La deuda


 
Por Josué I. Hernández

 
“El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta” (Prov. 22:7).

 
El apóstol Pablo dijo por el Espíritu, “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo” (Ef. 6:5; cf. Col. 3:22-25; 1 Tim. 6:1; Tito 2:9,10; 3:1; 1 Ped. 2:18), y luego agregó, “Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas” (Ef. 6:9; cf. Col. 4:1; 1 Tim. 6:2).
 
Al estudiar cuidadosamente el Nuevo Testamento, aprendemos que la palabra de Cristo no atacó la esclavitud en sí misma, lo que hubiese significado una “acción política”; no obstante, por medio de su enseñanza acabaría con ella, iluminando las mentes de los hombres. En fin, la doctrina de Cristo no es dinamita en la sociedad, sino levadura en los corazones.
 
Aunque nos parece tan lejana la esclavitud, como especificada en el Nuevo Testamento y sufrida por millones bajo la dictadura romana, debemos reconocer que el endeudamiento es un tipo de esclavitud, “El rico domina a los pobres, y el deudor es esclavo del acreedor” (Prov. 22:7, LBLA).
 
Con el presente estudio no condenamos la deuda, sino que destacamos los desafíos que conlleva y los peligros que contiene. No afirmamos que siempre es pecado obtener un crédito, aunque admitimos que en más de algún caso podría serlo (cf. Prov. 5:22; Gal. 6:7).
 
La deuda como servidumbre
 
Nuestro texto se dirige al enseñoramiento del rico por sobre los pobres, especificando que alguno, de su propia voluntad, se vuelve a sí mismo un siervo al obtener un crédito por el que se ha comprometido a pagar intereses. De este modo, la servidumbre financiera deja al deudor bajo el dominio, o señorío, del prestamista. Si el prestamista, por ejemplo, una entidad financiera, es benévola en sus políticas, y el prestatario, o deudor, cumple con su obligación pactada y logra alcanzar la meta para la cual solicitó el crédito, ambos se beneficiarán. Digamos que la historia, en semejante caso, tiene “un final feliz”. Sin embargo, muchas veces la historia no termina así.
 
A pesar del optimismo que suele envolver el ofrecimiento y la recepción de un crédito, obtener dinero de esta manera siempre es un tipo de servidumbre; una servidumbre voluntaria, un tipo de esclavitud libremente elegida para pagar intereses, a veces, exorbitantes, “El rico domina a los pobres, el deudor es esclavo de su acreedor” (Prov. 22:7, JER).
 
Corresponde al siervo obedecer a su amo “como a Cristo” (Ef. 6:5). El prestatario ha entrado en un compromiso financiero, y su deber es pagar. Corresponde al gobierno velar por “infundir temor” (Rom. 13:3) aún sobre las entidades financieras, y “castigar al que hace lo malo” (Rom. 13:4). Sin embargo, reconocemos que los grupos financieros podrían comprar una cuota del poder, e influir en la legislación.
 
La ley de Cristo
 
Mientras la Biblia enseña que Cristo es “cabeza sobre todas las cosas” (cf. Ef. 1:22) y que tiene “Toda autoridad” (Mat. 28:18) siendo “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apoc. 19:16; cf. 17:14). La Biblia también enseña que debemos someternos al sistema gubernamental (Rom. 13:1; 1 Ped. 2:13,14). En fin, no hay lugar para la insurrección o la anarquía en el plan de Dios.
 
La servidumbre financiera puede ser evitada. Sin embargo, el afán, el engaño de las riquezas, las codicias y placeres de la vida (cf. Mat. 13:22; Mar. 4:19; Luc. 8:14) están empujando a muchos al endeudamiento.
 
La palabra de Cristo nos obliga a pagar nuestras deudas, “Pagad a todos lo que debéis… No debáis a nadie nada” (Rom. 13:7,8). Detengámonos a pensar en lo que implica esta obligación de pagar “a todos” y no deber “a nadie nada”.
 
La doctrina de Cristo, primeramente, nos disuade de estar tan entusiasmados a la hora de pensar en adquirir un crédito, y nos mueve a contentarnos con el “sustento y abrigo” (cf. 1 Tim. 6:8) con el salario que ganamos (cf. Luc. 3:14) y la situación que vivimos (cf. Fil. 4:11-13).
 
Conclusión
 
El sistema de gobierno republicano nos permite elegir a quienes nos gobernarán, y apreciamos la democracia. Pero, debemos reconocer que cuando nos comprometemos con alguna entidad financiera para recibir dinero en préstamo, también hemos elegido un tipo de gobierno que afectará nuestra vida y la de nuestra familia.
 
¿Para qué necesito el crédito? ¿A cuánto ascenderá el total con los intereses? ¿Dispongo de los ingresos necesarios para pagar el crédito? ¿Qué tan riesgoso será para mi economía? ¿Qué podría suceder si no logro pagar?
 
La libertad financiera puede dejarnos muy limitados. Sin embargo, no hay “persona libre de deudas” que no duerma tranquila sin la opresión financiera.
 
 
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Luc. 21:34).