Aprendiendo el contentamiento

 


Por Josué I. Hernández

 
Cuando el apóstol Pablo recibió ayuda financiera de sus amados hermanos en Filipos se regocijó en el Señor (Fil. 4:10) y los elogió por haber hecho bien (v.14). Debido a la generosidad de ellos, Pablo ahora tenía abundancia (v.18). Sin embargo, hubo periodos en que las necesidades de Pablo no fueron satisfechas (v.10,11), no porque los filipenses no se preocuparan por su bienestar, sino porque no tenían la oportunidad de servirle de esta manera. Reconociendo estas circunstancias pasadas Pablo escribió, “En verdad sentíais afecto, pero no teníais oportunidad de manifestarlo. Y no es por mi necesidad por lo que os digo esto, pues sé muy bien contentarme con lo que tengo” (Fil. 4:11, NC).
 
Mientras sufría adversidad y necesidad, el apóstol Pablo había aprendido a tener un carácter tranquilo y estable. A pesar de las falsas acusaciones, el trato injusto, e incluso, el encarcelamiento injusto desde el cual escribió estas palabras (Fil. 1:7,14,16), el apóstol había adoptado un paradigma desconocido para los del mundo, el gozo del contentamiento. Por lo cual, cuando sufría las más duras tribulaciones (cf. 2 Cor. 11:23-28) no se conducía con miedo, amargura o ira. Y cuando fue prosperado con “abundancia” (Fil. 4:12) no se conducía con arrogancia o jactancia.
 
A pesar de los altibajos, Pablo mantuvo una compostura digna del evangelio, “Hasta el momento presente pasamos hambre y sed, andamos mal vestidos, somos maltratados y no tenemos dónde vivir; nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; cuando nos ultrajan, bendecimos; cuando somos perseguidos, lo soportamos” (1 Cor. 4:11,12).
 
Pablo había aprendido tres cosas que nosotros necesitamos aprender también, “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Fil. 4:12). “Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundancia” (NC).
  • El contentamiento no depende de las circunstancias.
  • El contentamiento no depende de los recursos materiales.
  • El contentamiento no depende de las personas.
 
Si bien Pablo se regocijaba de tener ayuda de varios fieles en su trabajo (Fil. 1:1; 2:22; 2:25; 4:10), su contentamiento no dependía de sus compañeros colaboradores. Cuando los filipenses no tenían la oportunidad de ayudar a Pablo el mantuvo su contentamiento (Fil. 4:10,13), cuando otros lo abandonaron (cf. Hech. 13:13; 2 Tim. 4:10,16) el apóstol pudo decir, “que no se les tenga en cuenta” (2 Tim. 4:16, LBLA).
 
Por lo tanto, si las circunstancias, los recursos, y los compañeros fallan, ¿cuál era el fundamento del contentamiento? Pablo dijo, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13).
 
El contentamiento se basa en la confianza en las provisiones el Señor. Pablo creía en la promesa de Jesús para aquellos que buscan “primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mat. 6:33). Estaba plenamente convencido que “poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Cor. 9:8). Él sabía que Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3), y que Dios “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Ef. 3:20).
 
Pablo disfrutaba la paz del Señor. Aquella serenidad por caminar con él, gozándonos, orando sin cesar, usando bien la mente, y haciendo lo que agrada a Dios (Fil. 4:4-9; cf. Heb. 13:5,6).
 
Antes de morir, cuando personas y circunstancias le eran adversas (2 Tim. 4:9-16), Pablo dijo, “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (2 Tim. 4:17). Pablo había aprendido el contentamiento al confiar en el poder de Dios “el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Cor. 2:14) cuyo poder “se perfecciona en la debilidad” (2 Cor. 12:9). 
 
El mismo Dios que fomentó la satisfacción de Pablo, puede ser también nuestro Dios si abrimos los ojos y nos convertimos a él (Hech. 26:18; cf. Col. 1:13; 2:12).
 

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19).