¿Cristo Pre-Encarnado? ¿Es Cristo el Ángel de
Jehová?
Por Josué I. Hernández
Los ángeles
Todos sabemos que hay abundante registro bíblico de la manifestación de
ángeles con propósitos bien definidos, mensajeros celestiales enviados a los
hombres, quienes actuaron como agentes de Jehová y portadores de la voluntad de
Dios.
Un ángel particularmente ha captado la atención y ha encendido la
especulación de las mentes curiosas, éste ángel es llamado en la Escritura “el ángel de Jehová” y se dice que este “ser misterioso es Jesucristo pre-encarnado”
(cf. Gen. 16:7; 21:17; 22:15; 31:11, etc.)
La palabra “malaq”
que se encuentra 103 veces en el A.T. simplemente
significa mensajero. Los eruditos que
tradujeron el Antiguo Testamento al griego (versión LXX) emplearon la palabra “aggelos” de la cual, y por transliteración,
obtenemos el término ángel (mensajero). Cuando
leemos acerca de un ángel, según el uso escritural de la palabra, podemos apreciar
a un mensajero humano (1 Rey. 19:2) o un mensajero divino (Gen. 28:12). El contexto decide a qué clase de mensajero
se hace referencia. Lo mismo se ve en el
Nuevo Testamento, cuando vemos a un ángel humano (Mat. 11:10) o a un ángel
del cielo (Hech. 8:26).
Los ángeles son seres creados por Jehová Dios (Col. 1:16; Heb. 1:7);
sólo Dios es eterno (Sal. 90:2), los ángeles no lo son. Dios no es un ángel, ni algún ángel es
Dios. Como ya afirmamos, los ángeles son
agentes de Dios, mensajeros de Jehová (Cf. Heb. 2:2).
El silencio de las sagradas Escrituras
Un error comúnmente cometido por los
especuladores es la violación del
silencio de las Escrituras. Y es que la curiosidad es tanta, que la mente
inconforme desea llenar los vacíos con información. Y es peligroso pisar el terreno de lo
no-revelado.
Cuando el
hombre habla por Dios, actúa con presunción, y tal cosa es pecado: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no
añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deut.
12:32).
Tenemos la advertencia “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios;
mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para
que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Deut. 29:29). La única manera en que “cumplamos” la ley es quedarnos dentro de lo
revelado, de lo escrito (2 Tim. 3:16; 1 Ped. 4:11).
El mismo principio de respeto
al silencio Escritural se enseña en el Nuevo Testamento “… para que en nosotros aprendáis a no sobrepasar lo que está escrito,
para que ninguno de vosotros se vuelva arrogante a favor del uno contra el otro” (1 Cor. 4:6, LBLA). La división ocurrida entre los corintios, básicamente se debía a la
violación del silencio escritural.
Cuando nos enfrentamos al
silencio de las Escrituras nos topamos con una barrera que todo
estudiante serio de las Escrituras no
debe traspasar.
La evidencia escritural afirma
categóricamente que Cristo tomó forma humana una sola vez, en su encarnación a
través de María cuando ella aún era virgen (Mat. 1:18-25), y el silencio bíblico
es poderoso para señalar como errónea otra posible encarnación o
pre-encarnación del Verbo (Heb. 10:5-10).
La encarnación de Cristo
Dios, para comunicarnos su última y perfecta voluntad, envió a su Hijo
(Heb. 1:1-2) quien tomó forma humana y gustó la muerte por todos (Heb. 2:9),
fue así que se consumó el eterno plan de redención en Cristo (Jn. 19:30).
Es Cristo, quien
en su venida (que no diga “venidas”), presentó una exégesis de de Dios (Jn.
1:18; 17:3). Para esto fue preciso su
encarnación cuando él “se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil. 2:7) diciendo “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Heb. 10:7).
Cuando se menciona
la venida del Verbo, su manifestación en forma humana, siempre se declara como
única, por ejemplo: “Y aquel Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn. 1:14). “Pero cuando vino el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la
ley” (Gal. 4:4).
Si Pablo,
conversando conmigo, me dijera “Dios fue
manifestado en carne” (1 Tim. 3:16) y
yo le preguntara ¿Cuántas veces? ¿Qué respondería Pablo? Si consideramos el
tenor de las Escrituras, sabemos que la respuesta es “una sola vez”, ¿cómo
puedo estar tan seguro? Porque “aparecerá por segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvar a los que le esperan” (Heb. 9:28, énfasis mío, jh).
Si Cristo hubiera
sido enviado en sucesivas pre-encarnaciones durante las épocas patriarcal y
mosaica, en primer lugar no hubiese sido un ángel. En segundo lugar, el escritor a los hebreos se
hubiera equivocado cuando dijo “segunda
vez” (Heb. 9:28).
La carreta delante del caballo
Recordemos, el Nuevo Testamento explica el Antiguo Testamento y no al
revés. El problema usual en varios estudiantes
de la Biblia es colocar el Antiguo Testamento delante del Nuevo Testamento,
como si la carreta se ubicara delante del caballo. Y este problema ha conducido a varias conclusiones
erróneas en el terreno escatológico y práctico.
En nuestro caso,
vemos que colocar el Antiguo Testamento delante del Nuevo ha llevado a varios
expositores a afirmar que Cristo tomó
forma humana varias veces aún cuando el Nuevo Testamento afirma que Cristo
vino una sola vez y aparecerá por segunda vez (Heb. 9:28). Como ya dijimos, semejante especulación viola
el silencio de las Escrituras y además niega la suma de la palabra de Dios
(Sal. 119:160, es decir todo lo que “Escrito está” sobre un tema particular).
Ningún pasaje, del Antiguo o Nuevo Testamento, permite
incluir “pre-encarnaciones” de Cristo. La razón es simple: Sólo ha sido mencionada una encarnación por
los expositores inspirados en el Nuevo Testamento. Además, y esto es cuestión de voluntad, varios están determinados a
creer lo que sus prejuicios o preconceptos ya han determinado. No importa lo que digan Cristo, sus apóstoles
u otros hombres inspirados, ellos seguirán creyendo las varias especulaciones
que se dispusieron a defender.
El hecho de que
Dios no ha sido visto en su gloria
inaccesible no quiere decir que el “ángel de Jehová” haya sido Cristo
pre-encarnado. Los pasajes presentados para afirmar tales conclusiones (ej. Jn. 1:18, 5:37; 1 Tim. 1:17; 6:16),
no prueban que Cristo se pre-encarnó varias veces durante el Antiguo
Testamento.
El hecho de que Cristo dijera “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn. 8:58) no quiere decir “antes de Abraham naciera yo
me estoy pre-encarnando…” Los judíos
malinterpretaron a Cristo, él no dijo que había visto a Abraham, el punto de
Cristo fue que Abraham había visto su día (Jn. 8:56). Abraham miró de lejos al Mesías y creyó en él
(Gen. 12:3; 22:16-18; Gal. 3:8, 16) éste fue el punto de Cristo.
Conclusión
Al escribir el presente artículo no es mi intención presentar un análisis
detallado del lenguaje empleado por los Escritores inspirados del A.T., etc, mi intención es simplemente negar que Cristo haya sido el ángel de
Jehová porque a la luz de las Escrituras, no se menciona ni se implica al Verbo
tomando forma humana en varias ocasiones. No hay análisis
detallado, de ningún
contexto, que pruebe varias “pre-encarnaciones” del Verbo.
El ángel de Jehová, fue un delegado del cielo quien fue tratado como si
fuera Dios mismo, porque ésta era la costumbre frente a todo delegado de algún
gobernante. Se acostumbraba tratar al
delegado como si fuese el mismo rey. La
costumbre oriental era de postrarse delante de delegados de alto rango en
homenaje hacia quienes representaban.
Tengamos cuidado de pasar por alto el silencio de
las Escrituras y la suma de la palabra de Dios, esto siempre será peligroso,
sobre todo cuando está involucrado Cristo en tales especulaciones.