estas posiciones extremas, pero aún tienen preguntas honestas sobre la naturaleza y el alcance de las limitaciones que se imponen a las mujeres. Por ejemplo, ¿siempre es pecado que una mujer enseñe o corrija a un hombre? ¿Nunca podrían las mujeres hacer una pregunta o un comentario en una clase bíblica? ¿Puede una mujer indicar la razón por la cual su marido no pudo asistir a la reunión de la iglesia?

Dios ha hablado en su palabra, tanto explícita como implícitamente. Tendremos que examinar los mandamientos y declaraciones de Dios en su palabra, junto a los ejemplos e implicaciones, y lograr así una comprensión clara de la voluntad de Dios al respecto.

Pablo dijo a los corintios, “vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1 Cor. 14:34,35).

Aquí tenemos un mandamiento divino, directo, sencillo, y totalmente comprensible, que debe ser considerado en su contexto. Ahora bien, si comparamos lo dicho por Pablo a los corintios con su enseñanza al escribir 1 Timoteo 2:11,12, veremos que Dios no exige que las mujeres guarden absoluto silencio en toda actividad de adoración, sino que exige que las mujeres se sometan a los varones, y en cierta actividad de adoración permanezcan en silencio.

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Tim. 2:11,12).

El sustantivo “silencio” (gr. “esuquia”), que Pablo menciona dos veces en su enseñanza a Timoteo, denota sosiego, reposo, quietud. Pablo sabía escribir “silencio absoluto” (gr. “sigao”), sin embargo, Pablo no escribió “silencio”, sino “quietud”.

Considere lo siguiente, en el contexto específico de 1 Corintios 14:34,35, el apóstol Pablo especificó el “silencio”, pero no lo hizo en su epístola a Timoteo. Por lo tanto, ambos pasajes deben ser armonizados para el entendimiento de la voluntad de Dios.

No toda la enseñanza por mujeres está prohibida

Lucas registra por el Espíritu que Felipe, el evangelista, tenía hijas que profetizaban (Hech. 21:8,9), y bien sabemos que la profecía fue un medio de enseñanza en la era apostólica. Pablo no condenó a las hijas de Felipe por ejercer el don de profecía, y la razón es obvia, ellas ejercían su don de enseñanza bajo las restricciones registradas en 1 Timoteo 2:11,12, y no enseñaban por sobre el hombre, ni ejerciendo dominio por sobre el hombre.

Mujeres mayores fueron instruidas a enseñar a las jóvenes acerca de sus deberes en el hogar (Tito 2:3,4), y mujeres estuvieron firmes junto a Pablo por la fe del evangelio (Rom. 16:3,4; Fil. 4:3). Priscila, una mujer, fue responsable junto a su marido de corregir el error de Apolos (Hech. 18:26). Una lectura cuidadosa de Hechos 18:26 indica que Priscila inició, o dirigió, la discusión para corregir el error de Apolos, junto a su marido; pudiendo ella estar más informada que su marido al respecto, lo cual explicaría la razón de que sea mencionada primero que su esposo en el versículo.

Priscila no pecó al enseñar a un varón, y su ejemplo ha quedado perpetuado como aprobado para nosotros. Ella observaba las regulaciones indicadas por Pablo en 1 Timoteo 2:11,12, y su comportamiento y actitud general no fue la de ejercer dominio sobre el hombre, ni enseñar por sobre los varones.

Las mujeres aprobadas por Dios en la era apostólica no enseñaban ejerciendo dominio sobre los varones, ni suplantando su autoridad de ninguna manera. El comportamiento de ellas fue regulado por la misma revelación que tenemos escrita en nuestras Biblias.

Armonizando para organizar la correcta comprensión

Aunque hay similitudes entre estos pasajes, también hay diferencias contextuales que deben considerarse para su correcta interpretación.

1 Corintios 14 aborda el ejercicio de los dones espirituales en la asamblea de adoración de la iglesia local (1 Cor. 14:23,26). Pablo instruye acerca de la enseñanza, el canto y la oración que se debían realizar cuando la iglesia se reuniese (v.19,23,28,33,34).

La orden divina de guardar silencio (callar) se usa tres veces en este capítulo (v.28,30,34) aplicándose a hombres y a mujeres, en un contexto de regulaciones divinas respecto a la enseñanza pública (v.27-35). Con un estudio cuidadoso aprenderemos la voluntad de Dios respecto al silencio de las mujeres en la asamblea pública, uniendo los versículos 34 y 35 a su contexto.
  • Aquellos facultados por el Espíritu Santo para hablar en otras lenguas (idiomas) debían hacerlo secuencialmente, no simultáneamente (v.27).
  • Quienes hablarían en lenguas serían dos o tres por reunión (v.27).
  • Si no había intérprete, quienes quisieran ejercer el don de hablar en lenguas debían callar (v.28) como las mujeres del versículo 34 debían callar.
  • Aquellos facultados por el Espíritu para profetizar debían hacerlo secuencialmente, no simultáneamente (v.31).
  • Los discursos de los profetas debían limitarse a dos o tres por reunión (v.29), y si alguno tuviese alguna revelación que comunicar el que estaba hablando debía callar para darle la palabra al segundo (v.30). Cuando Pablo dijo “calle el primero” usa el mismo verbo “callar” (guardar silencio) que aplica a las mujeres del versículo 34.
  • Dios diseñó los dones sobrenaturales para que estuviesen sujetos a la voluntad de los capacitados para que éstos pudiesen ejercerlos con dominio propio, de manera decente y ordenada (v.26,32,33,40)
  • Mujeres se estaban involucrando en el proceso de enseñanza hablando fuera de orden, y por lo tanto, ejerciendo dominio sobre los varones. Estas mujeres eran las esposas de los profetas, “vuestras mujeres” (v.34). Ellas debían arrepentirse de involucrarse públicamente en la enseñanza, y entender que, si tenían preguntas sobre lo que sus esposos decían en medio del desorden de la reunión de los corintios, debían preguntar en casa a ellos (v.35).

Hay quienes han preguntado, ¿qué sucede con las solteras, viudas, o aquellas con esposo inconverso, que tengan dudas de lo que se está enseñando en el sermón? La regla general la tenemos identificada, y los principios bíblicos también. Debemos procurar la decencia y el orden (1 Cor. 14:40) y la mutua edificación (v.3,4,5,12,17,26,31). El amor nos motivará a regular nuestra conducta en las asambleas de la iglesia local (1 Cor. 13:4-8). La mujer piadosa no procurará ejercer dominio sobre el hombre (1 Tim. 2:11,12).

1 Corintios 14:34 prohíbe a las mujeres el predicar y enseñar sobre los hombres en las asambleas de la iglesia local, con el tipo de enseñanza en el que una persona habla y todas las demás escuchan (1 Cor. 14:29). Es decir, ingresando en la secuencia de exposición pública, como un varón (v.26-35). Muchas personas pierden este gran detalle del contexto, la secuencia de exposición especificada por Pablo, y llegan a conclusiones erróneas y suposiciones desbordadas.

Comenta Bill Reeves:
“El texto griego no dice “vuestras” mujeres, sino “las mujeres”. Al decir Pablo “las”, tiene en mente un grupo particular de “mujeres”, que según el contexto (ver. 35) eran esposas, pues tenían maridos. ¿De quiénes eran estas esposas? Otra vez reina el contexto. En los versículos anteriores (los 29-33) Pablo se ha dirigido a los profetas. Luego aquí en este versículo dice las esposas (de éstos), y en seguida vuelve a hablar acerca del profeta (ver. 35-37). Por eso Pablo tiene que estar hablando acerca de las esposas de los profetas, y nos informa que éstas causaban parte de la confusión al hablar públicamente en las asambleas, preguntando a sus maridos, en lugar de esperar para preguntarles en casa.
A estas mujeres (esposas) se les manda que callen en las asambleas. Aquí Pablo emplea el mismo verbo griego (sigao) que emplea en los ver. 28 y 30. Como en esos dos versículos el silencio mandado tiene que ver con no dirigirse al público en discurso, aquí también tiene el mismo sentido. A esas mujeres, las esposas de los profetas, se les manda callarse en el sentido de no participar en la presentación de discurso o plática en público. No es una prohibición que signifique no pronunciar palabra alguna bajo ninguna circunstancia”
(Notas sobre 1 de Corintios, Bill H. Reeves).

Sabemos que el cantar implica enseñar (Col. 3:16), por lo tanto, algunos equivocados, para permanecer consecuentes, han presionado afirmando que las mujeres deben callar incluso en el canto. Sin embargo, el canto no fue revelado como una acción sólo de los varones, sino de los unos y otros (Ef. 5:19).

¿Por qué la mujer al cantar no ejerce dominio sobre el hombre (1 Tim. 2:12)? Por la sencilla razón de que junto a los varones ella participa de la enseñanza, y no ejerce dominio sobre ellos. La única prohibición que impediría a la mujer cantar, sería que ella realmente lidere el canto para enseñar sobre los hombres.

1 Timoteo 2:11,12 prohíbe a la mujer el enseñar sobre (ejerciendo autoridad) el hombre. Más bien, la mujer debe tener una actitud reposada, sosegada, respecto a la autoridad del varón. Como ya indicamos, Pablo no dijo que la mujer esté callada, sino que permanezca en actitud sosegada.

La palabra griega para indicar el “silencio absoluto” no se encuentra en 1 Timoteo 2:11,12.
La mujer si puede enseñar a un hombre, siempre y cuando lo haga con actitud reposada, con espíritu afable y apacible (cf. 1 Ped. 3:4), y nunca de manera beligerante o autoritaria.

¿Puede la mujer hacer una pregunta, o expresar un comentario, en una clase bíblica?

Algunos, para evitar esta situación, han preferido eliminar toda clase bíblica, y así no lidiar con el cuestionamiento. Sin embargo, las oportunidades de enseñanza abundan, y debemos hallar la respuesta bíblica a los espacios en los cuales se está estudiando una lección bíblica.

El mandamiento de guardar silencio de 1 Corintios 14:34 se aplica claramente a la asamblea de adoración en la cual los que hablan públicamente son varones. Es decir, los verbos “hablar” y “callar” deben ser aplicados en su contexto, recordando que Pablo reguló la secuencia de los autorizados a exponer palabra de Dios públicamente (1 Cor. 14:26-35).

Cuando la iglesia local ha organizado una clase bíblica, o un grupo de hermanos se reúne a estudiar la Biblia en una casa, la regulación “callen en las congregaciones” no podría aplicarse usando bien la palabra de verdad (2 Tim. 2:15). En tal caso la regla de “quietud” y “sosiego” es la que aplica a las mujeres presentes (1 Tim. 2:11,12). Por lo tanto:
  • Una mujer puede responder una pregunta bíblica que le hace el maestro de la clase, porque siempre el maestro supervisa la clase, y ella al responder a él permanece sujeta al varón.
  • Una mujer puede hacer una pregunta, o expresar un comentario, cuando permanece en quietud y sosiego, con espíritu afable y apacible.
  • La mujer procurará “aprender”, esforzándose por entender la verdad bíblica expuesta
  • No se le permite a una mujer dominar la exposición bíblica con actitud soberbia, dominante o contenciosa.

Conclusión

Hay diferencia entre una clase bíblica, ya sea organizada por la iglesia local, o por algunos miembros de ella, y el culto formal de la iglesia reunida.

No es lo mismo la predicación a la iglesia reunida (1 Cor. 14:27-35; Hech. 20:7) que el canto en el cual todos participan de la mutua enseñanza (Ef. 5:19; Col. 3:16).

Las mujeres pueden enseñar a los hombres (Col. 3:16; Hech. 18:26; 2 Tim. 1:5), pero deben hacerlo de acuerdo con su rol, capacidad y oportunidad (1 Tim. 2:11,12).

El apóstol Pablo, un hombre inspirado por Dios, escribió en 1 Corintios 11:3, lo siguiente: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. No son pocos los que argumentan que tal enseñanza bíblica degrada a la mujer. Pero, si tal cosa es verdad, entonces ¿la autoridad del Padre sobre Cristo, degrada a Cristo?

La dirección no es un asunto de inteligencia o dignidad, sino de autoridad. El que está subordinado no es inferior en valor al que tiene autoridad sobre él.

Muchos estudiantes de la Biblia estarán totalmente de acuerdo con esto, sin embargo, algunos negarán lo que el apóstol Pablo enseñó acerca de la autoridad del varón sobre la mujer respecto a las actividades de culto: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Tim. 2;11,12).

Varias denominaciones permiten a las mujeres enseñar públicamente en auditorios mixtos. Tal cosa es una violación flagrante de la voluntad de Dios, tanto como si la esposa actuase como cabeza de su marido.

El hombre ha recibido una posición de liderazgo, porque Adán fue formado primero, y la mujer fue engañada en el jardín (1 Tim. 2:13,14). Eso es lo que dice la Biblia, y es lo que debemos aceptar y aplicar.

Quienes respetan la Biblia, como la palabra infalible de Dios, aceptarán las razones en ella expuestas y desecharán los argumentos progresistas de la actualidad.