Cristianos solo de nombre

 


Por Josué I. Hernández

 
Muchos afirman ser cristianos, y lo curioso es que afirmen tal cosa a la vez que observan doctrinas que Cristo no mandó (cf. Mat. 15:9; Col. 3:17), o se conducen de una manera que Cristo desaprueba (cf. Ef. 4:20,21). Así también, entre el pueblo de Dios hay quienes afirman ser cristianos mientras con sus hechos niegan su propia afirmación. Es decir, son “cristianos solo de nombre”, no legítimos, “tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Apoc. 3:1).
 
Los “cristianos solo de nombre” pueden reunirse con regularidad, e incluso, ser amigos de verdaderos cristianos, pero su devoción a Dios es superficial e inconstante. El problema es que aman al mundo y las cosas del mundo (cf. Col. 3:2; 1 Jn. 2:15,16; Sant. 4:4). En fin, los “cristianos solo de nombre” han elegido al mundo mientras intentan parecer cristianos.
 
El verdadero cristiano
 
El cristiano es un discípulo. “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hech. 11:26). Los que ya eran discípulos fueron identificados como cristianos. Mateo registró la manera en que se hacen discípulos (Mat. 28:19,20). Un discípulo es un aprendiz, un alumno, un imitador de su maestro. Cristo dijo, “aprended de mí” (Mat. 11:28-30), y dijo a los que habían creído en él, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Jn. 8:31,32). Como discípulo, el cristiano es uno que estudia y aprende de su Maestro Jesucristo, para seguir su ejemplo (cf. 1 Ped. 2:21) y permanecer en sus palabras.
 
El cristiano es uno discípulo persuadido. “Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano” (Hech. 26:28). Algunos afirman que han nacido en una familia cristiana, y que por este motivo son cristianos. Esto no lo enseña la Biblia. Nadie nace cristiano. Los cristianos han sido hechos tales al ser persuadidos por el evangelio. El libro de los Hechos describe elocuentemente el proceso mediante el cual hombres y mujeres se volvieron cristianos (Hech. 2:38,41; 8:12,36-38; 9:6; 10:47,48; 16:14,15; 16:30-33; 18:8). No hay cristiano sin conversión (cf. Hech. 3:13; 26:18). Según el inspirado apóstol Pablo, la fe y el bautismo lo revisten a uno de Cristo, y lo hacen cristiano (cf. Gal. 3:26,27; Mat. 28:19,20). Recuérdese, la fe es imposible sin la persuasión (cf. Hech. 15:7; Heb. 11:1).
 
El cristiano es un discípulo persuadido que sufre por su fe. “Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Ped. 4:15,16). Los que sufren por hacer el mal, simplemente están recibiendo según sus hechos, es decir, cosechan lo que sembraron. Sin embargo, el cristiano sufre por confiar y vivir según la voluntad de su Maestro Jesucristo. Los verdaderos cristianos sufren “por causa de la justicia” (Mat. 5:10-12) y son aborrecidos por causa del nombre del Señor (Mat. 10:22) porque ellos no son de este mundo (Jn. 15:19). En fin, los verdaderos cristianos no hablan, ni se comportan como los del mundo (cf. Rom. 12:1,2; 1 Jn. 4:5).
 
Conclusión
 
El “cristiano solo de nombre” podría engañar, al menos por algún tiempo, a los verdaderos cristianos; engañando al enmascarar la corrupción y la mundanalidad con actos externos de justicia (cf. Mat. 23:25-28).
 
Cada uno debe examinarse con diligencia (2 Cor. 13:5) para permanecer como un verdadero cristiano, es decir, como un verdadero discípulo de Cristo que está persuadido al punto de sufrir por su fe.
 
Que digamos junto con Pablo, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2:20).