¿Es Jesús una persona de la Deidad?

 


Por Josué I. Hernández

 
A la pregunta, ¿es Jesús divino? Es decir, ¿Es Jesús Dios? La Biblia responde elocuentemente, y sin reservas. Queremos reunir algunas afirmaciones positivas sobre la deidad de Jesús, es decir, acerca de su estado o condición de ser divino.
 
Isaías dijo de él, “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is. 7:14, LBLA).  
 
Mateo registró lo siguiente, “Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS” (Mat. 1:22-25).
 
Juan escribió lo siguiente, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:1-3,14).
 
Pablo declaró lo siguiente, “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Rom. 9:5).
 
El escritor a los hebreos afirmó que Jesús es Dios, “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino” (Heb. 1:8).
 
Jesús afirmó ser Dios, “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:17,18). En otra ocasión Jesús dijo, “Yo y el Padre uno somos… Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn. 10:30,33).
 
El pecado es una transgresión de la norma de conducta establecida por Dios, algo que se hace o se deja de hacer respecto a Dios (cf. 1 Jn. 3:4; Sant. 4:17; Is. 59:). Por lo tanto, el pecado es un delito contra Dios, el cual solo Dios puede perdonar, siendo él quien principalmente ha sido el ofendido por el pecador. Respecto a esto último, así como el Padre puede perdonar pecados, también Jesús perdona pecados, “Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mar. 2:5).
 
El Padre celestial dos veces afirmó la deidad de Jesucristo al llamarle “mi Hijo” (Mat. 3:17; 17:5), es decir, de la misma naturaleza o esencia que él. En cuanto a esto último, Jesús afirmó realizar las mismas obras del Padre, “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn. 10:37,38; cf. Jn. 5:19).
 
En consideración de lo anterior, no es extraño que la misma honra de la cual es digno el Padre celestial, también el Hijo es digno, “para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Jn. 5:23).