No son pocos los estudiantes de la Biblia que afirman que la teoría del Big
Bang no está reñida con la Biblia, y exponen una suerte de conciliación entre las
teorías naturalistas y el relato del Génesis. El intelecto de estos expositores
está lamentablemente sesgado por las ideas de la evolución general, y su
comprensión del texto sagrado es torcida y deficiente. Básicamente, existen dos visiones acerca del origen del universo. Una de
ellas, es la posición sobrenatural, expuesta en el Génesis, capítulos 1 y 2.
Esta narración es el testimonio de Dios mismo, quien estuvo ahí, cuando llegó a
la existencia el universo mediante su palabra (cf. Sal. 33:9). La narración del
Génesis afirma que Dios creó los cielos y la tierra el primer día de la
semana inicial de la creación (Gen. 1:1-5). Posteriormente, durante los cinco
días restantes de actividad creadora, Dios se enfocó en este planeta, para
hacerlo apto para que habitase en él la humanidad. Entonces, el ser humano fue
creado de manera única, a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:26,27). También
fueron hechos el sol, la luna, y las estrellas (Gen. 1:14-18). En fin, la
Biblia deja perfectamente claro que toda la creación (inorgánica y orgánica)
surgió durante ese periodo de seis días (cf. Ex. 20:11). Otra visión del origen del universo es materialista. Conforme a esto, el
cientificismo moderno prefiere lidiar con sus problemas sin apelar a Dios. Para
los naturalistas el universo es la consecuencia del tiempo y el azar, Dios no
existe, y no hay propósito ni valor intrínseco para la vida humana. Las teorías sobre el origen del universo van y vienen. Lo que hoy se afirma
que es “ciencia”, respecto al origen del universo, mañana es descartado por
otra teoría que parece funcionar mejor. Por ejemplo, hace años los científicos
naturalistas hablaban mucho de la teoría del estado estacionario, como la
explicación más razonable para el universo. Afirmaban que constantemente se
crea nueva materia para reemplazar la que se pierde por el universo en
expansión. Actualmente, sin embargo, la mayoría de los astrónomos naturalistas
consideran muerta la teoría del estado estacionario.
Definiendo el Big Bang
Según la teoría del Big Bang, hace unos 13.800 millones de años, el
universo, concentrado en un pequeño punto que albergaba toda la materia,
explotó para después enfriarse a medida que se expandía. Posteriormente, se
fueron desencadenando, y encadenando a su vez, las reacciones que cocinaron las
primeras estrellas, galaxias, y todo aquello que hoy vemos en el universo. Nadie parece saber de dónde vino el pequeño punto que albergaba toda la
materia. Algunos han dicho que siempre existió. Otros han afirmado que posiblemente
fue el resultado de algún universo anterior que colapsó sobre sí mismo. Lo cual
supone que la materia es eterna. Sin embargo, esto es refutado por nuestro
conocimiento de la física, específicamente, por la segunda ley de la
termodinámica. Sencillamente, el universo no es eterno en el pasado, ni será
eterno en el futuro. Entonces, algunos usando de mucha audacia han llegado a declarar
que la materia surgió de la nada. Una cosa es segura: La necesidad de abandonar el sentido común para aceptar
incomprensibles especulaciones, como las anteriores. Sencillamente, ninguna de
estas teorías tiene credibilidad científica ni bíblica. El Big Bang es ciencia
ficción.
Defectos en la teoría del Big Bang
El escenario del Big Bang especula que el universo, maravillosamente
ordenado, resultó aleatoriamente de una explosión gigantesca, un holocausto
cósmico. Sin embargo, nunca se ha observado que una explosión caótica produzca
orden intrincado que funcione con propósito. En otras palabras, la explosión de
una imprenta no produce una enciclopedia. Un tornado que azota un depósito de
chatarra no ensambla un Boeing 747. Ninguna empresa constructora agrupa los
materiales en un punto y los hace estallar para que la explosión resulte en un
edificio. La idea es absurda, ¿no le parece? Es más, los evolucionistas no
pueden indicar algún mecanismo que permita al universo comenzar un estado
arbitrario y luego evolucionar hasta su actual estado altamente ordenado. Si el Big Bang es cierto, uno esperaría que toda la energía hubiera sido
impulsada radialmente desde el centro de la explosión, conforme al principio de
modelo angular. No esperaríamos que el universo se caracterizara por los
movimientos curvos y orbitales que se observan comúnmente. Por ejemplo, la traslación
de la tierra alrededor del sol. Procurando medir la radiación de microondas en el universo, la cual sería el
calor residual del Big Bang, los científicos han hallado asombrosa uniformidad,
lo cual no concuerda con los vacíos y galaxias en el grumoso universo. Debiese
existir una correlación entre la composición material del universo, que emite
calor, y la temperatura de la radiación correspondiente. Pero, ese no es el
caso. La diferencia de temperatura detectada ha sido de unas 30 millonésimas de
grado, lo cual ha movido a más de algún científico a preguntar si los
instrumentos utilizados para medir la radiación son lo suficientemente sensibles. Mientras las teorías naturalistas luchan por sobrevivir, y no hay evidencia
del Big Bang, ¿por qué tantos religiosos se han montado en el carro de las
teorías evolucionistas, en lugar de creer la bendita palabra de Dios?
La Biblia y el Big Bang
¿Hay algún acuerdo entre la revelación de Dios en el Génesis y el modelo
del Big Bang? No, no hay acuerdo. Es más, las personas informadas en ambos
lados de la cuestión son conscientes de este hecho. La Biblia no apoya la
teoría del Big Bang, y el modelo del Big Bang contradice la revelación de Dios
en su palabra, la Biblia. La Biblia afirma que el universo en su totalidad, incluida la tierra con
sus diversas clases de organismos biológicos, surgió durante los seis días
literales de la semana de la creación (cf. Gen. 1; Ex. 20:11). En cambio, la
teoría del Big Bang postula eones de tiempo. Es más, en reiteradas ocasiones la
Biblia afirma que el hombre ha existido desde el principio de la creación (cf.
Is. 40:21; Mar. 10:6; Luc. 11:50; Rom. 1:20). La Biblia registra una antigüedad humana que se extiende hasta unos pocos
miles de años antes de Cristo, como lo demuestran los registros genealógicos de
la ascendencia del Señor desde Adán, el primer hombre (1 Cor. 15:45). Piénselo detenidamente. Hay unos dos milenos desde el presente hasta
Jesucristo; otros dos mil años hasta Abraham, y hay veinte generaciones entre
Abraham y Adán (cf. Luc. 3:23-38). Incluso, si se admite que existen algunas
lagunas menores en la narrativa del Antiguo Testamento (cf. Gen. 11:12; Luc.
3:35,36), ningún estudiante de la Biblia que sea reverente y responsable
procurará incluir 20 mil millones de años en aquellas 20 generaciones. En fin,
según el testimonio de Dios en la Biblia, el universo no puede tener miles de
millones de años.
Conclusión
La teoría del Big Bang carece de validez científica y bíblica. No tiene el
apoyo de una ciencia genuina (cf. 1 Tim. 6:20) ni de una exégesis bíblica
responsable (cf. 2 Tim. 2:15). Estamos de acuerdo con varios evolucionistas, por vez primera, cuando ellos
afirman que el modelo del Big Bang y la Biblia son irreconciliables. A la vez
que “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra
de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Heb. 11:3)
sabemos que el evolucionismo cósmico expresado en el modelo del Big Bang es un
fraude.