Por Josué I. Hernández
Todos enfrentamos momentos de dolor,
sufrimiento y muerte. La palabra de Dios nos hace reflexionar con franqueza sobre
esto. Debemos poner los pies en la tierra y asumir dos grandes verdades que
solemos pasar por alto.
1. El hombre es mortal:
“está establecido para los hombres que
mueran una sola vez” (Heb. 9:27). No estaremos para siempre en
este mundo, ¡debemos dejar de intentarlo! Los seres humanos somos en varios aspectos
capaces y fuertes, pero también frágiles. Nuestros cuerpos son
vulnerables a la enfermedad, diversas lesiones, o circunstancias que pueden
producirnos la muerte. Nuestro cuerpo es impotente frente a muchas
fuerzas naturales y circunstancias adversas.
No debemos considerarnos invencibles.
La muerte nos tocará a todos (Ecles. 9:2-3). Por lo tanto, digamos junto a
Moisés: “Enséñanos a contar de tal modo
nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal. 90:12).
2. La vida del hombre es incierta:
Santiago advirtió sobre el colocar
demasiada confianza en el mañana (Stgo. 4:13-14). Las personas tienden a
hacer muchos planes acerca de lo que harán, cuándo lo harán y cómo lo harán.
Santiago nos recuerda “no sabéis lo que será mañana” y
luego dice “Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que
se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.”
Santiago hace eco de las enseñanzas de
Jesús, pues Jesús había dicho “Así que, no os afanéis por el día de
mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mat.
6:34). El punto de Cristo es que las cosas que nos pueden ocurrir trascienden
nuestra capacidad para controlarlas. Esto es exactamente lo que ocurre a
nuestro alrededor todos los días.
La mayoría de las personas que ha
muerto en la historia de la humanidad no tuvieron idea alguna de lo que estaba
a punto de sucederles hasta el último instante. Es como lo sucedido
en el tiempo del diluvio: "Porque como en los días antes del
diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el
día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y
se los llevó a todos" (Mat. 24:38-39).
Por lo tanto, la lección para nosotros
es buscar ahora el reino de Dios (Mat. 6:33).