Big Bang

 


Por Josué I. Hernández

 
No son pocos los estudiantes de la Biblia que afirman que la teoría del Big Bang no está reñida con la Biblia, y exponen una suerte de conciliación entre las teorías naturalistas y el relato del Génesis. El intelecto de estos expositores está lamentablemente sesgado por las ideas de la evolución general, y su comprensión del texto sagrado es torcida y deficiente.
 
Básicamente, existen dos visiones acerca del origen del universo. Una de ellas, es la posición sobrenatural, expuesta en el Génesis, capítulos 1 y 2. Esta narración es el testimonio de Dios mismo, quien estuvo ahí, cuando llegó a la existencia el universo mediante su palabra (cf. Sal. 33:9). La narración del Génesis afirma que Dios creó los cielos y la tierra el primer día de la semana inicial de la creación (Gen. 1:1-5). Posteriormente, durante los cinco días restantes de actividad creadora, Dios se enfocó en este planeta, para hacerlo apto para que habitase en él la humanidad. Entonces, el ser humano fue creado de manera única, a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26,27). También fueron hechos el sol, la luna, y las estrellas (Gen. 1:14-18). En fin, la Biblia deja perfectamente claro que toda la creación (inorgánica y orgánica) surgió durante ese periodo de seis días (cf. Ex. 20:11).
 
Otra visión del origen del universo es materialista. Conforme a esto, el cientificismo moderno prefiere lidiar con sus problemas sin apelar a Dios. Para los naturalistas el universo es la consecuencia del tiempo y el azar, Dios no existe, y no hay propósito ni valor intrínseco para la vida humana.
 
Las teorías sobre el origen del universo van y vienen. Lo que hoy se afirma que es “ciencia”, respecto al origen del universo, mañana es descartado por otra teoría que parece funcionar mejor. Por ejemplo, hace años los científicos naturalistas hablaban mucho de la teoría del estado estacionario, como la explicación más razonable para el universo. Afirmaban que constantemente se crea nueva materia para reemplazar la que se pierde por el universo en expansión. Actualmente, sin embargo, la mayoría de los astrónomos naturalistas consideran muerta la teoría del estado estacionario.
 
Definiendo el Big Bang
 
Según la teoría del Big Bang, hace unos 13.800 millones de años, el universo, concentrado en un pequeño punto que albergaba toda la materia, explotó para después enfriarse a medida que se expandía. Posteriormente, se fueron desencadenando, y encadenando a su vez, las reacciones que cocinaron las primeras estrellas, galaxias, y todo aquello que hoy vemos en el universo.
 
Nadie parece saber de dónde vino el pequeño punto que albergaba toda la materia. Algunos han dicho que siempre existió. Otros han afirmado que posiblemente fue el resultado de algún universo anterior que colapsó sobre sí mismo. Lo cual supone que la materia es eterna. Sin embargo, esto es refutado por nuestro conocimiento de la física, específicamente, por la segunda ley de la termodinámica. Sencillamente, el universo no es eterno en el pasado, ni será eterno en el futuro. Entonces, algunos usando de mucha audacia han llegado a declarar que la materia surgió de la nada.
 
Una cosa es segura: La necesidad de abandonar el sentido común para aceptar incomprensibles especulaciones, como las anteriores. Sencillamente, ninguna de estas teorías tiene credibilidad científica ni bíblica. El Big Bang es ciencia ficción.
 
Defectos en la teoría del Big Bang
 
El escenario del Big Bang especula que el universo, maravillosamente ordenado, resultó aleatoriamente de una explosión gigantesca, un holocausto cósmico. Sin embargo, nunca se ha observado que una explosión caótica produzca orden intrincado que funcione con propósito. En otras palabras, la explosión de una imprenta no produce una enciclopedia. Un tornado que azota un depósito de chatarra no ensambla un Boeing 747. Ninguna empresa constructora agrupa los materiales en un punto y los hace estallar para que la explosión resulte en un edificio. La idea es absurda, ¿no le parece? Es más, los evolucionistas no pueden indicar algún mecanismo que permita al universo comenzar un estado arbitrario y luego evolucionar hasta su actual estado altamente ordenado.
 
Si el Big Bang es cierto, uno esperaría que toda la energía hubiera sido impulsada radialmente desde el centro de la explosión, conforme al principio de modelo angular. No esperaríamos que el universo se caracterizara por los movimientos curvos y orbitales que se observan comúnmente. Por ejemplo, la traslación de la tierra alrededor del sol.
 
Procurando medir la radiación de microondas en el universo, la cual sería el calor residual del Big Bang, los científicos han hallado asombrosa uniformidad, lo cual no concuerda con los vacíos y galaxias en el grumoso universo. Debiese existir una correlación entre la composición material del universo, que emite calor, y la temperatura de la radiación correspondiente. Pero, ese no es el caso. La diferencia de temperatura detectada ha sido de unas 30 millonésimas de grado, lo cual ha movido a más de algún científico a preguntar si los instrumentos utilizados para medir la radiación son lo suficientemente sensibles.
 
Mientras las teorías naturalistas luchan por sobrevivir, y no hay evidencia del Big Bang, ¿por qué tantos religiosos se han montado en el carro de las teorías evolucionistas, en lugar de creer la bendita palabra de Dios?
 
La Biblia y el Big Bang
 
¿Hay algún acuerdo entre la revelación de Dios en el Génesis y el modelo del Big Bang? No, no hay acuerdo. Es más, las personas informadas en ambos lados de la cuestión son conscientes de este hecho. La Biblia no apoya la teoría del Big Bang, y el modelo del Big Bang contradice la revelación de Dios en su palabra, la Biblia.
 
La Biblia afirma que el universo en su totalidad, incluida la tierra con sus diversas clases de organismos biológicos, surgió durante los seis días literales de la semana de la creación (cf. Gen. 1; Ex. 20:11). En cambio, la teoría del Big Bang postula eones de tiempo. Es más, en reiteradas ocasiones la Biblia afirma que el hombre ha existido desde el principio de la creación (cf. Is. 40:21; Mar. 10:6; Luc. 11:50; Rom. 1:20).
 
La Biblia registra una antigüedad humana que se extiende hasta unos pocos miles de años antes de Cristo, como lo demuestran los registros genealógicos de la ascendencia del Señor desde Adán, el primer hombre (1 Cor. 15:45).  
 
Piénselo detenidamente. Hay unos dos milenos desde el presente hasta Jesucristo; otros dos mil años hasta Abraham, y hay veinte generaciones entre Abraham y Adán (cf. Luc. 3:23-38). Incluso, si se admite que existen algunas lagunas menores en la narrativa del Antiguo Testamento (cf. Gen. 11:12; Luc. 3:35,36), ningún estudiante de la Biblia que sea reverente y responsable procurará incluir 20 mil millones de años en aquellas 20 generaciones. En fin, según el testimonio de Dios en la Biblia, el universo no puede tener miles de millones de años.
 
Conclusión
 
La teoría del Big Bang carece de validez científica y bíblica. No tiene el apoyo de una ciencia genuina (cf. 1 Tim. 6:20) ni de una exégesis bíblica responsable (cf. 2 Tim. 2:15).
 
Estamos de acuerdo con varios evolucionistas, por vez primera, cuando ellos afirman que el modelo del Big Bang y la Biblia son irreconciliables. A la vez que “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11:3) sabemos que el evolucionismo cósmico expresado en el modelo del Big Bang es un fraude.