¿Qué es la muerte? ¿Cuál es su naturaleza?
Por Josué I. Hernández
Cuando el escritor exclamó: "...terrores
de muerte sobre mi han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha
cubierto" (Sal. 55:4, 5) él expresó los sentimientos de grandes
multitudes quienes se han encontrado frente a la muerte. Toda persona que no ha sido redimida por
Cristo experimentará “el temor de la muerte” (Heb. 2:15) el "rey de los
espantos" (Job 18:14).
Los cristianos no temen morir y
pueden decir junto con Pablo “teniendo deseo de partir y estar con Cristo,
lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:23).
Los cristianos, con seguridad, iluminación y la paz que provee Cristo,
pueden enfrentar los misterios de la muerte con esperanza.
Debemos aceptar la realidad de
que moriremos, no podemos estar para siempre en este mundo (Sal. 90:12).
Es nuestro ferviente deseo que el
estudio de este tema motive a muchos a buscar a Dios, Él no está lejos de cada
uno de nosotros (Hech. 17:27). Dios nos
ama (Jn. 3:16) y él quiere bendecirnos con eterna salvación (Heb. 5:9).
¿Qué es la muerte?
La muerte es un sueño para el
cuerpo. El Nuevo Testamento dice que “...traerá
Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Tes. 4:14). El término “sueño” es usado en las Escrituras
para describir el estado del cuerpo en la muerte, no el estado del alma en la
muerte.
Sólo el cuerpo del hombre duerme
en la muerte. El alma del hombre no
duerme ni queda inconsciente luego de la muerte, luego de la cesación de la
vida física, el alma sigue consciente (Luc. 16:19-31; Apoc. 6:9-11).
El concepto bíblico de
“muerte” es “separación”. Leamos
Santiago 2:26 “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también
la fe sin obras está muerta”. Aquí
aprendemos que el cuerpo separado del espíritu está muerto. La muerte no es una aniquilación, sino la
separación que experimentan el cuerpo y el espíritu del hombre.
Siempre que en la Biblia se
menciona el término “muerte” se hace alusión a: 1) La muerte física, 2) la
muerte espiritual, 3) la muerte eterna.
La muerte física es la separación del espíritu del cuerpo (Stgo. 2:26; Hech.
9:37). La muerte espiritual es la
separación del hombre y Dios (Ef. 2:1, 5; Rom. 5:12). La muerte eterna es la separación eterna del
hombre y Dios (Rom. 6:23; 2 Tes. 1:9; Apoc. 21:8).
En el Nuevo Testamento, la
palabra “dormido” viene del griego “koimaomai”, que a su vez viene del verbo “keimai”
que literalmente significa “acostarse”.
Lo cautivante en todo esto es que los griegos usaban la palabra “koimeterion”
haciendo referencia a un lugar donde los caminantes podrían detenerse para
dormir.
Por transliteración, de “koimeterion”
obtuvimos nuestra palabra “cementerio”, un lugar donde los cuerpos de los
muertos duermen.
La Biblia también habla
claramente de la descomposición del cuerpo, cuando éste vuelve al polvo. Cuando
Adán y Eva pecaron, fueron privados del árbol de la vida y por consiguiente, de
la inmortalidad (Gen. 3:22). Por lo
tanto, todo hombre ha de volver al polvo de la tierra (Gen. 3:19; Ecles. 12:7; Heb. 9:27).
El apóstol Pablo habla del cuerpo
como “nuestro tabernáculo” (nuestra tienda) siendo “deshecho” debido a la
muerte (2 Cor. 5:1). El término griego
por “deshecho” es kataluo que literalmente significa "aflojar hacia abajo,
soltar”, una expresión que bien ilustra la muerte física cuando “nuestro
tabernáculo” es aflojado y cae inevitablemente al suelo.
La muerte es una
partida. La muerte ocurre cuando el
espíritu deja el cuerpo (Stgo. 2:26).
Cuando Dorcas falleció (Hech.
9:36-43), varias viudas se pusieron de pie cerca del cuerpo y mostraban las
prendas que Dorcas había hecho "cuando estaba con ellas" (Hech.
9:39). El cuerpo de Dorcas estaba allí,
pero ella (es decir, su espíritu o persona interior) había partido y no estaba
con ellas.
El apóstol Pablo habló de la
muerte como una partida (Fil.
1:23). Y es muy significativo
notar que el apóstol usa el término griego “analuo” (soltar, aflojar para
partir) para hablar de la salida del espíritu del cuerpo al morir.
En la muerte, cuando el cuerpo es
“aflojado hacia abajo” el espíritu del hombre es “llevado hacia arriba”. Así sucedió cuando Lázaro murió, su espíritu “...fue
llevado por los ángeles al seno de Abraham” (Luc. 16:22). Estos pasajes, así como muchísimos otros, son
devastadores para las teorías materialistas que afirman de que el hombre es
totalmente un ser físico (Testigos del Atalaya entre otros).
Otra palabra interesante que hace
ver a la muerte como una partida es el término griego “éxodo”. En el monte de la transfiguración (Luc.
9:28-36), el Señor hablaba con Moisés y Elías de su partida inminente (éxodo
inminente, Luc. 9:31), esta partida fue cumplida cuando Cristo murió y entregó
el espíritu (Luc. 23:46). El apóstol
Pedro quería que sus hermanos recordaran sus palabras después de su partida (el
mismo término éxodo es usado, 2 Pedro 1:15). Esta es la misma palabra que se
usó al hablar del éxodo de los israelitas de Egipto (cf. Heb. 11:22).
Mientras que los hebreos conscientemente continuaban existiendo al salir
de Egipto, de la misma manera nosotros continuaremos existiendo conscientemente
cuando nuestro cuerpo vuelva al polvo y nuestro espíritu experimente su éxodo.
En la muerte los espíritus van
al Hades. Está escrito sobre el
patriarca Abraham, “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham... y fue unido a
su pueblo” (Gen. 25:8). Esto no puede ser una referencia a la sepultura del
cuerpo de Abraham. Él fue sepultado en
Palestina. Sin embargo, sus antepasados
habían sido sepultados a distancia de cientos de kilómetros, en tierras muy
lejanas.
Entonces aprendemos que las
expresiones “unido a su pueblo”, “vendrás a tus padres” (Gen. 15:15) y “reunida
a sus padres” (Jue. 2:10) se distinguen de la propia sepultura de un cuerpo
y denotan una reunión con seres incorpóreos en el Seol o Hades (el lugar de los
espíritus que esperan la resurrección).
Estas frases se emplean para dar
esperanza al pueblo de Dios de una futura reunión con otros justos que amaron y
sirvieron a Dios aquí en la tierra (Apoc. 6:9-11; 14:13). Así también, estos términos dan temor al
incrédulo porque luego de su muerte comenzará su tormento (Luc. 16:23-24).
Para aquellos que mueren en
Cristo, la muerte es una unión con el Señor. Jesús informó al ladrón moribundo, “Hoy
estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). Y, como ya hemos observado anteriormente,
Pablo deseaba partir para estar "con Cristo" (Fil. 1:23). En un pasaje colmado con aliento, el apóstol
afirma que “estar ausente del cuerpo” (es decir, estar muerto) es, en
realidad, estar “presentes al Señor” (2 Cor. 5:8). La expresión “presentes”, se usa en el griego
como “uno entre su propia gente” en contraste con "uno fuera de casa"
(A. T. Robertson). Pero esta promesa es
sólo para el pueblo de Dios.
Los cristianos no debemos pensar
en la muerte como en un fin, sino como el principio de toda una eternidad. Debemos decir junto con Pablo “teniendo deseo
de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:23).
Aplicaciones y conclusión
¡Uno no puede vivir mal y morir
bien! Después de la muerte ya no hay
oportunidad para el arrepentimiento o salvación (Hech. 2:38). Los conceptos como “una segunda oportunidad
después de la muerte”, el “bautismo por los muertos” o el “purgatorio” son
completamente inadecuados y totalmente desconocidos en las Escrituras, son puro
engaño y mentira de Satanás.
Por lo tanto, mientras que
todavía decimos “hoy”, resolvamos conocer y obedecer la voluntad de Cristo
(Heb. 5:9; Mar. 16:16).
Para los mundanos, la muerte
inicia una eternidad de sufrimiento.
Aunque no sea un tema popular en la sociedad contemporánea, no somos
seres puramente materiales y así como existe el cielo también existe el
tormento eterno. Al morir, toda persona
que haya vivido en rebelión a Dios, entrará a un estado del espíritu
caracterizado por dolores, molestias y sufrimientos (Sal. 116:3; 6:5). Serán sumergidos en vergüenza y desdén,
sufrimiento y tormento (Luc. 16:24; Prov. 5:11-14).
Ahora mismo usted tiene la
oportunidad de venir a Cristo, es ahora, en la vida, que debe arrepentirse y
obedecer el evangelio. Es ahora, en esta
vida, que debe oír el llamado amoroso del Señor: “Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat. 11:28-30)
Díganos cómo podemos ayudarle a
obedecer a Jesús. Una eternidad le
espera ¿Por qué no pasarla con Cristo y el pueblo de Dios?