Dos clases de enseñanza



“Como te rogué que te quedases en Efeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora. Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1 Tim. 1:3-7).


Por Josué I. Hernández

 
Pablo escribió a Timoteo para guiar la conducta de uno en la casa de Dios, la cual es la iglesia “columna y baluarte de la verdad” (1 Tim. 3:14,15). Es imperativo que nuestra enseñanza, y conducta, reflejen esa responsabilidad.
 
En nuestro texto (1 Tim. 1:3-7) Pablo recordó a Timoteo acerca del cargo que le dio, para corregir a algunos que evidentemente no estaban enseñando como debían. Pablo indica que no toda enseñanza en la que se use la Biblia será una enseñanza bíblica. Hay un tipo de enseñanza que causa disputas, y hay una buena enseñanza que produce edificación.
 
La enseñanza que causa disputas
 
Impulsa el deseo de novedad. Ignora el mandamiento, “que instruyeras a algunos que no enseñaran doctrinas extrañas, ni prestaran atención a mitos y genealogías interminables, lo que da lugar a discusiones inútiles” (1 Tim. 1:3,4, LBLA). Este tipo de enseñanza no se contenta con el evangelio de Cristo (cf. Gal. 1:8,9; 1 Cor. 4:6; 1 Ped. 4:11). Sencillamente, no fue el propósito de la ley el fomentar tales especulaciones y disputas inútiles de los que ocasionaban problemas en Éfeso (1 Tim. 1:8-11).
 
Impulsa la discusión intelectual. Manifiesta un desvío, “desviándose de estas cosas, se han apartado hacia una vana palabrería” (1 Tim. 1:6, LBLA). Siempre ha sido fácil, e incluso, cautivante, el interesarse solamente en argumentos intelectuales, pero esto es algo que Pablo condenó (Tito 1:10; 3:9). Santiago describe esta clase de acercamiento a la doctrina como una religión vana (Sant. 1:22-27).
 
Impulsa el orgullo en lugar de la humildad. Manifiesta ambiciones carnales, “queriendo ser maestros de la ley” (1 Tim. 1:7, LBLA). El conocimiento sin amor envanece, “En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo” (1 Cor. 8:1,2; cf. Sant. 3:13-18).
 
Impulsa el dogmatismo desinformado. Ignora la tragedia que ocurrió en Éfeso , “aunque no entienden lo que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen declaraciones categóricas” (1 Tim. 1:7, LBLA). Muchos problemas son ocasionados por alguno que afirma lo que no sabe, ni puede probar. Este es el hereje que se apega a su opinión como si fuera asunto de fe del Nuevo Testamento (cf. Tito 3:10). “El maestro falso siempre anuncia su doctrina con toda seguridad y dogmatismo. Muestra mucho orgullo intelectual. Se refiere a sus oponentes con asperezas” (B. H. Reeves).
 
La enseñanza que causa edificación
 
Se fundamenta en la fe, “ni dedicasen su atención a fábulas y genealogías interminables, que se prestan más para promover disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe” (1 Tim. 1:4, JER). Por supuesto, la fe viene por oír la palabra de Dios (Hech. 15:7; Rom. 10:17). La enseñanza piadosa tiene a la palabra de Dios como la base de sus argumentos y comentarios, y fomenta la edificación (cf. Ef. 4:12,16; 2 Tim. 2:15; 3:16,17).
 
Busca producir amor, “Pues el propósito de este mandamiento es el amor” (1 Tim. 1:5). Este acercamiento a la doctrina de Dios es un enfoque que motiva el recibir el amor de la verdad (2 Tes. 2:10), motiva la obra de amor (Gal. 5:6), motiva el amor que edifica (1 Cor. 8:1). Este es un enfoque que no procura ganar discusiones como fin en sí mismo, sino ganar almas (2 Tim. 2:24-26).
 
Busca crear “un corazón puro” (1 Tim. 1:5, LBLA) del cual el amor “procede” (JER), o es “nacido” (RV1960). La meta de nuestra enseñanza no debe ser profanada por demostrar lo inteligentes que somos o por avergonzar la ignorancia de nuestros oponentes. Nuestro deseo debe ser puro, buscando acercar a las personas a Dios.
 
Busca desarrollar “buena conciencia” (1 Tim. 1:5) de la cual el amor “procede” (JER), o es “nacido” (RV1960). Esto sucederá Por aplicar la palabra de Dios a nosotros mismos primero (cf. Esd. 7:10). Sin embargo, uno puede extraviarse fácilmente (1 Tim. 1:6; cf. 1:19,20), por ejemplo, cuando uno no practica lo que predica, o cuando esperamos que otros hagan lo que nosotros no hacemos.
 
Busca desarrollar “fe no fingida” de la cual el amor “procede” (JER), o es “nacido” (RV1960). El amor de una fe sincera no es un ejercicio intelectual (2 Tim. 1:5). “Se implica que los falsos maestros en Éfeso no tenían esta clase de fe, sino que se habían desviado de ella. ¿Cómo puede ser fe sincera y genuina la que lleva a la persona a enseñar diferente doctrina de la que es de Cristo? Ocuparse en enseñar diferentes doctrinas es exhibir la fe hipócrita. Para tener la fe no fingida hay que abandonar tales actividades egoístas y destructoras” (B. H. Reeves). La fe sincera es una obra que glorifica a Dios (cf. Jn. 6:28,29; Rom. 4:20).
  
Conclusión
 
¿Qué tipo de maestros o estudiantes somos? ¿Estamos constantemente involucrados en disputas y contiendas de palabras? ¿Estamos involucrados en la edificación piadosa?
 
Asegurémonos de que nuestra enseñanza y, primeramente, nuestro estudio de la Biblia sea uno que produzca edificación:
  • Amor.
  • Corazón limpio.
  • Buena conciencia.
  • Fe no fingida.
Obviamente, esto no es posible sin Jesucristo como Señor y Salvador, ¿se ha sujetado al señorío de Cristo en su vida obedeciendo a su evangelio (Mar. 16:15,16; Hech. 2:38; 22:16)?