El trono de David



Por Josué I. Hernández


Algunos afirman que la promesa de Dios a David requiere un reino terrenal con Jesús sentado en el trono de David y gobernando desde Jerusalén. Por ejemplo, W. W. Wiersbe escribió, “Estamos convencidos de que Cristo cumplirá este pacto davídico cuando se siente en el trono de David y reine durante el reino milenial… Es entonces que se cumplirán todas las grandes promesas del reino en los profetas del AT”. En el presente artículo queremos observar el cumplimiento de la promesa de Dios a David, y considerar cómo es que se ha cumplido en Cristo.

La promesa

David era fue un hombre conforme al corazón de Dios (cf. 1 Sam. 13:14). Quería construir un templo para Dios. En cambio, Dios prometió construir una “casa” para él: “yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino” (2 Sam. 7:12,13).

Cumplimiento inicial en Salomón

David fue sucedido por su hijo Salomón, quien se sentó en el trono de David su padre. Fue Salomón quien construyó el templo, y David indicó que esto era el cumplimiento de la promesa de Dios (1 Cron. 22:9-11). Salomón observó lo mismo (1 Rey. 8:18-20).

El gobierno de Salomón se describe de diversas maneras. La Biblia dice que Salomón se sentó en su propio trono (1 Rey. 1:47), que se sentó en el trono de David (1 Rey. 2:12), que se sentó en el trono de Israel (1 Rey. 8:20), y que se sentó en el trono de Jehová (1 Cron. 29:23). El sustantivo “trono” indica, sencillamente, la posición de gobierno, no un sillón particular. Era el gobierno de Dios, ejecutado a través de la línea de David. Era “el trono del reino de Jehová sobre Israel” (1 Cron. 28:5). 

La promesa de Dios de un reino permanente estaba condicionada a la obediencia (1 Cron. 28:7). Lamentablemente, los descendientes de David se volvieron desobedientes y su gobierno fue suspendido. El último rey de la línea fue Joaquín (Conías). Dios por medio de Jeremías, “Así ha dicho Jehová: Escribid lo que sucederá a este hombre privado de descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en todos los días de su vida; porque ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David, ni reinar sobre Judá” (Jer. 22:30).

El cumplimiento definitivo en Cristo

Jesús de Nazaret es descendiente de David (Rom. 1:3). Gabriel le dijo a María que Jesús recibiría el trono de David (Luc. 1:32,33). En el primer sermón del evangelio, Pedro citó la promesa de Dios a David, y luego afirmó que Jesús había ascendido al cielo, y que estaba sentado a la diestra de Dios gobernando (Hech. 2:30-36).

Más tarde, el Señor Jesucristo dijo, “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apoc. 3:21). Nuevamente, así como el gobierno del Padre fue ejecutado a través del linaje de David, ahora es ejecutado a través de Jesucristo.

Los premilenaristas se oponen a un reino celestial como el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo Testamento. Sin embargo, esa es precisamente la aplicación que los cristianos en el primer siglo hicieron. Ellos fueron enseñados que la época cristiana, en la cual vivimos, son los días profetizados, “Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días” (Hech. 3:24). De hecho, un reino celestial, es decir, que no es de este mundo (cf. Jn. 18:36), es el único que puede cumplir con los criterios del Antiguo Testamento. Veamos:
  • Jesús es descendiente de Conías (Mat. 1:11). Recordemos que ninguno de sus descendientes pudo prosperar reinando en Judá (cf. Jer. 22:30).
  • Jesús es sacerdote según el orden de Melquisedec (cf. Sal. 110:1,4), lo que significa que es rey y sacerdote al mismo tiempo (cf. Zac. 6:12; Heb. 1:3; 5:5,6,10; 8:1). Sin embargo, el autor a los hebreos señaló que Jesús no podría ser sacerdote en la tierra porque es de la tribu de Judá, no de Leví (Heb. 8:4). Si Jesús es sacerdote en el cielo, es rey también desde allí (cf. Mat. 28:18; 1 Ped. 3:22). Si no es rey, tampoco es sacerdote, en cuyo caso no tendríamos los beneficios de su función sacerdotal, es decir, de la salvación.
  • Daniel escribió que Cristo recibiría su reino cuando llegara hasta el ancianos de días (cf. Dan. 7:13,14), lo cual Cristo dijo que haría (cf. Luc. 19:12). Esto quiere decir que Jesucristo recibiría el reino al llegar al cielo, no al volver del cielo. Esto concuerda con el sermón de Pedro en Hechos 2, y con la enseñanza de Pablo en 1 Corintios 15. Porque Jesucristo está reinando ahora y continuará reinando hasta su segunda venida. Cuando vuelva entregará el reino al Padre (1 Cor. 15:23-28). 

Conclusión

El premilenarismo afirma que Cristo volverá para reinar. Pero, la Biblia afirma que Jesucristo volverá para entregar el reino al Padre. Es decir, la segunda venida de Cristo marcará el final del reinado de Cristo, no su comienzo.