Falacia ad hominem

 


Por Josué I. Hernández

 
“Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable” (2 Cor. 10:10).

 
Se llama argumento “ad hominem” a la falacia (engaño, fraude) que consiste en atacar a la persona que expresa un argumento, desacreditándola para que los demás no le tengan en consideración. Por lo tanto, en lugar de ir con honestidad al argumento mismo, quien ocupa esta falacia ataca a la persona que argumenta ya sea directamente, por ejemplo, con un insulto (cf. Mat. 5:22; 3 Jn. 10), ya sea indirectamente, por ejemplo, con una apelación a las circunstancias, intereses, o relaciones de la persona que argumenta (ej. “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?”, Luc. 6:3).  
 
La persona que usa la falacia ad hominem demuestra irracionalidad y un pobre uso de la argumentación (cf. 2 Cor. 11:19), en cambio, el que ama la verdad usa “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef. 6:17).  
 
El apóstol Pablo se oponía al error que difundían falsos maestros contra la verdad del evangelio (cf. 2 Cor. 10:3-6; Gal. 1:6-12; 2:4,5), y estos malos hombres en lugar de considerar los argumentos del apóstol, simplemente le atacaban usando de menosprecio y desdén. La idea de ellos era desacreditar a Pablo para que su mensaje apostólico fuese desechado. Lo cual nos enseña que el ataque personal no es de Dios sino de Satanás (2 Cor. 10:1,2,10; 11:6). No debemos ignorar “sus maquinaciones” (2 Cor. 2:11) y “asechanzas” (Ef. 6:11) o “artimañas” (Ef. 4:14).
 
El ataque personal es una distracción, una cortina de humo, para que quitemos la atención a la palabra verdadera del evangelio. Algunos ejemplos de argumento ad hominem son los siguientes:
  • “Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores” (Luc. 7:34).
  • “Demonio tiene” (Luc. 7:33).
  • “este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos” (Hech. 24:5).  
 
Pablo dijo a los corintios, “Miráis las cosas según la apariencia” (2 Cor. 10:7). Sin lugar a duda, los corintios no eran sabios al dejarse impresionar por los ataques ad hominem que los falsos maestros usaban contra el apóstol Pablo.
 
Cristo dijo, “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mat. 5:11,12).