Los apóstoles, y otros hombres inspirados, escribieron a quienes no
conocían personalmente (cf. Col. 2:1; Rom. 15:23); pero, siempre reconocían que
el mejor diálogo no es a distancia, sino cara a cara (2 Jn. 1:12; 3 Jn.
1:13,14). En el primer siglo no existía el concepto de “amistad virtual”. La moda es crear y fomentar relaciones virtuales, sin esforzarse por crear
ni fomentar relaciones reales. Con pulsar una opción cualquiera puede hacer “amigos”
en las redes sociales, y sumergirse en un mundo digital con interacciones virtuales.
Luego, la amistad virtual es sobrevalorada en detrimento de la amistad real.
Fácilmente podemos volvernos incapaces de relacionarnoscon nuestro
entorno e incumplir con esto el propósito de Cristo (cf. Mat. 5:13,16; 2 Cor.
3:2; 1 Ped. 2:9). Necesitamos examinarnos a nosotros mismos (2 Cor. 13:5) para evaluar
cómo está nuestro comportamiento en el matrimonio (Ef. 5:22-33; Col. 3:18,19),
en la familia (Ef. 6:1-4; Col. 3:20,21), en la sociedad (Ef. 6:5-9; Col.
3:22-25; Tito 2:1-15; 3:1,2) y en el cuerpo local (Rom. 12:3-8; 1 Cor.
12:14-27; Ef. 4:1-3; Fil. 2:1-4).