Entendiendo las parábolas

 


“Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan” (Luc. 8:9,10).


Por Josué I. Hernández

 
Una parábola es una historia terrenal con un significado celestial. Esta historia terrenal encarna una lección espiritual, quedando así una analogía, o relación de semejanza, entre lo conocido (la historia terrenal), y lo desconocido (“los misterios del reino de los cielos”, Mat. 13:10,11).
 
Las parábolas de Cristo son comprensibles para aquellos con oídos y corazones bien dispuestos hacia la palabra del Señor (cf. Luc. 8:8,18). A estos les es dado el comprender aquello que estaba escondido “desde la fundación del mundo” (Mat. 13:35). Sin embargo, aunque las parábolas revelan la verdad sobre el reino de Dios, es decir, su soberanía o gobierno, fueron diseñadas para ocultar la verdad de aquellos que no merecen entender (cf. Mat. 13:11-15).
 
La actitud de nuestro corazón para con la palabra de Dios es crucial para comprenderla y obedecerla. He ahí la esencia de la parábola del sembrador (Mat. 13:16-18). Simplemente, nadie es obligado a someterse al reino de los cielos (cf. Mar. 4:10-13).
 
En la parábola del sembrador, los tipos de suelo representan diferentes tipos de corazones, o condiciones en los corazones (Luc. 8:4-15). Aunque todos oyen, el “corazón bueno y recto” oye y retiene la palabra de Dios, y persevera para dar los frutos que Dios espera (Luc. 8:15; cf. Hech. 17:11).
 
Las parábolas son hermosas expresiones del evangelio de Cristo, pero la condición de nuestro corazón determina si somos bendecidos por ellas o si tropezamos con ellas. “El que tiene oídos para oír, oiga” (Luc. 8:8).