La hipocresía

 


Por Josué I. Hernández

 
A menudo los bandos opuestos acusan hipocresía en sus adversarios, por ejemplo, en la política. No debemos buscar demasiado para encontrar ejemplos de esto. También la acusación de hipocresía es afirmada por los enemigos de la fe, quienes han encontrado, supuestamente, “hipócritas en la iglesia”. Sin embargo, ¿qué es un hipócrita? ¿Qué es la hipocresía? ¿Será hipocresía toda inconsistencia o debilidad?  Luego, ¿será el pecado de unos la esperanza de otros?
 
Definición
 
La palabra hipócrita (gr. “hupokrites”) hacía referencia a un “actor bajo un carácter asumido (actor en escenario)” (Strong). “Era costumbre entre los actores griegos y romanos hablar en grandes máscaras con dispositivos mecánicos para aumentar la potencia de la voz; de ahí este término vino a usarse para denotar a un engañador, un hipócrita” (Vine). Por lo tanto, el término se usaba para indicar a “un actor, artista de escenario” (Thayer), y, por extensión, a “un simulador, fingidor, hipócrita” (Ibíd.).
 
Entonces, el término “hipócrita”, que originalmente era un sustantivo, un actor, llegó a usarse como un adjetivo, para “denotar un engañador, uno que pretende lo que no es, o que oculta sus verdaderos pensamientos, actitudes e intenciones bajo una máscara de falsas apariencias” (NDBI, Vila-Escuain). Sin duda alguna, esta es “Una de las palabras más despreciables y uno de los peores epítetos” (Diccionario Teológico Beacon).
 
Uso
 
En el Nuevo Testamento aprendemos que Jesucristo señaló la hipocresía varias veces. La cuestión, entonces, es la siguiente: ¿Qué dijo Jesús al respecto? ¿Quién es un hipócrita según la doctrina (enseñanza) de Jesús?
 
El que practica la justicia “para ser alabados por los hombres… para ser vistos de los hombres… para mostrar a los hombres” (Mat. 6:2,5,16). El problema no es el hecho de ser visto. El Señor quiere que sus discípulos sean vistos por los hombres (Mat. 5:16). El problema es la motivación. El hipócrita está motivado por el aplauso que los hombres darán a su desempeño actoral.
 
El que aplica la ley de Dios a otros, sin aplicarla a sí mismo primero, “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mat. 7:5). Cada consejo o amonestación del hipócrita es para alguien más. Aunque parece muy preocupado por la verdad de Dios y las almas de los hombres, esto es solo una farsa.  
 
El que profesa seguir la ley de Dios, mientras exalta las reglas y tradiciones de los hombres por sobre la palabra de Dios, “Hipócritas… en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mat. 15:7-9). Para el hipócrita los mandamientos del Señor son descartables, y el deber se vuelve opcional al igual que lo prohibido. Jesús dijo, “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Luc. 6:46; cf. Mat. 7:21-23; Heb. 5:9).
 
El que dice una cosa queriendo decir otra, “Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?” (Mat. 22:18). Quienes interrogaban a Jesús a menudo fingían un sincero deseo por aprender, cuando realmente querían atraparlo en alguna palabra. En su hipocresía consideraban que decir la verdad dependía de las circunstancias, no les importaba ofender a Dios ni manipular a su prójimo (cf. Mat. 23:16-23).
 
El que no observa una conducta diaria piadosa, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación” (Mat. 23:14). Como dijo Santiago, “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Sant. 1:26). 
 
El que obedece selectivamente la ley del Señor. Es decir, elige qué obedecer, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mat. 23:23). Somos llamados a volvernos hacedores de la ley de Dios, no jueces de ella (Sant. 4:11).
 
El que parece muy estricto y meticuloso en el aspecto más visible (externo) de la religión, pero que mantiene un corazón impuro, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mat. 23:25-28). Por ejemplo, un hipócrita hará todas aquellas cosas visibles que son distintivas de los cristianos, a la vez que alberga inmundicia en su corazón.
 
El que critica a otro por las mismas cosas que él hace, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas” (Mat. 23:29-31). Por ejemplo, aquellos que rescatarían a un animal el sábado criticaron con vehemencia a Jesús por rescatar a personas el mismo día (cf. Luc. 13:10-17).
 
Conclusión
 
La manera en que Jesús usó el término “hipócrita” demuestra cuán desagradable es para Dios este pecado.
 
Jesús dijo que la hipocresía es como levadura que se esparce y corrompe (Luc. 12:1). No debe extrañarnos que Pedro, apóstol de Jesucristo, escribiera: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor” (1 Ped. 2:1-3).  
 
En cuanto a los enemigos de la fe que han encontrado hipocresía en la iglesia, piense en lo siguiente: ¿Hay mayor hipócrita que aquel que encuentra en los errores de los demás una excusa para no arrepentirse? Si es que “hay hipócritas en la iglesia”, los tales no heredarán la vida eterna, así como cualquier otro que rehúse arrepentirse.