Por Josué I. Hernández
“Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6,7).
La promesa: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:7). Esta promesa está condicionada a obedecer la prohibición divina y seguir la medida preventiva. La paz prometida no es humana, sino divina, es “la paz de Dios”, la calma mental que proviene del Creador de universo, del Señor de todas las cosas. Esta paz está fundamentada sobre la obra redentora de Cristo Jesús nuestro Señor. Piénselo detenidamente. Si nuestro problema más crítico ha sido resuelto por Jesucristo, “no te angusties”, ora por todo, aprecia los favores recibidos, y disfruta la paz que Dios te da.