Apolos, un religioso perdido

 


Por Josué I. Hernández

 
Nuevamente examinaremos aquella idea general de que la sinceridad y el fervor religiosos son suficientes en sí mismos para la salvación en Cristo. Es más, algunos afirman que es suficiente con ser religiosos con buenas intenciones, aunque no se demuestre mayor fervor.
 
Consideremos el caso de Apolos, en Hechos 18:24-28. Al comenzar la lectura nos asombramos ante un hombre religioso, fervoroso, elocuente y muy capaz en la exposición de las sagradas Escrituras. La pregunta es, ¿era esto suficiente para la salvación en Cristo?
 
La religión de Apolos
 
Siendo judío, Apolos era integrante de la nación escogida, a través de la cual vino Jesucristo (cf. Rom. 9:4,5). Apolos estaba bien informado sobre la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, pues era “poderoso en las Escrituras” (Hech. 18:24); pero, debido a que conocía hasta “el bautismo de Juan” (Hech. 18:25), entendemos que Apolos todavía esperaba el nuevo sistema de cosas que el Mesías haría posible.
 
A pesar de su vasta comprensión de la revelación de Dios en el Antiguo Testamento y de su capacidad para enseñar la palabra del Señor, Apolos llegaba a un punto más allá del cual no podía pasar. Él necesitaba aprender lo que había venido luego del “bautismo de Juan”.
 
El bautismo de Juan fue preparatorio, para allanar el camino a quien venía después de él, Jesucristo. El apóstol Pablo explicó lo siguiente, “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo” (Hech. 19:4).
 
Apolos no sabía que Dios había enviado “a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gal. 4:4), quien entregó su cuerpo (Heb. 2:9; 10:10) y derramó su sangre (Heb. 9:14; 10:4; 13:12; cf. Mat. 26:28) como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29).
 
Apolos no sabía “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció…” (1 Cor. 15:3-5).
 
En fin, Apolos no sabía como alcanzar el perdón de los pecados en Cristo (cf. Hech. 2:38; 22:16; Gal. 3:26,27) para entrar en el nuevo pueblo de Dios (cf. Ef. 2:16-22) el “Israel de Dios” (Gal. 6:16), es decir, la iglesia que Cristo edificó (Mat. 16:18; cf. Heb. 8:2).
 
Entonces, “cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hech. 18:26).
 
La necesidad de Apolos
 
La Biblia nos enseña que a pesar de su sinceridad y buenas intenciones, unidos a su celo y comprensión bíblicos, Apolos estaba perdido, y, por lo tanto, necesitaba la salvación en Cristo.
 
Priscila y Aquila notaron la limitación de Apolos. Sin duda alguna, Apolos estaba enseñando mucho de la verdad, pero no toda la verdad (Jn. 8:31,32; 17:17). Entonces, “Priscila y Aquila lo oyeron, lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios” (Hech. 18:26, LBLA).
 
Es un buen ejercicio espiritual el examinarnos a la luz de este caso (cf. 2 Cor. 13:5). ¿Podría un hombre sincero, honesto, con buenas intenciones, y que, incluso, predica la palabra de Dios, estar perdido? ¿Será posible que usted, estimado lector, sea como Apolos? ¿Aceptaría la ayuda necesaria para aprender con mayor exactitud el camino de Dios?
 
La reacción de Apolos
 
Nos alegra aprender que Apolos aceptó la ayuda que Priscila y Aquila le brindaron. La exposición de ellos concordaba con la revelación anterior de Dios (cf. Rom. 3:31; 10:4). Las profecías cumplidas por Cristo (cf. Luc. 24:25,26), el evangelio prometido, profetizado, anunciado y consumado (cf. Rom. 1:2; Gal. 3:8; Heb. 8:7-12), en fin, “los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Ped. 1:11).
 
Con demasiada frecuencia rehusamos toda ayuda para comprender “con mayor exactitud el camino de Dios” (Hech. 18:26, LBLA). Nos importa más tener la razón que conocer más exactamente la bendita palabra de Dios. Posiblemente nos alteremos, y reaccionemos como si nos hubiesen insultado. No obstante, no es una “vergüenza” ni una “irremediable desgracia” el ignorar algo de la palabra de Dios. Pero, sí es vergonzoso y una desgracia el que alguno se niegue a aprender cuando Dios le da la oportunidad de hacerlo.
 
Conclusión
 
Debemos asegurarnos de creer y practicar lo que Dios dice en su palabra. Para lograr esto, debemos aprovechar toda ayuda para comprender más exactamente lo que Dios ha revelado en la Biblia.
 
Podemos ser fervientes y sinceros en lo que creemos y practicamos, pero, si creemos y practicamos más de lo que la Biblia dice, o menos de lo que ella revela, estaremos tan equivocados como Apolos. La exactitud en las creencias y prácticas religiosas es un asunto de trascendencia eterna (cf. Luc. 1:4; Col. 3:17).
 
El caso de Apolos nos enseña cuán a menudo debemos examinar nuestra religión y creencias a la luz del evangelio de Cristo. ¿Estás dispuesto a examinar tus creencias y prácticas religiosas? Apolos lo hizo, y se volvió a Dios, ¿lo harías tú?