¿Cuáles “obras”?



Por Josué I. Hernández


Hay mucha confusión en el mundo religioso sobre el tema de “las obras” y su relación con la salvación.  La confusión en gran parte se debe a que muchos líderes religiosos tienen una marcada tendencia a etiquetar cualquier mención bíblica de “las obras” de manera negativa, y usar algunos pasajes bíblicos para desaprobar todas las obras, incluso las obras de obediencia al evangelio.  Pero, como veremos en este estudio, semejante exégesis es perjudicial ya que la Biblia menciona diferentes tipos de “obras”, algunas buenas y otras malas, y debemos notar la diferencia en nuestra lectura cuidadosa.  Por ejemplo, en el sermón del monte, Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mat. 5:16).  Nótese que Jesús etiquetó a las referidas “obras” como “buenas”.  Entonces, obviamente, no todas las obras son malas.  

Ahora bien, algunas “obras” son de hecho malas.  Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén (2 Tim. 4:18).  Así también, el Espíritu Santo por boca del apóstol Pablo, condenó “las obras de la carne” (Gal. 5:19-21).  Entonces, como ya dijimos, no todas las obras son malas.  Algunas obras son de Dios y son buenas. 

En una ocasión preguntaron a Cristo ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? (Jn. 6:28), a lo cual Jesús respondió Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado(Jn. 6:29).  Esto indica, claramente, que la fe en Cristo en sí es una obra, una obra que no podría ser mala porque la fe en Cristo es algo bueno. 

Las Escrituras también nos informan que así como algunas obras son de Dios, otras son de Satanás: …Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo (1 Jn. 3:8).

Como todos podemos ver, la palabra “obras” tiene una variedad de aplicaciones en la Biblia.  Y a pesar de ser la misma palabra, el contexto de los pasajes donde se utiliza deja claro si las obras mencionadas son buenas o malas, y si son para salvación o para condenación.  Por lo tanto, si no distinguimos adecuadamente la naturaleza de las obras mencionadas en el contexto de un pasaje, nos quedaremos sin la comprensión de las verdades bíblicas que se mencionan al respecto.  Entonces, obviamente, este es un asunto serio que no ha de ser tomado a la ligera.

Comúnmente, se afirma que todas las obras son innecesarias para la salvación que supuestamente se obtiene solamente por la fe, y para ello se cita Romanos 4:2-8 como una prueba de que la obediencia al evangelio es innecesaria en el plan de Dios.  Pero, tal cosa no es así, pues en el único pasaje bíblico donde aparece la frase “solamente por la fe” el Espíritu Santo dice claramente que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe (Stgo. 2:24).

En Romanos 4, el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, citó los ejemplos de Abraham y de David, un gentil y un judío. El primero vivió antes de la ley de Moisés y el segundo vivió bajo ésa ley.  Ambos casos, utilizados por Pablo, dejan bien claro que el apóstol no discutió en contra de la obediencia, sino en contra de la argumentación de que alguien podría merecer la salvación por haber obrado sin pecar jamás.  Esta simple consideración deja claro que Abraham no fue justificado por las obras impecables de una vida sin pecado (Rom. 4:2) sino que fue justificado por las obras de obediencia a la palabra de Dios (Stgo. 2:21; Rom. 4:12).  Ésta es la razón por la cual Cristo dijo Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais (Jn. 8:39).  Las obras del proceder de Abraham fueron buenas obras de su fe obediente.

Aunque la palabra “obras” (Gr. “Érgon”) es la misma en Romanos 4:2 y Santiago 2:21, el concepto descrito en ambos pasajes es muy diferente. Esto lo aseguramos, además de las razones anteriores, porque la Biblia no se contradice así misma (Jn. 10:35). 

En Romanos 4, el apóstol Pablo está refutando el concepto de la salvación por obras de mérito, obrando en perfección sin pecar jamás (ya sea bajo la ley de Moisés o algún otro estándar).  Pablo afirma, en síntesis, que no somos justificados por la moralidad legalista que era la esperanza del judío promedio.  En cambio, Santiago enseñó que la fe viva y sincera se expresa por obras de obediencia.  Entonces, hay una diferencia evidente entre los temas que Pablo y Santiago estaban discutiendo.  Hay una diferencia entre la refutación que presenta Pablo contra una supuesta salvación por la moralidad legalista y la argumentación de Santiago en la cual afirma que la fe sin obediencia es una fe muerta.  En todo esto, Pablo y Santiago no se contradicen, están en perfecta armonía.

Pablo enseñaba a los judaizantes que nadie es justificado (perdonado, y así hecho justo), por obras de ley, porque nadie obedecía a la ley perfectamente, y que para ser justificado (perdonado), uno tiene que creer en Cristo (obedecer al evangelio).  Al que no vive perfectamente bien según la ley, pero obedece al evangelio de Cristo, Dios le justifica (perdona).  Santiago afirma que la fe sin obras (obediencia) no justifica. Ambos Pablo y Santiago se refieren a Abraham como ejemplo.  Abraham no se justificó por obras de ley (por perfección de vida en la carne), sino por fe en Dios, dice Pablo.  Santiago dice que esa fe de Abraham no era una fe muerta o de palabras solamente (2:14), sino una fe viva de obediencia.  Con esa fe Abraham obedecía (Heb. 11:8; Gen. 22:18).  ¡Esa es la clase de fe que justifica! (Notas sobre Romanos, Bill H. Reeves).

La salvación sigue siendo el producto de la gracia de Dios, la cual es expresada al hombre que no la merece.  Lamentablemente, el hecho de repudiar toda forma de obediencia a Dios como una obra de mérito ha llevado a muchos religiosos a consolarse en su rebelión contra los mandamientos de Dios.  Pero, nosotros debemos siempre recordar que Cristo vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb. 5:9), la salvación no es una promesa para los desobedientes. 

Uno de los pasajes más comunes para tratar el tema de las obras es Tito 3:5, donde Pablo dijo nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.  Ahora bien, no negamos lo que dice este pasaje, pero sí negamos lo que afirman muchos líderes religiosos cuando tuercen éste pasaje al ignorar el contexto, con lo cual ellos confunden las “obras de justicia que nosotros hubiéremos hecho” con los pasos de obediencia al evangelio de Cristo que Dios reveló para salvarnos.  Como ya dijimos, éste punto de vista denominacional pasa por alto el contexto en el cual el apóstol Pablo mencionó las obras y la gracia de Dios. 

Para entender Tito 3:5 debemos, necesariamente, consierar el contexto.  Pablo también escribió: Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros (Tit. 3:3), entonces preguntamos, ¿qué sentido tendría que Pablo afirmara que las personas serán condenadas por su desobediencia (3:3) si después afirma que serán condenados por ser obedientes (3:5)? Semejante razonamiento es contradictorio y ridículo, sin embargo el apóstol no contradijo el plan de Dios.

La verdad la apreciamos cuando consideramos que “las obras” de Tito 3:5 no son las obras de obediencia al evangelio, sino las obras de la ley de Moisés.  Pablo ya había advertido a Tito de las tácticas astutas de los de la circuncisión (Tit. 1:10), los maestros judaizantes que se dedicaban a fábulas judaicas… mandamientos de hombres que se apartan de la verdad (Tit. 1:14), quienes estaban atrapados en cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley (Tit. 3:9). Y sabemos que la obsesión con las genealogías era una tendencia particularmente judía, y por eso la ley referida era la ley de Moisés.  Entonces, Tito 3:5 se encuentra entre éstas declaraciones, y es una solemne advertencia contra el uso de “las obras” promovidas por los falsos maestros judaizantes como mérito para la justificación que es por gracia.  Éste mismo punto fue establecido por Pablo en su epístola a los gálatas, cuando enseñó que el hombre no es justificado por las obras de la ley (Gal. 2:16) y por la ley ninguno se justifica para con Dios (Gal. 3:11).

Aplicando el principio, aprendemos que Tito 3:5 es una advertencia contra cualquier tipo de obra de mérito para ganar la justificación.  Además, Pablo dijo que Cristo tiene una “ley” y que debemos obedecerla, Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo(Gal. 6:2), cosa que es totalmente armónica el hecho de que Cristo vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen(Heb. 5:9).  Sin embargo, el obediente no gana la salvación por la fe en Cristo, pues dicha obediencia es un acto de la fe que viene por oír la palabra de Dios (Rom. 10:17), es decir, por revelación.  Por lo tanto, es lógico que los que obedecen a Cristo son salvos por gracia por medio de la fe (Ef. 2:8), y entonces, la gracia de Dios y la obra de fe deben unirse para que se produzca la salvación.

Las diferentes clases de obras en la Biblia

Mucha gente, como ya hemos advertido, no entiende como funciona la salvación por gracia frente a las obras de fe, y esto les sucede porque se han basado en las conclusiones erróneas que les han sido repetidas en el mundo denominacional. Pero, como con todo tema bíblico, la solución es examinar las Escrituras directa y personalmente.

Con el fin de ayudar al estudiante sincero de las Escrituras, enseguida presentaremos los distintos tipos de “obras” que se mencionan y describen en la Biblia.  Como se podrá ver, no todas las “obras” son malas.  De hecho, muchas “obras” son de Dios, y dado que el camino de Dios es “perfecto” (Sal. 18:30), sería una blasfemia condenar las “obras” de Dios.  Simplemente, debemos concluir, que muchas “obras” son buenas y no todas son contrarias a la fe.

Obras de Dios

Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí (Mat. 11:2-6). Cristo nunca pecó (1 Ped. 1:22), por lo tanto todas sus obras fueron buenas, pues Él anduvo haciendo bienes(Hech. 10:38).

Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo (Jn. 5:17).  Jesús especificó este trabajo u obra cuando dijo Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido(Luc. 19:10).  Semejante obra, es indudablemente una buena obra.

Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn. 17:4). Notemos que el Padre encomendó a Cristo una “obra”. Semejante obra no fue mala, sino una buena obra.

Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos” (Hech. 15:18). Dicha obra de Dios “desde tiempos antiguos” es buena para nosotros.

No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come (Rom. 14:20). Los santos, la iglesia de Cristo, son en sí mismos “la obra de Dios”.

En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef. 1:11).  La iglesia es el conjunto de personas que han sido predestinados para salvación en Cristo por el evangelio (Ef. 1:3, 5). Dicha obra de amor está disponible para todos, y es una buena obra de Dios.

Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos” (Heb. 1:10). Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día (Heb. 4:4).

Obras prescritas por Dios

Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado (Hech. 13:2).  Esta “obra” era la de predicar a los perdidos.  Semejante obra, no era una mala obra.

Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Cor. 15:58).  La obra de Dios no puede ser una mala obra.

Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad, porque él hace la obra del Señor así como yo (1 Cor. 16:10).

a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4:12).

Hablando de Epafrodito, Pablo dijo: porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí (Fil. 2:30).

acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo (1 Tes. 1:3).

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan (1 Tes. 5:12).

Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace (Stgo. 1:25).

Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta (Stgo. 2:26).

Obras juzgadas

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras (Mat. 16:27).

Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación (1 Ped. 1:17).

Las “obras” pueden ser buenas, así como también pueden ser malas.  Seremos juzgados por nuestras obras, sean buenas o malas (2 Cor. 5:10)

Obras del trabajo terrenal

Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña (Mat. 21:28).  El trabajo fue creado por Dios para la bendición del hombre, y la negativa a trabajar es pecaminosa. Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase (Gen. 2:15).

El principal de la sinagoga, reconocía que se debe trabajar… (Luc. 13:14) aunque la aplicación que hizo de esta verdad era errónea por su hipocresía.

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres (Col. 3:23).

y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado (1 Tes. 4:11).

Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma (2 Tes. 3:10).

Obras buenas

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mat. 5:16).

Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra (Mat. 26:10).

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:10).

para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Col. 1:10).

sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad (1 Tim. 2:10).

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea (1 Tim. 3:1)

que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra (1 Tim. 5:10).

Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos (1 Tim. 6:18).

Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra (2 Tim. 2:21).

a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Tim. 3:17).

Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio (2 Tim. 4:5).

Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra (Tit. 1:16).

presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad (Tit. 2:7).

Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra (Tit. 3:1).

Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.  Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto (Tit. 3:8, 14).

Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún (Heb. 6:10).

os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Heb. 13:21).

Obras de obediencia

El apóstol Pablo predicó a todas las gentes para que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento (Hech. 26:20).

Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hech. 17:30). Hay mandamientos que deben ser obedecidos, y el arrepentimiento es uno de ellos.  Si todas las obras son malas y contraproducentes frente a la fe verdadera, entonces el arrepentimiento sería una mala obra.

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor (Fil. 2:12). 

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? (Stgo. 2:14).  La fe sola no resulta en la salvación del hombre, porque es estéril, sin obediencia, Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma(Stgo. 2:17).

Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta (Stgo. 2:18, 20, 21, 22, 24, 26).

Obras de la ley de Moisés

mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos (Rom. 2:15).

ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Rom. 3:20).

a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (Rom. 3:25).

¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe (Rom. 3:27).

Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley (Rom. 3:28).

¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será avergonzado.” (Rom. 9:30-33).

Los judíos, según la explicación del apóstol Pablo, usaron y aplicaron erróneamente la ley.  La mayoría de ellos fueron incrédulos ante el evangelio de Cristo, a la vez que confiaban en la supuesta justificación sobre la base de mantener  algunos requisitos legales favorecidos (Mat. 23; Hech. 15:1-5), ellos creían ser merecedores de todas las bendiciones por ser descendientes físicos de Abraham (Gal. 3), pero en realidad eran desobedientes a Dios (Rom. 9:31; 10:21; Is. 65:2; Heb. 4:10-11).  Los judíos incrédulos pensaban obtener la salvación por sus méritos, y como una ganancia, pero no por la confianza en Cristo y la obediencia a su evangelio, ellos no reconocían su completa indefensión espiritual y la necesidad de un Salvador.  Como ya dijimos, hay gran diferencia entre las obras meritorias y las obras de obediencia al evangelio de Cristo.

Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra (Rom. 11:6).

sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gal. 2:16).

Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? (Gal. 3:2).

Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas (Gal. 3:10).

Obras de mérito aparte del evangelio

“Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.  Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.  Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Rom. 4:2-5).

“Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (Rom. 4:6-8).

“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mat. 7:22-23).  Estos rebeldes afirmaron haber hecho muchas obras maravillosas, pero en realidad eran inicuos.  Irónicamente, los más fuertes críticos de las obras de obediencia están siempre inventando obras de su propia inventiva para demostrar espiritualidad.  Así también Los fariseos y escribas del tiempo de Cristo hacían diversas obras para ser vistos por los hombres, y usaban ropa, títulos y prácticas especiales para ello (Mat. 23:5-13).

quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos (2 Tim. 1:9). nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo(Tit. 3:5). 

Es fácil comprender, entonces, que Pablo haya dicho a los cristianos de Éfeso que ellos eran salvos, no como resultado de obras aparte del evangelio, sino de las obras que Dios estipuló por revelación para que nadie se gloríe (Ef. 2:8-10).

Obras malas

Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mat. 7:23), los rebeldes de éste pasaje hicieron malas obras y son condenados por ello.

No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas (Jn. 7:7).

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas...” (Gal. 5:19-21).

Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén (2 Tim. 4:18).

El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo (1 Jn. 3:8).

“Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apoc. 9:20-21).

Obras muertas

Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios (Heb. 6:1).

¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (Heb. 9:14).

Conclusión

La gente, obviamente, debe tener cuidado de condenar todas las obras como acciones pecaminosas.  Es verdad que muchas obras son estériles y pecaminosas, sin embargo, algunas obras son provechosas y aprobadas por Dios para nuestro bienestar eterno.