La palabra griega para “Señor” es “kurios”. Los eruditos nos informan del uso
común de esta palabra, la cual aparece en todos los libros del Nuevo
Testamento, excepto en Tito y las epístolas de Juan. Es una palabra con varios
usos, los cuales son generales y habituales. Enseguida indicaremos cuatro:
El dueño o propietario. Por ejemplo, el dueño de la viña es “el señor
de la viña” (Mat. 20:8). Este varón de la parábola sería el equivalente a
un hacendado o terrateniente. El apóstol Pablo, en su razonamiento inspirado,
indicó que el heredero, mientras es menor de edad, no parece diferente a un
siervo, aunque potencialmente “es señor de todo” (Gal. 4:1). El amo a quien se le debe servicio. En Filipos, Pablo y Silas encontraron a
una muchacha que “daba gran ganancia a sus amos” (Hech. 16:16). Jesús
dijo “Ninguno puede servir a dos señores” (Mat. 6:24). El que gobierna. Cuando Pablo apeló a César, Festo se preocupó por
reportar a su “señor” (Hech. 25:26). Este “señor” de Festo era el
emperador de Roma. Jesús es llamado “Señor de señores y Rey de reyes” (Apoc.
17:14). Este superlativo indica que Jesús es la máxima autoridad, el Amo
absoluto, “cabeza sobre todas las cosas” (Ef. 1:22). Un título para indicar respeto y cortesía. Pedro nos enseña que Sara llamó a Abraham
“señor” (1 Ped. 3:6). La palabra “kurios” se usa con esta aplicación en varios
pasajes. Por ejemplo, el carcelero de Filipos se dirigió a Pablo y a Silas como
“señores” (Hech. 16:30).
En un sentido especial, los judíos usaron “kurios” para honrar a Jehová
Dios. Este título, con esta misma connotación, se aplica frecuentemente a Jesús
en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, aunque Jesús es “Señor” porque es dueño, amo,
gobernante, y merece reverencia, la Biblia nos enseña que Jesús es llamado “Señor”
por su deidad o divinidad, tal como Tomás lo reconoció, “¡Señor mío, y Dios
mío!” (Jn. 20:28).