¿Oración sola?

 


Por Josué I. Hernández

 
No hay tema, además del arrepentimiento, en el cual la Biblia ponga tanto énfasis. La oración es elogiada constantemente, y todo buen estudiante de la Biblia lo reconoce con facilidad. Sin embargo, la Biblia no habla de la “oración solamente” o la “oración sola”. La Biblia nos enseña que la oración aceptable debe estar complementada con algunas cosas esenciales.
 
Oración y fe
 
Cristo dijo, “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis… vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mat. 6:8,32). La oración no es para informar a Dios, sino para expresar nuestra fe en su cariño paternal.
 
Cristo dijo, “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mat. 7:7-11; cf. 21:22).   
 
No es extraño que Santiago haya escrito, “Pero pida con fe, no dudando nada…” (Sant. 1:6). La oración es un acto de fe (cf. Luc. 18:1-8). Es por la fe que los santos expresan a Dios el anhelo de sus corazones (Rom. 10:1) “sin cesar” (1 Tes. 5:17).
 
La oración debe estar impregnada de la plena seguridad en el amor paternal de Dios como la expresión de hijos sumisos y dependientes.
 
Oración y sumisión
 
Así como la oración ha de ser un acto de confianza dependiente, también ha de involucrar la subordinación a la voluntad de Dios. Enseñando el ABC de la oración eficaz, Cristo dijo, “Venga tu reino. Hágase tu voluntad… porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mat. 6:10,13; cf. Mat. 26:39).
 
Juan escribió, “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Jn. 5:14).
 
Siendo la oración un acto de confianza plena, debe estar acompañada de la plena seguridad en el poder, la sabiduría y la omnisciencia de Dios. Semejante confianza nos llevará a subordinarnos a pedir conforme a la voluntad del Señor, y, luego, a la aceptación de su respuesta (cf. 2 Cor. 12:9,10).
 
Oración y perdón
 
Cristo dijo, “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores… Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mat. 6:12,14,15; cf. Mat. 18:23-35; Luc. 17:3).
 
Oración y vigilancia
 
Enseñando el ABC de la oración eficaz, Cristo dijo, “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mat. 26:41).
 
Piénselo detenidamente. ¿Tiene sentido pedir “no nos metas en tentación” sin hacer esfuerzos por evitarla? Debemos pedir el ser librados de la tentación a la vez que hacemos todo esfuerzo por vencer toda tentación. Como dice el canto, “Tentado no cedas, ceder es pecar”.
 
Es interesante, y aún más, es instructivo, aprender cómo el apóstol Pedro vincula el buen juicio y la oración, “sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Ped. 4:7).
 
Oración y justicia
 
“Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1 Ped. 3:12).
 
“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Tim. 2:8).
 
“El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable” (Prov. 28:9).
 
En “El sermón del monte” Cristo relacionó la justicia, de los ciudadanos del reino de los cielos, con la divina respuesta a sus oraciones (Mat. 5:6,20; 6:1; 6:19; 6:25; 6:33; 7:1; 7:7-11).
 
Oración y gratitud
 
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:6). “con gozo dando gracias al Padre… y sed agradecidos” (Col. 1:12; 3:15).
 
La oración nunca debe convertirse en una mera lista de deseos. Sencillamente, son demasiadas las cosas por las cuales debemos dar gracias.
 
Oración y alabanza
 
Dios es digno de ser alabado. No podríamos orar sin alabarle. Enseñando el ABC de la oración aceptable, Cristo dijo, “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre… porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mat. 6:9,13).
 
No hay terreno más apropiado que la ubicación mental que reconoce las grandes y maravillosas obras de Dios, en su creación, en su palabra, y en nuestras vidas (cf. Apoc. 4:8-11; 5:9-14).
 
Oración y aliento
 
Cristo enseñó sobre “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Luc. 18:1; cf. Mat. 7:7,8). Pablo dijo, “Perseverad en la oración” (Col. 4:2).
 
La oración es un enlace constante con nuestro Padre celestial, enlace que nos mantiene enfocados y capaces de superar la duda, el miedo y el desánimo. “fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza… orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu…” (Ef. 6:10,18).
 
 
“Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17).