A la pregunta, ¿es Jesús divino? Es decir,
¿Es Jesús Dios? La Biblia responde elocuentemente, y sin reservas. Queremos reunir
algunas afirmaciones positivas sobre la deidad de Jesús, es decir, acerca de su
estado o condición de ser divino. Isaías dijo de él, “Por tanto, el Señor
mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y
le pondrá por nombre Emmanuel” (Is. 7:14, LBLA). Mateo registró lo siguiente, “Todo esto
aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta,
cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Y despertando José del sueño,
hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la
conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS”
(Mat. 1:22-25). Juan escribió lo siguiente, “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada
de lo que ha sido hecho, fue hecho… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de
gracia y de verdad” (Jn. 1:1-3,14). Pablo declaró lo siguiente, “Porque en él
habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). “de
quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el
cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Rom.
9:5). El escritor a los hebreos afirmó que Jesús es
Dios, “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el
cetro de tu reino” (Heb. 1:8). Jesús afirmó ser Dios, “Y Jesús les
respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun
más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que
también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn.
5:17,18). En otra ocasión Jesús dijo, “Yo y el Padre uno somos… Le
respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la
blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn. 10:30,33). El pecado es una transgresión de la norma de
conducta establecida por Dios, algo que se hace o se deja de hacer respecto a
Dios (cf. 1 Jn. 3:4; Sant. 4:17; Is. 59:). Por lo tanto, el pecado es un delito
contra Dios, el cual solo Dios puede perdonar, siendo él quien principalmente ha
sido el ofendido por el pecador. Respecto a esto último, así como el Padre
puede perdonar pecados, también Jesús perdona pecados, “Al ver Jesús la fe
de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mar.
2:5). El Padre celestial dos veces afirmó la deidad
de Jesucristo al llamarle “mi Hijo” (Mat. 3:17; 17:5), es decir, de la misma
naturaleza o esencia que él. En cuanto a esto último, Jesús afirmó realizar las
mismas obras del Padre, “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas
si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y
creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn. 10:37,38; cf. Jn.
5:19). En consideración de lo anterior, no es
extraño que la misma honra de la cual es digno el Padre celestial, también el
Hijo es digno, “para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que
no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Jn. 5:23).