Predicadores y oración

 


Por Josué I. Hernández

 
Mientras avanzamos en el estudio de las epístolas a los tesalonicenses, hay una cosa que se reitera en el argumento de Pablo, la cual es como un hilo dorado en el entramado del discurso del apóstol. En varias ocasiones vemos a Pablo intercediendo en oración a favor de los tesalonicenses.
  • Para que crezcan y abunden en amor (1 Tes. 3:11,12).
  • Para que el Señor confirme sus corazones irreprensibles en santidad (1 Tes. 3:13).
  • Para que Dios los santifique por completo (1 Tes. 5:23).
  • Para que Dios los considere dignos de su llamado (2 Tes. 1:11).
  • Para que el nombre del Señor sea glorificado en ellos, y ellos en él (2 Tes. 1:12).
  • Para que Jesús y el Padre consuele sus corazones y los confirme en toda buena palabra y obra (2 Tes. 2:16,17).
 
La Biblia nos informa que la oración de los predicadores a favor del pueblo de Dios era una práctica común. Es decir, la oración estaba siempre enlazada con la predicación del evangelio (cf. Hech. 6:4).
Por lo tanto, no será extraño ver a Pablo, y a otros fieles predicadores, intercediendo en oración a favor de sus hermanos (ej. Rom. 1:9) y rogando por el bienestar espiritual de ellos (ej. Col. 1:9-11).
 
La oración de intercesión es un deber cristiano que consiste en pedir a Dios una bendición para otros (1 Tim. 2:1; cf. Sant. 5:16). Epafras oraba fervientemente por los colosenses, “siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Col. 4:12).   
 
Así como los predicadores intercedían en oración a favor del pueblo de Dios, la Biblia también nos informa de la oración del pueblo de Dios a favor de los predicadores. Esto también era una práctica común. Por ejemplo, Pablo:
  • Pidió a los romanos a que oraran por él (Rom. 15:30-33).
  • Pidió a los efesios a que oraran por él (Ef. 6:18-20).
  • Pidió a los colosenses a que oraran por él (Col. 4:2-4).
 
Sin duda alguna, no hay iglesia tan bendecida como aquella en la cual se suele oír, “Hermanos, orad por nosotros” (1 Tes. 5:25).