La asistencia a los servicios de reunión



Por Josué I. Hernández


Siempre hay algunos “cristianos” que descuidan su asistencia fiel y puntual a los servicios de reunión. Tal problema ocurrió entre los cristianos hebreos del siglo primero, y el escritor inspirado les dijo: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre… (Heb. 10:25). Ellos no apreciaban la riqueza espiritual de las reuniones. Así, pues, daban a conocer un desapego del sacrificio de Cristo (Heb. 10:29) y el bienestar espiritual de sus propios hermanos (Heb. 10:24).

Hebreos 10:25 dice “no dejando…” en referencia a los servicios de reunión. Otras versiones traducen el pasaje así no abandonando nuestra congregación, como es la costumbre de algunos… (VM). No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos…(NVI). Dejar (gr. “enkataleipo”) es abandonar, dejar atrás, desamparar, e incluso desertar. El “dejar” de participar de una reunión es una decisión deliberada. No es accidental. No faltó porque estaba enfermo y/o en recuperación, o tal vez, ayudando a alguien en una condición grave. Este pasaje está señalando a quienes siendo capaces de asistir, deciden desamparar la reunión de los santos, pues no tienen los servicios de culto como una prioridad en su vida. El que actúa así, no está buscando primeramente el reino de Dios y su justicia (Mat. 6:33). Más bien, está buscando su propia comodidad y placer.

Asistir a todo servicio de la iglesia es un deber y un privilegio de los santos. Que gran honor es la reunión del pueblo de Dios para recibir las bendiciones de Dios. “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!... porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Sal. 133:1-3). “Yo me alegré con los que me decían: a la casa de Jehová iremos” (122:1). “Alabaré a Jehová con todo el corazón en la compañía y congregación de los rectos” (Sal. 111:1). “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (Sal. 84:10). ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación (1 Cor. 14:26).

Si bien hay muchas cosas buenas y útiles que los cristianos pueden hacer aparte de la asamblea de la iglesia (ayudar al prójimo, orar, cantar salmos, himnos y cánticos espirituales, estudiar y predicar la palabra de Dios, etc) ciertas cosas de nuestro servicio a Dios pueden ser hechas solamente en la asamblea local.

La cena del Señor fue diseñada por Cristo para ser observada por cada uno de los cristianos y cada primer día de la semana (1 Cor. 11:18,20,33; Hech. 20:7). No tenemos autorización para tomar la cena del Señor, aparte de la asamblea local. La cena del Señor es una comunión del cuerpo y sangre de Cristo (1 Cor. 10:16). Es un monumento y proclamación de la muerte del Señor (1 Cor. 11:24-26). El incumplimiento de este memorial roba al cristiano de una bendición única, y constituye una desobediencia a Dios. También debemos señalar que el incumplimiento de participar de la mesa del Señor tal cual como Dios manda en su palabra es igualmente condenable (1 Cor. 11:27-30).

Participar de la colecta dominical para que la iglesia local financie su obra es un acto de adoración importante en toda congregación de Cristo. El apóstol Pablo dijo a los corintios: “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Cor. 16:1-2). El orden divino es que cada cristiano ofrende monetariamente de manera proporcional a cómo ha sido prosperado, y que lo haga cada primer día de la semana para que la iglesia local de la cual él es miembro pueda financiar su obra. No existe autoridad en las Escrituras para que la colecta dominical se realice en algún otro día de la semana.

Algunas otras actividades espirituales y de adoración, que no se limitan a las asambleas dominicales, están autorizadas como prácticas importantísimas de los servicios de reunión. La predicación y estudio de las sagradas Escrituras, la entonación de cánticos espirituales y la oración pública. Por ejemplo, además de observar la cena del Señor, la iglesia en Troas escuchó un sermón predicado por Pablo (Hech. 20:7). Además de participar de la cena del Señor y la colecta monetaria dominical, la iglesia de Corinto también participaba de la enseñanza, de los cánticos y de la oración (1 Cor. 14:16,26). El apóstol Pablo dijo: de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias (1 Cor. 4:17; cf. 7:17; 14:33).

La asamblea de la iglesia es un arreglo divinamente diseñado para el crecimiento y edificación de los santos. No se debe menospreciar algún servicio de reunión de la congregación local, particularmente por aquellos que profesan ser santos.