Lucifer



Por Josué I. Hernández


“¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!” (Is. 14:12, JER).


No son pocos los que llaman al diablo “Lucifer”, tomando como base Isaías 14:12, donde leemos de una preeminente estrella caída. Cuando nuestras versiones traducen “Lucero”, la Vulgata Latina traduce “Lucifer”. 

El nombre Lucifer proviene del latín (de “lux”, luz; y, “ferre”, llevar) y significa “portador de luz”. A medida que se desarrolló la idea de que Isaías 14 contenía una descripción de la caída de Satanás, el término Lucifer se aplicó al diablo, y así es como la designación se ha vuelto popular hoy en día.

Sin embargo, no hay evidencia textual que nos permita aplicar Isaías 14 a Satanás. Si nos detenemos a pensar, sería extraño, por lo menos, que el gobernante del reino de las tinieblas (cf. Ef. 6:12) sea llamado “portador de luz”. No obstante, el contexto identifica claramente al rey de Babilonia (Is. 14:4). La caída de esta gobernante se describe con elocuencia: “Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos” (Is. 14:16).

Si prestamos atención a los detalles, observamos que los gusanos consumen su cuerpo (v.11), pero Satanás no tiene cuerpo. Es llamado “aquel varón que había temblar la tierra” (v.16), pero el diablo es un ser espiritual. Sería sepultado en vergüenza (v.19,20), lo cual tampoco se podría aplicar al diablo (cf. Apoc. 20:10).

“Pero lo cierto es que el texto no dice absolutamente nada sobre Satanás, ni sobre su caída, ni sobre el motivo de dicha caída, que muchos teólogos han deducido con gran confianza de este texto. ¡Cuán necesario es comprender el significado literal de las Escrituras para evitar comentarios absurdos!” (Adam Clarke).

En el Antiguo Testamento, frecuentemente se menciona la caída de gobernantes y sus gobiernos bajo la imagen de luminarias celestiales que caen del cielo (ej. Is. 13:10; Ez. 32:7), y así también, en este contexto el monarca babilonio es descrito como una estrella que cayó del cielo.