Los mandamientos "unos y otros"



Por Josué I. Hernández

 
Nuestra conexión con Dios es posible por medio de Jesucristo. Entonces, la membresía en la iglesia universal, y luego, en una iglesia local, será la consecuencia de esta unión con Dios. En otras palabras, la membresía en la iglesia no ocasiona la comunión con Dios, sino que es la consecuencia de la comunión con Dios.
 
Jesucristo enseñó que el pámpano no puede dar frutos por sí mismo si no permanece en la vid. Así también nosotros, necesitamos estar en Cristo para experimentar la vida (Jn. 15:1). No hay salvación sin Cristo, él es el camino al Padre (Hech. 4:12; Jn. 14:6). Por lo tanto, nuestra salvación y comunión con Dios solo son posibles a través de Jesucristo.
 
Así como algunos podrían equivocarse atribuyendo a la iglesia algún poder para salvar que no posee, otros podrían equivocarse al ignorar cuán importante es la relación los unos con los otros en el cuerpo de Cristo.
 
La responsabilidad “unos y otros”, que aparece decenas de veces en el Nuevo Testamento, regula la conducta que los cristianos deben expresarse. Dicho de otra manera, estos mandamientos declaran cómo los santos de Dios deben pensar, sentir, hablar, y tratar, a sus compañeros cristianos.
 
La bendita experiencia “unos y otros” es inmediatamente posible por la membresía responsable en la comunidad de la iglesia local: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hech. 2:42), “esperaos unos a otros” (1 Cor. 11:33), “exhortaos los unos a los otros cada día” (Heb. 3:13), “enseñándoos y exhortándoos unos a otros” (Col. 3:16), “animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tes. 5:11). Sin embargo, debemos extendernos más allá de la familia local siempre que podemos alcanzar con el saludo (Rom. 16:16), el socorro (2 Cor. 9:13), la oración (Ef. 6:18), la preocupación (Fil. 2:20), la hospitalidad (3 Jn. 1:5-8), o el sostenimiento financiero (Fil. 4:15), y todo esto, por el amor (1 Ped. 2:13).
  
Los mandamientos “unos y otros” que regulan la comunión de los cristianos del Nuevo Testamento son fácilmente implementados en la familia local, el ambiente desde el cual experimentamos su eficacia y donde somos inmediatamente responsabilizados.