Predicar a Cristo y no al plan



Por Josué I. Hernández

   
De vez en cuando se ha oído la proclama “prediquemos a Cristo y no al plan”. Sin embargo, ¿es posible predicar a Cristo evitando mencionar el plan de salvación de su evangelio? 

Según las sagradas Escrituras, es imposible “predicar a Cristo” sin mencionar su sangre, las razones por las cuales su sangre fue derramada, y la manera de ser lavados en su sangre. Para lograr esto, es imprescindible predicar el plan de salvación del evangelio. 

Cristo es revelado en la palabra de Dios, la Biblia. No podemos saber nada acerca de Cristo sin la Biblia. Por lo tanto, “predicar a Cristo” es predicarlo como está revelado en la Biblia. 

Jesucristo está inseparablemente conectado con el Antiguo Testamento (Luc. 24:44), él fue prefigurado en la ley mosaica (Heb. 10:1-4), porque el fin de la ley es Cristo (Rom. 10:4; Gal. 3:24). A su vez, Cristo está inseparablemente conectado con cada uno de los libros del Nuevo Testamento, porque él es el dador de ésta nueva ley que ahora nos rige (Sant. 4:12; 1 Cor. 9:21), él la autorizó (Mat. 28:18). 

El hecho de que Cristo está inseparablemente ligado con todos los libros del Nuevo Testamento, quiere decir que Cristo está inseparablemente conectado con todos los mandamientos, promesas y advertencias del nuevo pacto (Heb. 8:6), dentro de lo cual está el plan de salvación de su evangelio (Rom. 1:16,17). Siendo todo esto verdad, no podemos ignorar alguna parte de lo que Cristo requiere sin ignorarlo a él mismo (cf. Luc. 6:46; Jn. 14:15).

Felipe bien ilustra lo que es “predicar a Cristo”. Lucas registró, “Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo” (Hech. 8:5), y luego agregó, “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hech. 8:12). 

¿Puede notar lo que involucra “predicar a Cristo”? En el ejemplo de Felipe aprendemos que predicar a Cristo involucra hablar sobre:
  • “El evangelio del reino de Dios”. La existencia de su gobierno, y la manera de sujetarse a él (Mat. 16:18-19; Col. 1:13). 
  • “El nombre de Jesucristo”. La soberanía de Cristo (Mat. 28:18).
  • “Creyeron... se bautizaban...” La laye del perdón, es decir, lo que Cristo requiere que se haga para alcanzar redención en su sangre (cf. Hech. 2:38; Mar. 16:16).

Felipe predicó el plan de salvación, lo cual coincide con lo que Cristo mandó que se predicara a todas las naciones (Mat. 28:18,19; Mar. 16:15,16; Luc. 24:47). Lo podemos ver aún más claramente al considerar la conversión del eunuco etíope, cuando Felipe le anunció “el evangelio de Jesús” el etíope solicitó ser bautizado (Hech. 8:35,36). 

Cristo no es predicado si evitamos mencionar el plan de salvación de su evangelio, y nadie puede ser salvo sin la obediencia a ese plan del Señor (Rom. 6:17; 2 Tes. 1:8). Por tanto, es imposible “predicar a Cristo y no al plan” como algunos sugieren. 

No podemos “predicar a Cristo” sin mencionar la sangre de Cristo (Rom. 3:25), la razón por la cual él la derramó (Mat. 26:28; Heb. 9:14), así como la forma de ser lavados con su sangre (Hech. 22:16; Rom. 6:3,4; Apoc. 1:5).

La salvación en Cristo es común a todos los salvos (Jud. 3), los cuales son salvados por Cristo de la misma forma, es decir, con el mismo plan.