Lecciones de una genealogía


Por Josué Hernández


El relato del evangelio según Mateo comienza con una lista de nombres, una genealogía de Jesús (Mat. 1:1-17). El estudiante de la Biblia promedio salta las genealogías, no las estudia. Después de todo, ¿qué podríamos aprender de una genealogía? No hay dinamismo ni acción, y la mayoría de los nombres son difíciles de pronunciar, ¿por qué estudiar algo así?

Sin duda alguna, las genealogías tienen un propósito en el registro sagrado (cf. 2 Tim. 3:16,17). Entonces, ¿qué podemos aprender de la genealogía registrada por Mateo?

En primer lugar, podemos aprender sobre la fidelidad de Dios, quien habiendo hecho una promesa, trabajó en la historia para cumplirla. Esta promesa se reitera varias veces en el Antiguo Testamento (Gen. 3:15; 12:3; 22:18; Deut. 18:18,19; 2 Sam. 7:12-14). Esta promesa de Dios señalaba a Jesucristo y su obra redentora. Pensemos un poco más en esto:
  • Dios prometió a Abraham, un hombre cuya esposa era estéril, que sería padre (Gen. 15:1-5), no sólo de un hijo, sino de muchedumbre de gentes (Gen. 17:4) y que en su simiente serían bendecidas todas las naciones (Gen. 22:18; Gal. 3:16).
  • Dios prometió que el gobernante vendría de la tribu de Judá (Gen. 49:10).
  • Dios le prometió a David que de su descendencia vendría el Cristo y se sentaría en su trono, el trono de Dios (2 Sam. 7:12,13; Hech. 2:30-36).
  • La línea contínua estaba condicionada a la fidelidad (1 Cron. 28:7), desafortunadamente, muchos reyes descendientes de David no fueron fieles, por lo cual Dios prometió a Jeconías que, aunque él fuese como un anillo en la mano derecha de Dios, él sería “sin hijos” en el trono (Jer. 22:24-30). La línea gobernante de Judá terminaría con él.
  • A pesar de la infidelidad del pueblo de Dios y su consiguiente cautiverio, Dios prometió una restauración. En su momento, Dios prometió a Zorobabel, uno de los líderes de la restauración, que lo pondría como anillo de sellar, como su escogido (Hag. 2:20-23).
  • Para nuestro asombro, Zorobabel es el vínculo común entre David y Jesús, en las genealogías de Mateo y Lucas.
  • Una y otra vez, sin importar cuan improbable fuese, sin importar el tiempo transcurrido, sin importar el devenir tumultuoso de la historia, Dios cumplió su palabra, porque Dios es fiel.

En segundo lugar, podemos aprender sobre la suficiencia de Dios, quien dispuso de materia humana inferior para lograr el cumplimiento de su plan de redención en Cristo. La genealogía de Jesús presenta varios detalles peculiares. Por un lado, hay personas destacadas como Abraham, Isaac, Jacob y David. Estos hombres no eran perfectos (los escritores de la Biblia registran objetivamente sus fracasos junto con sus éxitos) pero eran hombres buenos y fieles. Por otro lado, la lista incluye a algunos de los hombres más impíos de la historia de Judá.

Detengámonos en la siguiente sección de la genealogía: “Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías”(Mat. 1:9,10).
  • Uzías fue un buen rey hasta que su orgullo se apoderó de él (2 Cron. 26). Su hijo Jotam fue un buen hombre (2 Cron. 27).
  • Acaz está entre los peores reyes de Judá, llegando a ofrecer a uno de sus hijos a un ídolo (2 Rey. 16:3).
  • Ezequías, el hijo de Acaz, fue un gran rey, que hizo todo lo que pudo para restaurar el servicio fiel a Dios (2 Cron. 29-31).
  • Manasés fue un hombre terrible cuya primera tarea fue deshacer las reformas de su padre, “Y pasó sus hijos por fuego en el valle del hijo de Hinom; y observaba los tiempos, miraba en agüeros, era dado a adivinaciones, y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira” (2 Cron. 33:6).
  • Amón fue como Manasés, pero Josías fue como su bisabuelo, Ezequías (2 Cron. 34-35).
¿Qué salió mal para que hijos tan perversos se levantaran en el reino? Quizá los padres fueron más inconsistentes de lo que sabemos. Tal vez, no fueron lo suficientemente activos para criar a sus hijos en el camino del Señor. ¿Estarían tan ocupados en los asuntos del reino que descuidaron su hogar? Es posible que hicieron todo lo que estaba en su poder, pero sus hijos siguieron el mal camino. Nos guste o no, esto sucede. Podemos detenernos para quitar de nosotros ese sentimiento de falsa de seguridad en que nuestros hijos harán siempre lo correcto y seguirán al Señor en sus caminos. Mejor será que seamos activos en criar a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4).

A pesar del pecado, la rebeldía, la soberbia, en las decisiones personales de cada cual, Dios cumplió su promesa. “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Gen. 18:14).

En tercer lugar, aprendemos que Dios conoce a todos. Sabemos mucho de algunos hombres eminentes en la genealogía, pero sabemos muy poco de otros, y prácticamente nada de unos pocos ahí. Sin embargo, ¡Dios los conoce a todos!

La lista genealógica de Mateo tiene omisiones. Mateo enumera doce generaciones desde Zorobabel hasta Jesús, por ejemplo, mientras que Lucas señala veintiuna. Mateo omite algunos reyes en el versículo 8 (Ocozías, Joás y Amasías, que reinaron entre Joram y Uzías). Evidentemente, estas omisiones intencionadas condensarían la genealogía en tres listas de catorce (Mat. 1:17). Pero, ¿por qué tres listas de catorce? He aquí algunas teorías plausibles:
  • Para ayudar a la memorización.
  • Por un asunto de numeración simbólica, es decir, tres listas de dos por siete.
  • Otros, indican el número 42 también como un índice simbólico, que en la profecía sería un tiempo de aflicción (1260 días, 42 meses, 3 años y medio, “tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo”), indicando el sufrimiento en el período pre-mesiánico.
Sea cual fuese su posición, estimado lector, el punto es claro. Dios conoce a todas las personas, prominentes o no, en otras palabras, conocidos o desconocidos.

Pocos de nosotros dejaremos una huella en la historia. Nadie nos construiría algún monumento en nuestra memoria, ni registrará nuestro nombre en los libros de historia. De hecho, en unas generaciones más, seremos prácticamente desconocidos, e incluso, nuestros sucesores no sabrán mucho de nosotros, si es que logran saber algo. No obstante, recordemos, Dios nos conoce a todos. El conoce nuestras fortalezas y debilidades, nuestras oportunidades y capacidades, nuestros desafíos y fracasos, nuestro esfuerzo y negligencia. Es más, Dios conoce nuestros corazones, algo consolador y terrorífico dependiendo de lo que haya en el corazón.

En cuarto lugar, aprendemos de la gracia de Dios. Aunque la genealogía traza una línea a través de varones, se mencionan en ella cuatro mujeres, además de la madre de Jesús, María. Sin embargo, tres de las cuatro mujeres no son del carácter que esperaríamos para ser de los ancestros del Mesías. Esperaríamos una mención elocuente de Sara, Rebeca, Raquel, sin embargo se indican Tamar (1:3), Rahab (v.5) y Betsabé (1:6). Dos de estas mujeres concibieron hijos fuera del matrimonio. Tamar lo hizo a propósito, buscando un hijo que continuara la línea de su difunto esposo. El embarazo de Betsabé fue el resultado de la aventura con David. Y eso no es todo, la genealogía también incluye a los padres de estos hijos. Judá pensaba que Tamar era un ramera, y David convocó a Betsabé para satisfacer su lujuria en ella y mató a su marido (cf. Gen. 28; 2 Sam. 11). Rahab era una ramera (Jos. 2:1). Sabemos que Rahab y Rut eran en su momento extranjeras de la nación de Israel. El caso de Rut es excepcional, ella fue una mujer de carácter excelente, pero una moabita, de una nación concebida en incesto y específicamente excluida de la congregación de Israel (Deut. 23:3). Rahab era una cananea de Jericó, pueblo al cual Dios destruiría. Probablemente, Tamar también fue una cananea.

El carácter manchado de muchos antepasados de Jesús es la introducción más apropiada a un evangelio en el que la gracia de Dios es ofrecida a todos en Jesucristo. Esta genealogía nos recuerda que Dios tiene el mismo interés en todas las personas, hombres y mujeres, ricos y pobres, de todas las naciones, sean conocidos o desconocidos.

Pedro dijo en casa de Cornelio, “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hech. 10:34,35), y luego, el apóstol señalando a Jesús dijo, “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hech. 10:43).

¿Ha recibido usted el perdón por el nombre de Jesucristo?

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