Mientras estudiamos
las sagradas Escrituras nos damos cuenta de que hay muchas cosas que no pueden
ser determinadas por localizar un solo texto que mande explícitamente a hacer
algo en particular. Sencillo fuera encontrar una declaración expresa, o un
mandamiento directo, para todo. Sin embargo, la revelación de Dios no es así. Por ejemplo, no hay
un solo texto que indique explícitamente todas las condiciones de Dios para
otorgarnos su perdón. Dicho de otra manera, no tenemos el plan de salvación del
evangelio en un solo texto. A su vez, no hay un solo texto que instruya al
cristiano sobre todos los detalles y la manera de pasar a la mesa del Señor.
Simplemente, Dios ha querido que estudiemos, y que pensando profundamente saquemos
conclusiones al reunir la información. Podemos conocer todo
el consejo de Dios (Hech. 20:27), la Biblia lo contiene, pero la comprensión plena
de la voluntad de Dios no se logrará por un mandamiento aislado que abarque
todos los detalles. Necesitamos estudiar las sagradas Escrituras usando, lo que
algunos llaman, el método analítico sintético. Es decir, debemos analizar la
sagrada Escritura, examinándola cuidadosamente, para “reunir” la información
bíblica concerniente al tema, para luego sacar las conclusiones que la armonía
de los diferentes elementos produce. El fiel estudiante de
la Biblia escudriñará diligentemente en ella buscando las “piedras preciosas”
de la bendita revelación, ya sea una “declaración expresa” o un “mandamiento
directo”, ya sea un “ejemplo aprobado” que ilustre la voluntad de Dios, o una “implicación
divina” de la cual sacará una conclusión (inferencia) necesaria.