Por Josué I. Hernández
“El respeto se
gana” ¿Ha oído éste dicho? Es una frase repetida por muchos. Esta es una creencia
muy popular, si hasta hay libros de autoayuda que indican como ganarse el
respeto de los demás. Además, hay varios hermanos en Cristo que lo afirman.
Tome nota de lo
siguiente. Cuando alguien dice “El respeto se gana”, ¿no debiera ser más
específico? Porque, en un extremo, se podría pensar que no debemos respetar a
nadie que no se “gane” el “respeto” de los demás y promover con ello un
espíritu rebelde. Además, no habrá consenso hasta que se considere una
definición bíblica de “respeto” y lo que se entiende por “ganar” aquel respeto.
En fin, la frase general “El respeto se gana” suena egoísta y falta de amor.
Adicionalmente a lo
anterior, si no se especifica claramente la frase “El respeto se gana”, surgen
preguntas como las siguientes: ¿Qué criterio seguiremos para evaluar el
esfuerzo de alguien para ganar el respeto de otros? ¿Quién efectuará tal
evaluación? ¿Podremos faltar el respeto a quienes no se ganen el nuestro? ¿Qué
haremos si la otra persona piensa que “merece” nuestro “respeto” y nosotros
pensamos que no se lo ha “ganado”? ¿Qué es la ausencia de “respeto”? ¿Debemos
conocer a una persona para recién “respetarla” o podemos hacerlo porque es
imagen y semejanza de Dios (cf. Sant. 3:9)?
No es mi propósito
responder las preguntas anteriores, y otras muchas que surgen con ésta
cuestión. Pero, creo que cada uno debiera revisar su creencia y conducta con su
Biblia abierta. Sin embargo, podemos establecer algunos puntos importantes
sobre el “respeto”.
El respeto (Del
lat. respectus, atención, consideración), es la veneración, acatamiento que se
hace a alguien. El miramiento, consideración y deferencia. Larousse lo define
así: “Sentimiento o actitud deferente o
sumisa con que se trata algo o a alguien, en razón de su autoridad, edad,
mérito, etc. Sentimiento que lleva a reconocer los derechos, la dignidad,
decoro de una persona o cosa y abstenerse de ofenderlos”.
Un ejemplo lo
podemos ver en lo que dijo Dios a Israel bajo el Antiguo Pacto. Si analizamos
bien los diez mandamientos, nos damos cuenta de que enfatizaron el respeto. Los
cuatro primeros mandamientos enseñaron el respeto hacia Dios (Ex. 20:1-11;
Deut. 5:6-15). Los otros seis enseñaron el respeto hacia el prójimo (Ex.
20:12-17; Deut. 5:16-21).
Bajo la ley de
Cristo (1 Cor. 9:21; Gal. 6:2) la mujer casada debe respetar a su marido,
aunque éste no se haya “ganado” su “respeto” según el criterio del mundo (Ef.
5:33). Los hijos deben respetar a sus padres, aunque ellos no se hayan “ganado”
el “respeto” de sus hijos (Ef. 6:1-3). Dios requiere de la familia que haya un
ambiente de respeto mutuo, donde cada uno se niega a sí mismo (Luc. 9:23)
diciendo “no” a sus propios intereses (Sal. 127:1). La falta de respeto es la
raíz de muchos problemas entre marido y esposa, entre padres e hijos. Bien
sabemos que sin amor no habrá respeto y la “regla de oro” no se cumplirá (Mat.
7:12). Ningún familiar debiera usar como excusa la frase “El respeto se gana”
para no ser bondadoso el uno con el otro. El respeto y la cortesía de palabras
sazonadas con sal es un deber de amor (Col. 4:6).
Algunos ejemplos
más. Los siervos deben respetar a sus amos terrenales aunque éstos sean
difíciles de soportar y no se hayan “ganado” el “respeto” de sus siervos por su
conducta mala (Ef. 6:5-8; 1 Ped. 2:18-20). Debemos respetar a las autoridades
gubernamentales, a pesar de que no se hayan “ganado” el “respeto” de los
ciudadanos (Rom. 13:1-7; 1 Ped. 2:13-17). Debemos respetar a nuestro prójimo,
incluso es nuestro enemigo, a pesar de que no se haya “ganado” nuestro
“respeto” por sus malas actitudes (Mat. 5:43-48; 7:12; Rom. 13:8-10). Debemos
respetar a nuestros hermanos a pesar de que ellos no se hayan “ganado” nuestro
“respeto” según el criterio nuestro (cf. Rom. 12:10; Fil. 2:3).
Hay muchos ejemplos
del “respeto” que demanda Cristo, sin embargo, los anteriores son suficientes
para que no seamos como el juez necio y egoísta que dijo “Aunque no temo a Dios, y no respeto a hombre” (Luc. 18:4, VM).
¿“El respeto se
gana”? Sin esperar que los demás hagan mérito para ganarse nuestro respeto,
seamos respetuosos como buenos siervos de Jesucristo.